Escritora. Actriz. Amante de los cheetos. Madre y autora del blog Momsanity.com
Mi mejor amiga, Carrie, habría sido una madre maravillosa. Más que maravillosa. Era cariñosa, entusiasta, brillante y atrevida, y además tenía la proporción perfecta de locura. Bueno, quizá estaba un poco más loca de lo normal, pero en el mejor de los sentidos.
Habría sido de esas madres que trasnochan, comen helado y se ríen de las películas malas que ponen en la tele con sus hijas. De esas madres que habrían dejado que sus hijos se perdieran clase para hacer un viaje divertido (y profundo a partes iguales). Ese tipo de madre al que todos los niños del barrio querrían haber pedido consejo cuando no se atrevían a hablar con sus padres.
Era trabajadora social y estaba especializada en terapia. Le encantaba su trabajo y se le daba increíblemente bien.
Como ya habrás deducido de mi uso de los verbos en pasado, Carrie ya no está con nosotros. Tuvo un cáncer de mama muy agresivo y murió en 2009. Pero la tengo presente todos los días y sé que le entusiasmaría saber que me ha enseñado una de las lecciones más importantes sobre la maternidad. ¡Qué narices! Sobre la vida.
Una lección que no se basa en vivir cada día como si fuera el último porque nunca sabemos lo que puede pasar (aunque eso es algo que también me ha enseñado ella).
No, fue esta perlita: "No me digas lo que debería hacer".
¿A qué suena el "deberías"? Exacto. Así se siente alguien cuando escucha una frase que empieza por "Deberías...", como si le estuvieran echando la bronca.
Carrie creía que el mundo era un lugar mejor si la gente se mantenía fiel a sí misma. Cuando no nos metíamos los unos con los otros por creer en lo que creemos. Cuando no intentábamos cambiar para encajar en la idea específica de lo que los demás pensaban que deberíamos ser.
Todas esas cosas hacen que la vida sea aburrida, pero, lo que es más importante, también hace que la gente se sienta culpable y sienta que no da la talla. Tu manera de hacer las cosas no es la única manera; y si piensas que esto no es así, Carrie habría tenido unas palabras contigo.
¿Y sabes qué? Habría tenido razón.
Así aplico yo el consejo de Carrie a mi vida diaria:
Con mis amigas que también son madres...
A menos que haya algo que suponga una amenaza real para la vida de alguien, no hay nada que ninguna madre debería o no debería hacer. Son palabras que alienan a las demás madres, que son como un salvavidas en muchas ocasiones y le aportan cordura al día a día. Si tienes una sugerencia que crees que podría serle útil a otra amiga, te sugiero que le digas "hay algo que te podría interesar" o que le menciones que se trata de algo que a ti te ha funcionado. Y si piensa que le puede funcionar, lo probará. No está bien utilizar las opiniones propias para influir en otra persona porque no son más que eso: las opiniones de una madre, no están escritas en piedra ni son la ley de Pedagogilandia.
Con mi hijo...
Quiero que sea tal y como es. Mi labor es la de fomentar esa idea y educarle así, para que no se convierta en mi clon y para no moldearle para que encaje con una idea específica de lo que debería ser un hijo. Sí, quiero inculcarle unos buenos valores y modales, pero, aparte de eso, me esfuerzo por escuchar y observar, por ver lo que le entusiasma y lo que le llama la atención. No puedo seguir un guion sobre lo que yo creo que debería interesarle a mi hijo o sobre lo que debería hacer para pasárselo bien. Sería como intentar acabar un puzle de piezas cuadradas con una redonda.
Con mi marido...
Lo admito, tengo que esforzarme más en este ámbito. Mi marido no educa como yo y, evidentemente, eso me saca de mis casillas muchas veces. Pero siempre intento recordarme lo siguiente: no somos la misma persona y no pasa nada por eso. De hecho, puede ser incluso una ventaja. Porque si los dos fuéramos como yo, sería demasiado para mi pobre hijo. Está bien que haya diferentes perspectivas y diferentes maneras de educar. El riesgo, una actitud más despreocupada... eso es lo que representa su padre para él. Y su padre conforma la mitad de este equipo, así que tiene voz y voto en lo que a nuestro hijo respecta. Decirle a mi marido lo que debería hacer constantemente es desautorizarle. Y también hace que me sienta como una pesada, y no quiero ser así, ni como madre ni como esposa.
Conmigo misma...
Este punto es el más complicado. Siempre tengo la sensación de que debería estar haciendo algo (y de que podría hacerlo mejor). ¿Cómo es posible que alguien pueda con todas las responsabilidades y la locura de la maternidad -y además dormir y tener un momento de relax- si el día solo tiene 24 horas? Me supera. Pero intento ir poco a poco. Aunque siento que no doy la talla cada vez que entro en Pinterest, Instagram, Facebook y todos esos lugares que levantan envidias entre las madres. Hago lo que puedo por ignorar la competición porque, en serio, ¿contra quién se supone que estoy compitiendo? Ya lo sé, contra nadie. Además, ya estoy cansada de preocuparme por este tipo de estupideces.
Así que, aunque no tuvo la oportunidad de tener hijos, Carrie, en cierto modo, es madre, tía y amiga. Sé que le encantaría saber que es todas estas cosas y le estoy eternamente agradecida por sus consejos.
Este post fue publicado originalmente en Momsanity
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