- El debate sobre las consecuencias que puede tener en las relaciones más íntimas un consumo temprano o desmesurado de ese material vuelve a estar más vivo que nunca
(os canales de pornografía concentran alrededor del treinta por ciento del tráfico por internet (ullstein bild / Getty)
Los números sobre consumo de pornografía por internet marean. Estudios recientes constatan que las búsquedas de estos vídeos suman más que todas las visitas juntas de portales o aplicaciones tan populares como Twitter, Amazon y Netflix. Los canales del porno concentrarían más del treinta por ciento del tráfico de internet. Eso supone cientos de millones de conexiones al mes, pero si se pregunta a los consumidores muy pocos confesarán esa actividad.
El debate sobre las consecuencias que puede tener en las relaciones más íntimas un consumo temprano o desmesurado de ese material vuelve a estar más vivo que nunca. Gail Dines, profesora de sociología en el Wheelock College de Boston y autora del libro Pornolandia: cómo el porno ha secuestrado nuestra sexualidad, ha reabierto la caja de los truenos del porno. Dines se ha erigido en activista antipornografía. Aclara que su planteamiento no tiene nada que ver con la moral (el consumo de pornografía, mientras no haya menores o situaciones forzadas es legal), si no que es “un caso de ciencia”. Esta sexóloga sostiene que las conductas filmadas en la mayoría de esos vídeos proyectan casi siempre la sexualidad como un acto de supremacía de unas personas sobre otras. Y afirma que eso está pasando una cara factura en la forma como esos consumidores se inician en el sexo o encaran sus relaciones íntimas.
El guante lanzado por Gail Dines lo ha recogido al vuelo el gobernador de Utah, Gary Herbert. Firmó la pasada semana una resolución en la que la pornografía se declara como un problema de salud pública en este estado americano. Es una decisión política inédita, aunque sin aplicación legal ya que las autoridades de Utah no tendrán poder para sancionar o prohibir el consumo de pornografía. “Sólo pretendemos que el mundo sepa cuál es nuestra posición con esta materia”, afirmó ese gobernador.
¿Es la solución? Carme Sánchez Martín, codirectora del Institut de Sexologia de Barcelona, considera que medidas como esta no llevan a ninguna parte. “Prohibir o asustar nunca es la solución, y menos con la pornografía que hoy puede consumirse a través de un simple teléfono”. Félix López, escritor y catedrático de Psicología de la Sexualidad de la Universidad de Salaman-ca, coincide con Sánchez. “Es una medida desproporcionada que en ningún caso puede justificarse”, afirma. Y se muestra tajante al considerar que “el consumo de pornografía por parte de un adulto no tiene por qué suponer ningún peligro”. Estas dos posturas chocan, sin embargo, con la tesis de otros sexólogos, como la de Monia Presta, psicóloga de la Universidad La Sapieza de Roma. “Creo que la medida de Utah es buena”, afirma Presta. “El consumo de pornografía –continúa– puede degenerar en una adicción que lleva a un sexo de poca calidad, de baja autoestima y con comportamientos obsesivos”. Esta psicóloga recalca que la satisfacción obtenida por las millones de personas que visitan esas páginas “es efímera”. Y lo razona: “Cuando se conectan disminuye la ansiedad que padecen, pero después les invade un sentimiento de culpabilidad y esa ansiedad reaparece al no ser capaces de vivir una sexualidad normal”.
Culpar sólo de esos cuadros más graves a la industria del porno sería, sin embargo, una injusticia, considera Carme Sánchez, así como señalar sólo a internet como la culpable de que muchos niños empiecen ya a consumir porno con sólo once años. “Lo más preocupante –afirma esta psicóloga– es que desde las administraciones públicas no se imparta una correcta educación sexual a niños y adolescentes” Y compara esta situación con las clases sobre alimentación. “No se trata de prohibir los dulces, lo que hay que hacer es educar para que el niño siga una dieta lo más saludable posible”. Sin políticas claras de educación sexual, el niño que consume pornografía sin poder contrastar lo que ve con un adulto, “puede hacerse una idea muy sesgada de lo que son las relaciones sexuales”, añade.
El enfoque de esos vídeos es otro de los caballos de batalla, en opinión de Sánchez. A su consulta cada día acuden más “hombres acomplejados por el tamaño de su pene (más pequeño que los vistos en los vídeos) o frustrados porque sus coitos no duran tanto como en las películas. Y también mujeres preocupadas porque sus compañeros les proponen conductas que tienen mucho éxito entre la industria del porno y que para ellas resultan denigrantes o violentas”, concluye
La Policía busca a niños obligados a hacer películas
La pornografía tiene muchas caras y una de las más oscuras se refiere a la captación de menores obligados a participar en películas que después se venden para su difusión por la red. La Policía acaba de descabezar en Madrid una de estas bandas, dirigidas por Ignacio Allende, conocido como Torbe. Los agentes piden ahora ayuda para localizar a menores que cayeron en esa trampa y callan.
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