Un hombre muestra un panal de abejas
Los tejados del centro histórico de Praga albergan un inesperado y dulce secreto, en forma de colmenas que producen una de las mejores mieles del país centroeuropeo.
Tal y como sucede también en otras ciudades, como Viena, Berlín o Londres, la azotea del consistorio capitolino, del Teatro Nacional, del Rudolfinum, sede de la Filarmónica Checa, del Jardín Botánico, de la estación de tren de Vrsovice, o varios hoteles de Praga sirven como hábitat para estos insectos.
La presencia de las abejas, transportando el polen en su patas y fecundado las flores, ha hecho que la capital checa, una de las ciudades más turísticas de Europa, sea hoy "un poco más saludable", asegura Zdenek Ruzicka, el colmenero del Ayuntamiento de Praga, que alberga desde hace dos años seis colmenas.
Es que la principal función de las abejas es fecundar y gracias a eso las plantas son más resistentes, sanas, y mejores, explica el experto en declaraciones a Efe en la capital checa.
En ese contexto, Ruzicka recuerda unas palabras del legendario científico Albert Einstein de que "si no hay abejas, en cuatro años no habrá seres humanos".
En medio de un paisaje urbano hecho de asfalto, a ratos interrumpido por adoquines, de cubiertas de tejas color arcilla, de sillares centenarios de edificios e iglesias, pero también en medio del humo de coches y chimeneas de gas, las abejas acumulan el néctar y polen que han recogido de árboles y plantas cercanos.
A diferencia del campo, donde suelen prevalecer los monocultivos con fertilizantes químicos, las abejas en centros urbanos tienen acceso a una variedad de flores que hace de su miel un manjar especial y único.
"Por su calidad y tipo, esta miel de la ciudad es de más calidad que la de los pueblos, porque aquí sale directamente del néctar de las flores", asegura Ruzicka.
"Los más importante para la calidad de la miel es la variedad. Se ve en los colores del polen que acumulan en el panal. Cada celda tiene otro color. Es necesario que haya muchos tipos de flor y aquí los hay", corrobora el colmenero.
Con el brazo señala hacia los parques de Petrin y Letna, a menos de un kilómetro de distancia.
También se refiere a un ejemplar de árbol de las abejas (Evodia Hupehensis) situado a dos manzanas y que florece por estas fechas, sirviendo de alimento a las abejas praguenses.
Una abeja puede volar hasta seis kilómetros para recoger el polen, la principal fuente de proteínas para alimentar a las larvas, y el néctar, que le da energía para vivir.
Praga "tiene además la ventaja de que en los parques hay riego automático y durante la época seca los árboles mantienen cierta humedad, y no se usa ningún tipo de insecticidas. Gracias a esto hay flores y néctar para las abejas", explica Ruzicka.
Las seis colmenas situadas en la cubierta del consistorio praguense se producen unos 250 kilos de miel, que el Ayuntamiento suele envasar en pequeñas botellas que llevan el nombre de "Lágrima de la Praga Dorada".
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