Nuestros antepasados lucharon
por recuperar la memoria de la Mártir de la Libertad, llegando a erigir
el primer monumento civil a una mujer en España
José Vallejo
granada
La
figura de la heroína Mariana Pineda ha sido estudiada prácticamente
desde el mismo momento de su ajusticiamiento en 1831, durante la Década
Ominosa del reinado del otrora deseado, Fernando VII. Mariana fue
elevada a epopeya popular como símbolo de la libertad y la entrega
absoluta, por no traicionar a sus compañeros en la lucha contra el
monarca anticonstitucional, lo que la llevó a ser considerada una
especie de 'santa civil' y elevada a una especie de sacralización laica
que quedó demostrada en su propio monumento.
En 1836, el Ayuntamiento accede a conceder la plaza de Bailén, que ha quedado abierta ante el antiguo Teatro Napoleón -llamado Principal en ese momento y Cervantes posteriormente- para que allí se erija un monumento que recuerde la gloria de la mártir. Esto viene provocado por el cambio político y la búsqueda, aparición e identificación de los restos mortales de Mariana, en el cementerio situado en el pago del Almengol, lindante con el río Beiro y las Eras de Cristo, por encima del barrio de San Lázaro, hoy de los Doctores.
En este año, la ciudad comenzó a rendir culto a la figura de Mariana, celebrándose una serie de actos de desagravio público por parte de los cabildos municipal y eclesiástico, con las ceremonias propias de las honras fúnebres a la familia real durante el Antiguo Régimen, incluido un catafalco en la Catedral, leyéndose ante el cadáver un epicedio cuya argumentación decía: "…esta Gloriosa Heroína pereció víctima del sigilo político sin que se hallase convicta ni confesa de sus consortes ni de su supuesto crimen. El inicuo Pedrosa y algunos otros verdugos fanáticos que aun existen, la exterminaron para adquirir a costa de su vida la gracia de los déspotas. ¡Gloria inmortal a la víctima sacrificada! ¡Maldición eterna y muerte afrentosa a sus exterminadores!"
Culminaron los actos con el encargo de la construcción de una urna funeraria -hoy en el Centro Europeo de las Mujeres en la calle del Águila, última morada de la heroína- y con la intención de dedicar un monumento en la citada plaza de Bailén. Pero la comisión encargada ahondó poco en su cometido y así llegó el año 1839 sin que comenzaran las obras, lo que llevó al empresario teatral Julián Romea a pedir la plaza para erigir el monumento al gran actor Isidoro Máiquez. Esto hizo que se reavivaran los ánimos y, por fin, diera comienzo la construcción del monumento con la colocación de la primera piedra, a las cuatro de la tarde del 26 de mayo. El acto fue acompañado de bandas militares y se depositó una lámina de bronce con el siguiente texto: "Doña Mariana Pineda, natural de esta ciudad, joven y hermosa, perdió la vida en 26 de mayo de 1831 por haber contribuido al sagrado objeto de hacer libre y feliz a la patria. Granada agradecida, representada por su Ayuntamiento Constitucional, consagra este monumento para transmitir a los siglos tan sublime y heroica virtud, y su odio al despotismo y tiranía que inmoló cruelmente esta víctima. En 26 de Mayo de 1839, siendo Reina Constitucional Doña María Isabel II, y por su menor edad Regente del Reino Doña María Cristina de Borbón, restauradora de la libertad española".
Esta placa fue sepultada, y aún debe permanecer allí, dentro de una caja de plomo junto con unas monedas en los cimientos del actual monumento. Al término del acto, un redoble general de tambores llamó al silencio y se procedió a la lectura de unas alocuciones que acabaron con vivas a la Constitución, la reina constitucional y la Libertad. Sin embargo, las obras siguieron yendo lentas, hasta el punto de que no se culminó el monumento hasta 1873. Para todo este proceso histórico es fundamental el trabajo de Ana María Gómez Román y José Manuel Rodríguez Domingo, publicado en el número 39 de los Cuadernos de Arte de la Universidad de Granada y al que hay remitirse si se quiere profundizar más en su historia.
