El Museo Memoria de Andalucía, con una inversión de 20 millones y un coste de mantenimiento de dos, no es rentable ni por ingresos ni en visitas. Sobre el terreno, el resto de centros parecen correr la misma suerte
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LARA OCHOA / CRISTINA RIDAO | GRANADA
Un grupo de escolares entra y otro sale. Son las 12 del mediodía. Nadie más accede al Museo Memoria de Andalucía en una hora. «Además de visitas de colegios, entre semana hay unas quince entradas de particulares, el fin de semana algo más», comenta uno de los trabajadores. Las cifras oficiales, sin embargo, arrojan aproximadamente una media de más de trescientos registros diarios.
Durante varios días y a diferentes horas de esta semana tres redactores de IDEAL han visitado algunos de los museos más importantes de la capital para comprobar in situ si detrás del maquillaje de datos de las instituciones hay alguna arruga.
Las estadísticas del Centro Cultural CajaGranada Memoria de Andalucía parecen pintadas con brocha gorda. Según informan, en lo que va de año han recibido 107.341 visitantes, incluyendo las entradas al museo, las salas de exposiciones temporales, teatro, talleres y demás actividades. Aunque no han facilitado los registros propios del museo en sí, la cifra se aleja mucho de las previsiones de más de 250.000 visitantes que manejaba la organización en noviembre de 2008 –meses antes de su apertura– y a su vez parece elevada en comparación con la información recogida por este periódico en el entorno del museo. Sin contar los colegios, aseguran que no reciben ni una veintena de visitantes al día entre semana. Hagan cálculos.
El del Memoria de Andalucía es sólo un ejemplo de la doble realidad que viven los museos. Para cumplir con el papel, este centro debería recibir aproximadamente 300 visitas al día, la Casa de los Tiros más de 150 y otro centenar el Centro José Guerrero. Es cierto que las exposiciones temporales o el día de la semana en el que se visita puede hacer variar esta cifra, pero, visto lo visto, ni así salen las cuentas.
En el coste de mantenimiento de estas salas también hay baile de datos. Abrir el Museo Memoria de Andalucía cuesta dos millones de euros anuales, una cantidad que, como la propia institución admite, supera con creces la de los ingresos –de los que no dan cifras–. Otro millón de euros le supone a la Diputación mantener el Centro José Guerrero. De los museos gestionados por la Junta –Bellas Artes o Casa de los Tiros– no hay datos en Granada. Hay que ir a buscarlos a Sevilla. Los que sí tenían que haber llegado son los de la Casa Museo Manuel de Falla, pero se perdieron en el limbo de Internet cuando se cumplía el plazo máximo para mandarlos para entrar en el reportaje. Un correo electrónico llegó al Ayuntamiento vacío a última hora y ya no hay manera de disponer de los datos hasta el lunes.
Goteo por cercanía
La siguiente parada de la ruta museística es el Centro José Guerrero. Es martes por la mañana. Un grupo de escolares sigue con atención las explicaciones de un guía dentro de la cabaña de madera que hay en la planta baja. En el primer piso, cinco estudiantes chinos de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Viena recorre sin pausa las diferentes salas. En la segunda planta no hay nadie; en la tercera, tampoco. Tras media hora en las instalaciones, los estudiantes ya se han ido y sólo entran al museo una mujer y un hombre extranjero.
La cercanía con la Capilla Real hace que el goteo de gente sea constante, aunque no excesivamente numeroso, como explican a estas improvisadas turistas el personal de seguridad. El jueves por la tardes se vuelve a repetir esta ‘rutina’. Según datos facilitados por el museo, en lo que va de año lo han visitado 36.000 personas, 5.207 en noviembre. Su directora, Yolanda Romero, se muestra satisfecha con estas cifras ya que, de seguir así, lograrán cerrar el año con 38.000 o 40.000 visitantes.
