Vamos a tener que volver a las cavernas… a menos que reclamemos nuestros derechos territoriales e históricos
En el actual contexto político en el que Puigdemont y compañía van a desafiar a la democracia y al Estado español en menos de 15 días, quizás nos venga bien a los granadinos preocupados por la unidad de España -casi todos- ponerle un poco de sentido del humor a nuestra actualidad política.
Pero cuando digo nuestra, me refiero a la nuestra más cercana, porque la secesionista está ya más que saturada con opiniones de todo tipo y color. Y yo, si fuera Rajoy, tal vez hubiera convocado un referéndum a nivel nacional sobre la independencia de Cataluña -y de cualquier otro territorio de España- que es lo que procede constitucionalmente -que nos pregunten a todos-, no lo que pretenden los catalanistas, y creo que la decisión de todos los españoles distaría mucho de lo que quiere sólo el 41,1% del censo catalán, frente al 49,4% que no quiere convertirse en un Estado independiente, según el mismísimo barómetro del CIS catalán (CEO) del pasado 21 de julio.
Pero como no soy Rajoy -de lo cual me alegro enormemente-, sino una ciudadana de Granada que lleva viviendo toda su vida en una ciudad y provincia postradas por el olvido intencionado de los dinosaurios del paleontoandalucismo recalcitrante y sevillanista, he llegado a la conclusión de que, sin ferrocarril, sin AVE, sin Metro, sin hospitales completos -que además tienen listas de espera kilométricas-, nuestro presente se encuentra fosilizado en un pasado más propio del mismísimo "jurásico andalú" que del siglo XXI.
Y es que, entre diplodocus, megalodones, velociraptores y tiranosaurius rex -aunque me permito una licencia, porque éstos eran del cretácico- anda el parque jurásico a lo "mi arma" de la política de esta Comunidad Autónoma, petrificados en la entelequia de una Andalucía inexistente, por lo menos durante más de 7 siglos -desde 1238 hasta 1978- en los que el Reino de Granada -ya nazarí, ya cristiano- ha existido como territorio independiente, tal y como incluso consta en el escudo de la actual bandera de España.
Y siendo el primer tiranosaurus rex de la actual fosilización de nuestro territorio un propio granadino, Javier de Burgos, no es de extrañar que luego aparecieran megalodones como Blas Infante para apostillar el ostracismo de Granada con una ideología inventada, o presidentes autonómicos velociraptores que han rapiñado lo poco que nos quedaba, como la gestión de la Alhambra o de Sierra Nevada. Increíble… ¿por qué no gestionamos desde aquí la Torre del Oro o la Plaza de España?
Y es que la voracidad sevillana que seriamente padecemos los granadinos, es más propia de los especínemes del jurásico que de una nación en la que debe prevalecer la igualdad entre territorios, tal y como se infiere de nuestra Carta Magna. Pero es que el paleontoandalucismo sevillanista ha llegado a la conclusión de que los granadinos nos hemos quedado fosilizados en el hombre de Orce. Y a este paso, vamos a tener que volver a las cavernas… a menos que salgamos de este territorio de ficción y reclamemos nuestros derechos territoriales e históricos para transportar a Granada desde el jurásico andaluz al siglo XXI.
Como está el patio nacional, ruego me disculpen esta licencia jurásica…
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