En ese largo periplo de 34 años, el primer encargado de ejecutar un proyecto para la escultura fue el artista imaginero Manuel González, que diseñó una obra alegórica en forma de matrona romana, tocada por un geniecillo alado que personificaba el silencio y la libertad, de cuyo modelo en yeso se conserva la cabeza en el Museo Casa de los Tiros. Esta escultura estaba pensada para ser hecha en bronce, pero su colosal tamaño hacía inviable su realización, por lo que se desechó, encargándose en 1843 un nuevo proyecto a José de Tomás, que tampoco fructificó. En 1855 se convocó un concurso público que ganó Miguel Marín, pero que no se realizó por la entrada de un gobierno moderado que paralizó el proyecto durante nueve años más. Mientras, el pedestal que había sido erigido para 1842 permanecía vacío, aunque con sus inscripciones, lo que era sin duda curioso de ver.
Por fin, en 1865, se decidió cambiar el material de la escultura por mármol y se rescató el proyecto de Miguel Marín que realizó dos versiones, una de las cuales es prácticamente la que hoy centra el espacio de la plaza, quedando inaugurada el 26 de mayo de 1873; en buena parte gracias a la implantación de la Primera República, que aceleró el ya desesperante retraso de un monumento demandado desde el pueblo.
Volviendo a las festividades de 1839, que no dejaron de realizarse en lo sucesivo, rescatamos aquí un fragmento de un texto publicado en la revista La Alhambra, que editaba el Liceo de Granada: "Hace ocho años que Granada presenció estremecida un espectáculo horrible… Una mujer noble y hermosa, Doña Mariana Pineda, murió en el patíbulo a los 26 años de su edad; y murió por causas puramente políticas!!!... Execración y oprobio sobre el gobierno que dio tamaño escándalo a la Europa culta del siglo XIX! Honor y bendiciones a la Porcia granadina que supo llevar a la tumba el nombre de sus cómplices, despreciando las pérfidas sugestiones de sus verdugos!!"
Nuestros antepasados lucharon por recuperar la memoria y virtudes de la Mártir de la Libertad, llegando a erigir el primer monumento civil a una mujer en España. Hoy es lógico que, en aras de esa misma Libertad, sigamos recordando la fecha de su atroz muerte como símbolo de lo ganado y de lo que no debemos perder.
En 1836, el Ayuntamiento accede a conceder la plaza de Bailén, que ha quedado abierta ante el antiguo Teatro Napoleón -llamado Principal en ese momento y Cervantes posteriormente- para que allí se erija un monumento que recuerde la gloria de la mártir. Esto viene provocado por el cambio político y la búsqueda, aparición e identificación de los restos mortales de Mariana, en el cementerio situado en el pago del Almengol, lindante con el río Beiro y las Eras de Cristo, por encima del barrio de San Lázaro, hoy de los Doctores.
En este año, la ciudad comenzó a rendir culto a la figura de Mariana, celebrándose una serie de actos de desagravio público por parte de los cabildos municipal y eclesiástico, con las ceremonias propias de las honras fúnebres a la familia real durante el Antiguo Régimen, incluido un catafalco en la Catedral, leyéndose ante el cadáver un epicedio cuya argumentación decía: "…esta Gloriosa Heroína pereció víctima del sigilo político sin que se hallase convicta ni confesa de sus consortes ni de su supuesto crimen. El inicuo Pedrosa y algunos otros verdugos fanáticos que aun existen, la exterminaron para adquirir a costa de su vida la gracia de los déspotas. ¡Gloria inmortal a la víctima sacrificada! ¡Maldición eterna y muerte afrentosa a sus exterminadores!"