También en el centro de la ciudad, en el barrio del Realejo, se sitúa la Casa de los Tiros. Hasta octubre, según datos de la Junta de Andalucía, el número de visitas era de 46.816. Aquí también hay maquillaje porque no sólo se contabilizan las entradas al museo en sí, sino también las exposiciones permanentes. Y son precisamente estas actividades las que más público atraen, según cuenta uno de sus trabajadores, quien también explica que el museo en sí recibe visitas a cuentagotas.
Dejando atrás el centro, el eje cultural más importante de la ciudad se encuentra, como no, en la Alhambra y su entorno. Allí se ubica, por ejemplo, el Museo de la Alhambra, el de Bellas Artes o la Casa Museo Manuel de Falla. Este último es quizá el peor parado en cuanto a afluencia de visitantes y sus responsables no lo ocultan. En 2010 –no disponen aún de los datos de 2011–, se vendieron 3.838 entradas –aproximadamente el número de registros que tiene la Casa de los Tiros en un mes–. En este caso hay más cartón que trampa ya que los grupos de escolares de 30, 40 o 50 niños se contabilizan como un único ticket. Precisamente, la actividad semanal de este museo –como el de la mayoría– gira en torno a las visitas escolares. Los particulares llegan en su mayoría el fin de semana, normalmente turistas extranjeros (60% de las entradas).
En el polo opuesto en cuanto a registros está el Museo de Bellas Artes –uno de los más visitados de Andalucía–, un dato que tiene que agradecer a su ubicación en el Palacio de Carlos V. Hasta octubre, más de 238.000 personas habían pasado por sus salas. Estas cifras suponen aproximadamente una media diaria de más de 700 personas. A las puertas del museo, en una hora se contabilizó a medio centenar de visitantes. Cojan la calculadora y vuelvan a echar cuentas.
La factura de Cultura
Tanto este museo como la Casa de los Tiros, el Arqueológico y el de la Alhambra dependen de la Consejería de Cultura de la Junta. Su delegado en Granada, Pedro Benzal, explica que es difícil cuantificar la inversión y el coste de mantenimiento porque son datos que están centralizados. Aún así, confirma que a pesar de la crisis, no ha habido reducción en el presupuesto y se muestra satisfecho con la actividad cultural de la ciudad y con el respaldo que reciben en cuanto a número de visitantes. Benzal también avanza que para concienciar al público del coste que supone poner en marcha una exposición o un taller, la Consejería de Cultura tiene la intención de repartir, a partir de enero, facturas –al estilo de las de da Sanidad– entre los asistentes a estos espacios. Medir la cultura en términos de rentabilidad es como juntar el agua con el aceite. No casan bien. Pero ello no impide poner de manifiesto una realidad que se repite, como se ha comprobado, en la mayoría de museos granadinos.
Excepciones aparte, las personas llegan con cuentagotas y la mayoría ‘vive’ entre semana de los niños de los colegios. ¿Cuántos visitantes tendría el Museo de Bellas Artes si no estuviera ubicado en el Palacio de Carlos V? ¿Aumentarían las visitas de la Casa Museo Manuel de Falla si estuviera situado en el centro de la ciudad? ¿Y si el Centro José Guerrero se trasladase al entorno de la Alhambra? Ante situaciones hipotéticas como éstas sólo cabe aventurar respuestas, pero todo parece indicar que podría existir un trasvase de visitantes de unos a otros en función de su ubicación.
Además de los números brutos, otro de los datos preocupantes que esconden las cifras de los museos de la capital es la escasa promoción turística de la que disponen. En la oficina de Información y Turismo situada en el Ayuntamiento de Granada ponen cara de póquer cuando se les pide información de los museos de Granada. No existe un único documento que aúne la información práctica de estos espacios: horarios, tarifas, localización etc. La situación tampoco mejora en el puesto de la plaza Bib-rambla. Es más, una de sus trabajadoras asegura que «nunca» les han pedido información sobre museos. «Tenemos entradas para el Parque de las Ciencias y no vendemos ninguna», indica.
Sea como fuere, lo cierto es que Granada tiene una importante oferta museística –en cuanto a número–, pero su reflejo parece más borroso de lo que pintan las instituciones pertinentes. Aunque en el papel salgan las cuentas, sobre el terreno la perspectiva es otra.
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