TRIBUNA
Vivimos en un mundo dominado, dice Francisco, por "una economía que mata", que produce la muerte de millones de personas. ¡Éste es el más grave de todos los pecados!
Los obispos y el papa Francisco |
Al parecer hay muchos obispos que de fachada y de imagen pública aparecen como si estuvieran en sintonía con el papa Francisco. Pero viven con desagrado y en desacuerdo interior y práctico con los gestos, la orientación y el modelo de Iglesia del actual Obispo de Roma. Incluso niegan la verdad, afirmando que todo sigue igual, que el Papa no ha cambiado ni puede cambiar nada. Aquel viejo aforismo clásico "Roma locuta, causa finita", ha perdido valor para bastantes de nuestros obispos y dirigentes.
Desean, aunque no lo manifiesten en público, que se cierre el ciclo del papa Francisco, a fin de volver a la situación eclesial que le precedió. Para ellos mucho más tranquila y confortable, sin nadie que les haga sombra y que les saque se sus esquemas tradicionalistas, auto referenciales, de funcionarios de lo sagrado. Desean que aparezca, como agua de mayo, un posible Pío XIII, un Juan Pablo III o un Benedicto XVII, que, además de poner las cosas en su sitio, sea joven.
Francisco, para algunos, especialmente obispos, es un mal sueño, un paréntesis del que esperan liberarse cuanto antes. Por eso, apenas citan a este Papa y cuando citan algunos de sus textos, los desgracian, como solía manifestar el erudito deán de la Catedral de Málaga, Alfonso Fernández Casamayor (q.e.p.d.).
La renovación de la Iglesia que quiere Francisco está amortiguada, silenciada, boicoteada en muchos niveles. Los obispos vascos lo han demostrado hace varias semanas al negar que la Facultad de Teología de Vitoria, con motivo de celebrar el 50º Aniversario de su apertura, conceda el título de doctor honoris causa al eminente y querido teólogo José Antonio Pagola. Como es sabido, la Congregación romana de la Doctrina de la Fe se pronunció hace años afirmando que la obra de Pagola, (que ha sido traducida a una docena de lenguas, entre ellas al inglés, japonés, chino y ruso) no contiene ninguna doctrina herética contraria a la fe.
Estoy convencido de que estos obispos, si pudieran, corregirían al propio papa Francisco. No cabe duda que las palabras y los escritos de Francisco presentan muchas similitudes con la obra de Pagola. Esta actitud de los obispos vascos nos manifiesta que están aún muy lejos del papa Francisco y del pueblo de Dios a ellos encomendado.
Me parece de suma gravedad el que unos obispos no sintonicen ni con su pueblo ni con el que en este momento preside la Iglesia universal. Esperamos que el espíritu del Resucitado les convierta a la novedad y a la sorpresa del Evangelio de la paz y de la justicia, especialmente para los más débiles de nuestra sociedad. Esperamos que la primavera de Francisco llegue a sus corazones y los colme de valor. Me da pena tener que decir estas cosas, pero no puedo dejar de manifestar lo que muchas personas sentimos y sufrimos en nuestra Iglesia.
Quizá lo que más molesta a nuestros dirigentes es que Francisco ha puesto en la actualidad algunas cuestiones que estaban dichas, pero olvidadas. Y ha esbozado algunas propuestas de futuro, sencillas pero con mucha garra. Si nos fijamos en la doctrina moral, podemos afirmar que hoy en la Iglesia católica hay un cambio de paradigma. Se va estableciendo una jerarquía de verdades en la moral. Antes todo se consideraba igual. Por ejemplo, desde el siglo XVI, en materia de moral sexual, cualquier pensamiento deshonesto consentido era pecado mortal y no existía ninguna consideración de situaciones diferentes. En este tema no había, decían los entendidos, parvedad de materia. Hoy estamos descubriendo que hay una jerarquización de principios morales. Hoy lo que resulta gravísimo es que mueran a diario miles de niños por causas evitables o clama al cielo la situación de tantos millones de personas desplazadas que sufren y mueren cuando huyen de la guerra y la miseria y no encuentran acogida. Ese modo de vivir la moral, esa jerarquía de verdades y comportamientos morales, es algo nuevo y se va imponiendo ya en el pensamiento de la Iglesia.
Hoy damos más importancia al llamado "pecado estructural", o como dice el Evangelio, al "pecado del mundo", que es como una forma de expresar con más coherencia el llamado "pecado original". Vivimos en un mundo dominado, dice Francisco, por "una economía que mata", que produce la muerte de millones de personas. ¡Éste es el más grave de todos los pecados! Nosotros, como personas y como creyentes, estamos llamados a trabajar con empeño por ir sembrando pequeñas alternativas sociales, humanitarias y renovadoras ante las situaciones de injusticias que se viven en este mundo globalizado. Aun sabiendo, como dice el dicho zen, que "la semilla nunca verá la flor".
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