Un estudio de la revista 'Nature' señala que, en Europa, hicieron suyo el espacio de grutas profundas y construyeron en el mismo estructuras complejas 140.000 años antes del Hombre moderno.
EFE, PARÍS
Los primeros representantes europeos de los Neandertales, cerca de 140.000 años antes del Hombre moderno, hicieron suyo el espacio de grutas profundas y construyeron en el mismo estructuras complejas con ayuda del fuego, una constatación que aporta una visión inédita sobre esos homínidos.
Hasta ahora, la prueba formal más antigua de que los hombres frecuentaban las cuevas se remontaba a 38.000 años, en la caverna francesa de Chauvet (sureste), pero un estudio publicado por la revista Nature data en hace 176.500 una nueva demostración de que se adentraron en las penumbras. La también gruta francesa de Bruniquel, cerca de Toulouse (sur), ofreció ese descubrimiento inesperado: seis estructuras compuestas de estalagmitas o trozos de estalagmitas organizadas de forma más o menos circular, junto a restos de combustión de fuego.
Su organización, según explicó a la prensa en París uno de los líderes de ese estudio, el etnólogo del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) de Francia Jacques Jaubert, no es fruto del azar, pues había elementos fragmentados o superpuestos, y argucias de construcción para mantenerlos en pie. "Evidencia nociones de discusión entre los 'constructores', de reparto del trabajo, de ayuda", destacó el experto sobre un hallazgo que hace de la apropiación del mundo subterráneo un nuevo "criterio de modernidad". En total hay unas 400 estalagmitas o trozos de estas, de un peso estimado global de 2,2 toneladas y que colocadas de forma lineal alcanzarían los 112 metros.
El equipo ha bautizado con el nombre de "speleofacts" esos restos fragmentados y reorganizados, junto a los cuales el uso del fuego demuestra su origen antrópico, y no uno animal o debido al paso del tiempo. Esos restos de fuego, según su interpretación, revelan también que, "mucho antes del Homo Sapiens", los primeros neandertales sabían utilizarlo para circular en un espacio cerrado, lejos de la luz del día.
La composición se halla a 336 metros de la entrada, lo que hace de ella "la más antigua a esa distancia", "la mejor conservada" y "una de las primeras de la historia de la Humanidad", dado que hay otras más antiguas pero con estructuras más fragmentadas o contestadas por la disciplina. Su propia existencia, según los expertos, es en sí misma sorprendente.
El estudio destaca que es "prácticamente única en el registro arqueológico, sea cual sea el periodo", y que, en la Prehistoria, hay que esperar al inicio del Paleolítico reciente en Europa (entre -45.000 y -12.000 años) para detectar las primeras incursiones perennes del hombre en el mundo subterráneo. En Bruniquel, la edad de las estalagmitas es muy anterior a la llegada del Hombre moderno en Europa (-40.000 años), por lo que sus autores serían de los primeros hombres de Neandertal, a quienes no se atribuía ni esa apropiación del espacio subterráneo ni ese domino del fuego ni la capacidad de erigir estructuras tan desarrolladas. La cueva, que estaba cerrada, fue descubierta en 1990 y cinco años después la primera datación, con el método del carbono 14, dio una edad mínima de 47.600 años, el límite que permite esa técnica, a un hueso quemado encontrado en la misma.
A partir de 2013, nuevos análisis basados en las propiedades radiactivas del uranio, que midieron el final del crecimiento de las estalagmitas usadas y el principio de los brotes que salían de estas, permitieron llegar a esa edad media de 176.500 años, con un margen de error de 2.100 años. En esa época se atravesaba un periodo "glaciar, pero dentro de un episodio relativamente húmedo y clemente", añadió el director de investigación en el CNRS Dominique Genty.
Los expertos quieren terminar primero la documentación de lo hallado antes de adentrarse en el terreno de la interpretación. Pero, por eliminación, explican que se puede suponer que no erigieron esas construcciones circulares de piedra a gran profundidad ni por motivos de hábitat ni de alimentación, por lo que podría estar relacionado con un lugar de culto o celebración. Esa es una de las principales preguntas abiertas, en una larga lista que incluye otras como por qué se alejaron tanto de la entrada, en cuánto tiempo lo hicieron o con la ayuda o no de qué materiales. "Estamos casi ante una investigación judicial", bromea Jaubert, entusiasmado ante las perspectivas abiertas sobre los hábitos de esa sociedad.
