Buenísimo para evitar los infartos. (iStock) |
Hay mucho más que podemos hacer para prevenir las dolencias cardíacas que salir a correr, dejar el tabaco o el alcohol o hacer yoga. Y además, nos gusta mucho
A pocos de nosotros (o a ninguno, para qué engañarnos) le sonará el nombre deJohannes Hinich van Borstel, pero en Alemania es una pequeña celebridad. Sobre todo, porque se ha convertido en una de las estrellas de los Science Slam, competiciones emitidas por la televisión en las que científicos aficionados realizan exposiciones divulgativas sobre determinados temas ante la audiencia, una charla valorada posteriormente por un jurado tanto por su claridad científica como por su capacidad de entretener.
Un nivel de celebridad que le ha permitido publicar ahora su primer libro en inglés, 'Heart: the inside story of our body's most important organ' (Scribe), que también ha sido traducido al francés y que enseña al lector qué puede hacer con su vida para que el corazón no le falle, más allá de las obviedades bien conocidas: no fumar, no beber alcohol (o beber poco), hacer ejercicio físico y todo eso que estamos hartos de escuchar.
A partir de los 50, buenas noticias si eres mujer, ya que el sexo sigue teniendo efectos protectores sobre la salud de tu corazón
Como en las charlas de Science Slam, Hinich van Borstel no inventa nada nuevo, pero sí recoge con gracia algunas de las investigaciones más recientes sobre la salud cardíaca. De entre todas ellas, como ha recogido 'The Telegraph', destaca una, la que le ha servido para promocionar su último libro: hacer el amor (eso sí, con alguien a quien se ama mucho) alarga la vida. Pero no solo eso.
Sexo, sexo y sexo
Hay muchas y muy buenas razones para arrojarse a los brazos del placer, entre ellas, que puede mejorar el funcionamiento de nuestro corazón. O al menos eso aseguró una investigación publicada en 2010 en el 'American Journal of Cardiology' por un grupo de investigadores liderado por Susan Hall. Esta señalaba, a partir de los datos del Estudio del Envejecimiento Masculino de Massachusetts, que aquellos varones que hacían el amor dos veces a la semana tenían un menor riesgo de padecer una dolencia cardíaca que los que lo hacían tan solo una vez al mes.
Esos son los resultados, pero ¿qué debemos entender de ellos? Por lo general, aquellos más dados al disfrute sexual suelen tener una menor presión sanguínea. Además, añade esta vez Von Borstel, el sexo en sí requiere la práctica de ejercicio físico que, como sabemos, previene toda clase de enfermedades. El orgasmo libera diversas hormonas como la oxitocina y la endorfina, lo que contribuye al alivio del estrés y el descenso de la presión sanguínea. El joven médico recomienda que, a poder ser, el sexo se practique con alguien a quien amamos, porque así liberaremos más oxitocina.
Ajo, cebollas y jengibre: tres alimentos que nos ayudan a no sufrir enfermedades cardiovasculares
Eso sí, cuidado si ya no cumples los 50. Como desveló una investigación publicada en el 'Journal of Health and Social Behavior' los hombres de esa edad que hacen el amor una o dos veces por semana tienen más posibilidades de sufrir problemas cardíacos, quizá porque, como señalaba la autora del estudio, Hui Liu, esto “crea más estrés en su sistema cardiovascular al intentar alcanzar el clímax”. Eso sí, la investigación traía buenas noticias para ellas: las mujeres de esa edad seguían disfrutando de las cualidades cardioprotectoras del sexo cuando hacían el amor con frecuencia.
Come ajo
(CC/Alina Zienowicz) |
De acuerdo, quizá sea incompatible con hacer mucho el amor (el olor del aliento después de comer este alimento no es precisamente el mejor), pero si lo nuestro no es el sexo, siempre podemos dedicarnos a comer ajo. Como señalaba una investigación publicada en el 'Journal of Nutrition', “los estudios epidemiológicos muestran una correlación inversa entre el consumo de ajo y la progresión de las enfermedades cardiovasculares”. ¿Qué contiene concretamente este alimento que lo diferencie de otros? Su habilidad de inhibir las encimas que participan en la síntesis de los lípidos, que lo convierte en un alimento especialmente antioxidante.
La clave, explica el doctor, es la alicina, que se libera cuando se fractura, corta o machaca el bulbo del ajo; se recomienda consumir este mezclado con miel o pan, no cocido, y no cocinarlo por encima de los 60 grados puesto que pierde sus propiedades. No es la única comida que nos protege de los infartos y otros problemas cardíacos. Van Borstel también cita el jengibre o las cebollas. Sin embargo, el mejor consejo relacionado con la comida es el previsible: no hay nada como una dieta equilibrada para mantener nuestro corazón sano
Dormir lo justo
La lógica (y un buen puñado de recomendaciones, como la de la Fundación del Corazón) afirma que no hay nada como dormir bien para que nuestro corazón no empiece a dar signos de agotamiento. Van Borstel tiene sus reservas, y recuerda que tan importante es dormir lo suficiente como no dormir demasiado, así que nada de quedarse los sábados en la cama hasta la hora de comer.
Su argumentación se basa en una investigación publicada en la revista 'Sleep' en 2010, que aseguraba que la duración ideal del sueño son siete horas. Más horas (o menos) se relacionaba de manera más estrecha con la posibilidad de sufrir enfermedades cardiovasculares: aquellos que dormían nueve horas al día tenían hasta un 50% más de posibilidades. Además, hay otro factor importante relacionado con nuestros hábitos de sueño: no mantener siempre los mismos (por ejemplo, echándonos siesta tan solo los fines de semana) altera los ritmos circadianos, lo que puede afectar a la manera en que nuestro cuerpo metaboliza el azúcar.
Los infartos de los egipcios
El joven alemán se detiene también en el análisis de los rayos X de las momias de Egipto, que plantean una peculiar pregunta: si no fumaban, no bebían ni vivían estresados como un urbanita del siglo XXI, ¿por qué sufrían tales niveles de arteroesclerosis? El alemán proporciona la respuesta más probable: porque gran parte de su dieta se basaba en el pan hecho con harina blanca, un carbohidrato simple que dispara los niveles de azúcar en sangre y las posibilidades de sufrir sobrepeso, resistencia a la insulina o diabetes de tipo 2. En todas partes (y épocas) cuecen habas: la diferencia se encuentra en que actualmente contamos con mucha más información sobre los alimentos que consumimos.
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