El investigador Luis José García Pulido presenta un estudio en el que muestra cómo se han usado los recursos hidrológicos
G. CAPPA GRANADA
Insípida, incolora y, también, un material para los historiadores de primera magnitud. El territorio de la Alhambra: Evolución de un paisaje cultural remarcable, de Luis José García-Pulido, analiza los usos del agua en la Antigüedad y en época andalusí, tomando como hilo conductor los trazados, aprovechamientos y funciones que le otorgaron las distintas civilizaciones.
El estudio, que fue presentado ayer en el Carmen de la Victoria, está articulado en torno a cuatro ejes que en el Cerro del Sol están íntimamente relacionados: la explotación del territorio, la red hidráulica desarrollada, las construcciones erigidas y las infraestructuras viarias que lo han vertebrado a lo largo de la historia.
García-Pulido comienza su estudio con los testimonios basados en las descripciones de los autores romanos Posidonio y Polibio, que fueron transmitidos por Estrabón (69 a. C-17 d. C.). Este geógrafo hizo alusión a la existencia de minas de oro en las Cordilleras Béticas y al empleo de técnicas de minería hidráulica por los pueblos iberos que habitaban estos territorios. Los romanos explotaron a gran escala estos yacimientos y, pasados los siglos, los textos medievales islámicos indican que la extracción de oro de los ríos Genil y Darro continuó en época andalusí, aunque encauzaron los recursos hídricos al cultivo de huertos, jardines, baños, albercas o zonas de recreo. "De esta forma se consiguió transformar el extremo más occidental del Cerro del Sol en uno de los más extraordinarios vergeles del occidente islámico", sostiene el investigador.
La puesta en funcionamiento de la Acequia Real en la primera mitad del siglo XIII por el fundador de la dinastía nazarí "supuso el primer acto planificador de la Alhambra y a la vez aseguró su próspero funcionamiento". Desde que Muhammad I escogió la colina de la Sabika para establecer la ciudad palatina de la Alhambra, los sucesivos monarcas pretendieron "seguir colonizando las alturas que quedaban por encima de la ciudad áulica". En el último tercio del siglo XIV, Muhammad V consiguió la mayor superficie de cultivo posible, mucho más cercana y segura que la de la planicie granadina. "Las explotación agropecuaria del territorio vinculado a la Alhambra se realizó por medio de alquerías situadas en los valles de los ríos Darro y Genil", apunta García-Pulido. Además, se construyeron una serie de almunias reales en el Cerro del Sol orbitando en torno a la Alhambra. "De estos recintos periurbanos sólo ha sobrevivido uno, el Generalife", mientras que del resto sólo se conservan vestigios inconexos.
Tras la conquista cristiana, la red hidráulica se adaptó a las nuevas circunstancias, con una avance de la ganadería y un retroceso de la agricultura. En el siglo XIX, diversas compañías mineras pusieron sus ojos en los yacimientos de oro, reaprovechando viejos trazados y abriendo otros nuevos. La fiebre del oro granadina terminó en nada, pero uno de los canales que se abrieron en este época se volvió a utilizar en la segunda mitad del siglo XX para abastecer de agua a la ciudad de Granada cerrando, de momento, el círculo del agua de la Alhambra.
El estudio, que fue presentado ayer en el Carmen de la Victoria, está articulado en torno a cuatro ejes que en el Cerro del Sol están íntimamente relacionados: la explotación del territorio, la red hidráulica desarrollada, las construcciones erigidas y las infraestructuras viarias que lo han vertebrado a lo largo de la historia.
García-Pulido comienza su estudio con los testimonios basados en las descripciones de los autores romanos Posidonio y Polibio, que fueron transmitidos por Estrabón (69 a. C-17 d. C.). Este geógrafo hizo alusión a la existencia de minas de oro en las Cordilleras Béticas y al empleo de técnicas de minería hidráulica por los pueblos iberos que habitaban estos territorios. Los romanos explotaron a gran escala estos yacimientos y, pasados los siglos, los textos medievales islámicos indican que la extracción de oro de los ríos Genil y Darro continuó en época andalusí, aunque encauzaron los recursos hídricos al cultivo de huertos, jardines, baños, albercas o zonas de recreo. "De esta forma se consiguió transformar el extremo más occidental del Cerro del Sol en uno de los más extraordinarios vergeles del occidente islámico", sostiene el investigador.
La puesta en funcionamiento de la Acequia Real en la primera mitad del siglo XIII por el fundador de la dinastía nazarí "supuso el primer acto planificador de la Alhambra y a la vez aseguró su próspero funcionamiento". Desde que Muhammad I escogió la colina de la Sabika para establecer la ciudad palatina de la Alhambra, los sucesivos monarcas pretendieron "seguir colonizando las alturas que quedaban por encima de la ciudad áulica". En el último tercio del siglo XIV, Muhammad V consiguió la mayor superficie de cultivo posible, mucho más cercana y segura que la de la planicie granadina. "Las explotación agropecuaria del territorio vinculado a la Alhambra se realizó por medio de alquerías situadas en los valles de los ríos Darro y Genil", apunta García-Pulido. Además, se construyeron una serie de almunias reales en el Cerro del Sol orbitando en torno a la Alhambra. "De estos recintos periurbanos sólo ha sobrevivido uno, el Generalife", mientras que del resto sólo se conservan vestigios inconexos.
Tras la conquista cristiana, la red hidráulica se adaptó a las nuevas circunstancias, con una avance de la ganadería y un retroceso de la agricultura. En el siglo XIX, diversas compañías mineras pusieron sus ojos en los yacimientos de oro, reaprovechando viejos trazados y abriendo otros nuevos. La fiebre del oro granadina terminó en nada, pero uno de los canales que se abrieron en este época se volvió a utilizar en la segunda mitad del siglo XX para abastecer de agua a la ciudad de Granada cerrando, de momento, el círculo del agua de la Alhambra.
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