Culminaron los actos con el encargo de la construcción de una urna funeraria -hoy en el Centro Europeo de las Mujeres en la calle del Águila, última morada de la heroína- y con la intención de dedicar un monumento en la citada plaza de Bailén. Pero la comisión encargada ahondó poco en su cometido y así llegó el año 1839 sin que comenzaran las obras, lo que llevó al empresario teatral Julián Romea a pedir la plaza para erigir el monumento al gran actor Isidoro Máiquez. Esto hizo que se reavivaran los ánimos y, por fin, diera comienzo la construcción del monumento con la colocación de la primera piedra, a las cuatro de la tarde del 26 de mayo. El acto fue acompañado de bandas militares y se depositó una lámina de bronce con el siguiente texto: "Doña Mariana Pineda, natural de esta ciudad, joven y hermosa, perdió la vida en 26 de mayo de 1831 por haber contribuido al sagrado objeto de hacer libre y feliz a la patria. Granada agradecida, representada por su Ayuntamiento Constitucional, consagra este monumento para transmitir a los siglos tan sublime y heroica virtud, y su odio al despotismo y tiranía que inmoló cruelmente esta víctima. En 26 de Mayo de 1839, siendo Reina Constitucional Doña María Isabel II, y por su menor edad Regente del Reino Doña María Cristina de Borbón, restauradora de la libertad española".
Esta placa fue sepultada, y aún debe permanecer allí, dentro de una caja de plomo junto con unas monedas en los cimientos del actual monumento. Al término del acto, un redoble general de tambores llamó al silencio y se procedió a la lectura de unas alocuciones que acabaron con vivas a la Constitución, la reina constitucional y la Libertad. Sin embargo, las obras siguieron yendo lentas, hasta el punto de que no se culminó el monumento hasta 1873. Para todo este proceso histórico es fundamental el trabajo de Ana María Gómez Román y José Manuel Rodríguez Domingo, publicado en el número 39 de los Cuadernos de Arte de la Universidad de Granada y al que hay remitirse si se quiere profundizar más en su historia.
En ese largo periplo de 34 años, el primer encargado de ejecutar un proyecto para la escultura fue el artista imaginero Manuel González, que diseñó una obra alegórica en forma de matrona romana, tocada por un geniecillo alado que personificaba el silencio y la libertad, de cuyo modelo en yeso se conserva la cabeza en el Museo Casa de los Tiros. Esta escultura estaba pensada para ser hecha en bronce, pero su colosal tamaño hacía inviable su realización, por lo que se desechó, encargándose en 1843 un nuevo proyecto a José de Tomás, que tampoco fructificó. En 1855 se convocó un concurso público que ganó Miguel Marín, pero que no se realizó por la entrada de un gobierno moderado que paralizó el proyecto durante nueve años más. Mientras, el pedestal que había sido erigido para 1842 permanecía vacío, aunque con sus inscripciones, lo que era sin duda curioso de ver.
Por fin, en 1865, se decidió cambiar el material de la escultura por mármol y se rescató el proyecto de Miguel Marín que realizó dos versiones, una de las cuales es prácticamente la que hoy centra el espacio de la plaza, quedando inaugurada el 26 de mayo de 1873; en buena parte gracias a la implantación de la Primera República, que aceleró el ya desesperante retraso de un monumento demandado desde el pueblo.
Volviendo a las festividades de 1839, que no dejaron de realizarse en lo sucesivo, rescatamos aquí un fragmento de un texto publicado en la revista La Alhambra, que editaba el Liceo de Granada: "Hace ocho años que Granada presenció estremecida un espectáculo horrible… Una mujer noble y hermosa, Doña Mariana Pineda, murió en el patíbulo a los 26 años de su edad; y murió por causas puramente políticas!!!... Execración y oprobio sobre el gobierno que dio tamaño escándalo a la Europa culta del siglo XIX! Honor y bendiciones a la Porcia granadina que supo llevar a la tumba el nombre de sus cómplices, despreciando las pérfidas sugestiones de sus verdugos!!"
Nuestros antepasados lucharon por recuperar la memoria y virtudes de la Mártir de la Libertad, llegando a erigir el primer monumento civil a una mujer en España. Hoy es lógico que, en aras de esa misma Libertad, sigamos recordando la fecha de su atroz muerte como símbolo de lo ganado y de lo que no debemos perder.
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