EN la vorágine en que nos encontramos se nos quiere imponer a todos -ya veremos lo que plantea el próximo Gobierno de Rajoy- que sólo con recortes -llamados eufemísticamente austeridad- superaremos la crisis, la sangría de desempleo y la falta de competitividad, sobre todo en relación con Europa, que es la que nos tiene cogidos por el cuello, amén de las desastrosas políticas de la pasada legislatura.
Habrá que esperar a ver como se salvan o se pierden los derechos adquiridos por los ciudadanos en sectores fundamentales como trabajo, sanidad, educación, etcétera. Pero donde se advierten ya, a nivel local, son los recortes municipales en el capítulo cultural, peligrosos, aunque parezcan discretos, porque pueden servir de referencia a otras administraciones. Además del desmantelamiento de patronatos, bibliotecas -caso de la del Zaidín- no se salvan siquiera referencias claves para la proyección cultural de Granada como el Festival Internacional de Música y Danza y la OCG. Al primero se le rebajan 33.500 euros -de 508.500 a 475.000- y a la orquesta, 55.000 -de 1.508.378 a 1.453.378, aparte de lo que se le debe-. El Festival es el único clavo importante en el que colgar la internacionalidad de Granada, por lo que sería un suicidiojibarizar eventos que han de competir en el rico panorama de los Festivales Europeos. La gente no va a desplazarse a la ciudad peor comunicada de Europa para ver o escuchar mediocridades que pueden encontrar en cualquier parte. Véanse los presupuestos de los teatros nacionales, del Maestranza y del resto de Europa para advertir la desproporción existente entre la Granada cultural y lo que se hace en esta materia en otros lugares.
¿Defensa de la cultura que los despistados llaman elitista, como si Beethoven, Falla o Lorca lo fueran? Sí. Sin desatender la popular, el jazz o las jóvenes formaciones de pop o rock, pero sin olvidar prioridades. Y lo digo insistiendo en el Festival de Música y Danza, del que hace más de medio siglo vengo exigiendo la máxima ambición. Tendremos que ver las respuestas para la próxima edición del resto de administraciones -central y autonómica- para poder analizar a fondo el asunto.
La cultura, en todos los ámbitos y parcelas, no debe ser la cenicienta de la crisis -a nivel humano, laboral, artístico y de prestigio-, ni convertirla en una muñequita recortable para ponerle -como en tiempos pretéritos- vestiditos de papel que conformaban las fantasías infantiles. Si no nos podemos cargar los fundamentales derechos sociales adquiridos, tampoco podemos aplastar la labor de años de esfuerzos -60, el Festival; 20, la orquesta- para tener en Granada dos de los pocos focos de proyección que podemos exhibir sin sentir vergüenza propia y aumentar la envidia -¿sana?- y la frustración cuando miramos más allá del círculo provinciano.
Habrá que esperar a ver como se salvan o se pierden los derechos adquiridos por los ciudadanos en sectores fundamentales como trabajo, sanidad, educación, etcétera. Pero donde se advierten ya, a nivel local, son los recortes municipales en el capítulo cultural, peligrosos, aunque parezcan discretos, porque pueden servir de referencia a otras administraciones. Además del desmantelamiento de patronatos, bibliotecas -caso de la del Zaidín- no se salvan siquiera referencias claves para la proyección cultural de Granada como el Festival Internacional de Música y Danza y la OCG. Al primero se le rebajan 33.500 euros -de 508.500 a 475.000- y a la orquesta, 55.000 -de 1.508.378 a 1.453.378, aparte de lo que se le debe-. El Festival es el único clavo importante en el que colgar la internacionalidad de Granada, por lo que sería un suicidiojibarizar eventos que han de competir en el rico panorama de los Festivales Europeos. La gente no va a desplazarse a la ciudad peor comunicada de Europa para ver o escuchar mediocridades que pueden encontrar en cualquier parte. Véanse los presupuestos de los teatros nacionales, del Maestranza y del resto de Europa para advertir la desproporción existente entre la Granada cultural y lo que se hace en esta materia en otros lugares.
¿Defensa de la cultura que los despistados llaman elitista, como si Beethoven, Falla o Lorca lo fueran? Sí. Sin desatender la popular, el jazz o las jóvenes formaciones de pop o rock, pero sin olvidar prioridades. Y lo digo insistiendo en el Festival de Música y Danza, del que hace más de medio siglo vengo exigiendo la máxima ambición. Tendremos que ver las respuestas para la próxima edición del resto de administraciones -central y autonómica- para poder analizar a fondo el asunto.
La cultura, en todos los ámbitos y parcelas, no debe ser la cenicienta de la crisis -a nivel humano, laboral, artístico y de prestigio-, ni convertirla en una muñequita recortable para ponerle -como en tiempos pretéritos- vestiditos de papel que conformaban las fantasías infantiles. Si no nos podemos cargar los fundamentales derechos sociales adquiridos, tampoco podemos aplastar la labor de años de esfuerzos -60, el Festival; 20, la orquesta- para tener en Granada dos de los pocos focos de proyección que podemos exhibir sin sentir vergüenza propia y aumentar la envidia -¿sana?- y la frustración cuando miramos más allá del círculo provinciano.
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