Hasta ahora, la prueba formal más antigua de que los hombres frecuentaban las cuevas se remontaba a 38.000 años, en la caverna francesa de Chauvet (sureste), pero un estudio publicado por la revista Nature data en hace 176.500 una nueva demostración de que se adentraron en las penumbras. La también gruta francesa de Bruniquel, cerca de Toulouse (sur), ofreció ese descubrimiento inesperado: seis estructuras compuestas de estalagmitas o trozos de estalagmitas organizadas de forma más o menos circular, junto a restos de combustión de fuego.
Su organización, según explicó a la prensa en París uno de los líderes de ese estudio, el etnólogo del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) de Francia Jacques Jaubert, no es fruto del azar, pues había elementos fragmentados o superpuestos, y argucias de construcción para mantenerlos en pie. "Evidencia nociones de discusión entre los 'constructores', de reparto del trabajo, de ayuda", destacó el experto sobre un hallazgo que hace de la apropiación del mundo subterráneo un nuevo "criterio de modernidad". En total hay unas 400 estalagmitas o trozos de estas, de un peso estimado global de 2,2 toneladas y que colocadas de forma lineal alcanzarían los 112 metros.
El equipo ha bautizado con el nombre de "speleofacts" esos restos fragmentados y reorganizados, junto a los cuales el uso del fuego demuestra su origen antrópico, y no uno animal o debido al paso del tiempo. Esos restos de fuego, según su interpretación, revelan también que, "mucho antes del Homo Sapiens", los primeros neandertales sabían utilizarlo para circular en un espacio cerrado, lejos de la luz del día.
La composición se halla a 336 metros de la entrada, lo que hace de ella "la más antigua a esa distancia", "la mejor conservada" y "una de las primeras de la historia de la Humanidad", dado que hay otras más antiguas pero con estructuras más fragmentadas o contestadas por la disciplina. Su propia existencia, según los expertos, es en sí misma sorprendente.
El estudio destaca que es "prácticamente única en el registro arqueológico, sea cual sea el periodo", y que, en la Prehistoria, hay que esperar al inicio del Paleolítico reciente en Europa (entre -45.000 y -12.000 años) para detectar las primeras incursiones perennes del hombre en el mundo subterráneo. En Bruniquel, la edad de las estalagmitas es muy anterior a la llegada del Hombre moderno en Europa (-40.000 años), por lo que sus autores serían de los primeros hombres de Neandertal, a quienes no se atribuía ni esa apropiación del espacio subterráneo ni ese domino del fuego ni la capacidad de erigir estructuras tan desarrolladas. La cueva, que estaba cerrada, fue descubierta en 1990 y cinco años después la primera datación, con el método del carbono 14, dio una edad mínima de 47.600 años, el límite que permite esa técnica, a un hueso quemado encontrado en la misma.
A partir de 2013, nuevos análisis basados en las propiedades radiactivas del uranio, que midieron el final del crecimiento de las estalagmitas usadas y el principio de los brotes que salían de estas, permitieron llegar a esa edad media de 176.500 años, con un margen de error de 2.100 años. En esa época se atravesaba un periodo "glaciar, pero dentro de un episodio relativamente húmedo y clemente", añadió el director de investigación en el CNRS Dominique Genty.
Los expertos quieren terminar primero la documentación de lo hallado antes de adentrarse en el terreno de la interpretación. Pero, por eliminación, explican que se puede suponer que no erigieron esas construcciones circulares de piedra a gran profundidad ni por motivos de hábitat ni de alimentación, por lo que podría estar relacionado con un lugar de culto o celebración. Esa es una de las principales preguntas abiertas, en una larga lista que incluye otras como por qué se alejaron tanto de la entrada, en cuánto tiempo lo hicieron o con la ayuda o no de qué materiales. "Estamos casi ante una investigación judicial", bromea Jaubert, entusiasmado ante las perspectivas abiertas sobre los hábitos de esa sociedad.
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