TRIBUNA
La amenaza real se llama inteligencia artificial |
Parece que hay consenso entre el mundo académico y el profesional en que llegaremos a desarrollar la superinteligencia (aquella que sobrepase a la humana desde una perspectiva holística) en un marco temporal en torno a 100 años. Es sabido que esto tendrá serias implicaciones para la humanidad y una de las más importantes es la posibilidad de que la automatización, que se deriva de los avances en inteligencia artificial (IA), sustituya el 100% de las labores que actualmente realizamos los humanos y por las que percibimos una contrapartida económica, eso que llamamos trabajo.
De hecho, ya empieza a ser preocupación entre la población española. La encuesta de la Fundación Cotec publicada estos días sobre el mercado laboral muestra que el 67% de los españoles considera que, en 15 años, muchos de los empleos presentes serán realizados por robots, aunque existe la esperanza de que se crearán otros nuevos.
Los robots ya no sólo forman parte de las películas de ciencia ficción. El 15 de julio pasado, la persona que nos ha permitido conducir un Tesla y nos quiere llevar a Marte en 2020, Elon Musk, transmitió a toda una Asociación de Gobernadores Americanos la conveniencia de incrementar el control regulatorio sobre la que considera mayor amenaza para la humanidad. "No podemos esperar a que los robots vayan matando gente por la calle", les decía, entre otros mensajes alarmantes.
Pero antes de que esto ocurra (y esperemos que no) se producirán avances en IA que perfeccionarán áreas específicas como el reconocimiento de la voz, traducción o identificación de objetos en imágenes y vídeo. No hay que esperar mucho. Es una realidad. Curiosamente, las compañías que disponen de los motores de búsqueda por internet más importantes del mundo, como Google y Baidu (para China), son las que más están invirtiendo en estas tecnologías. Los que llevamos tiempo utilizando el traductor de Google, observamos el impresionante progreso realizado en la calidad de sus traducciones. También nos hemos acostumbrado a ver cómo de entre el volumen de fotos que almacenamos en nuestro móvil, éste es capaz de agrupar de forma automática aquellas donde aparece nuestro mejor amigo.
Estos son meros ejemplos de cómo, en muy poco tiempo, se verán amenazadas profesiones relacionadas con la traducción, tutorización, transporte, legal, trading o salud. No sólo las poco especializadas, sino en todos los niveles de las cadenas de producción, gestión o administración. Aunque esto significa también inyecciones muy importantes de recursos económicos que generarán nuevos negocios y, por tanto, trabajos que irán apareciendo alrededor de éstos.
Concretamente, la escuela de negocios del Instituto Tecnológico de Massachusetts, MIT Sloan, en relación a los trabajos creados por la industria de la IA, cita 3 ejemplos muy interesantes de desconocidas profesiones que serán necesarias para desarrollar y mantener dichos sistemas inteligentes.
En primer lugar, serán necesarios los entrenadores (trainers), personas que se especialicen en enseñar a los sistemas de IA y les digan cómo imitar el comportamiento humano. En el plano objetivo, etiquetando correctamente imágenes o sonidos. Un ejemplo real lo tenemos en la plataforma Spare5, donde se puede ganar dinero sencillamente etiquetando imágenes o porciones de ellas, para que posteriormente sirva a las empresas en el entrenamiento de sus algoritmos de aprendizaje. En el plano subjetivo, enseñando a los sistemas inteligentes a imitar emociones humanas como, por ejemplo, el software de Kemoko que dota de empatía a asistentes virtuales que responden a nuestras preguntas según el estado de ánimo en el que nos encontramos. Un puesto de trabajo en este primer bloque sería el de entrenador global, que velaría porque las distintas perspectivas culturales estuvieran recogidas en el algoritmo.
En segundo lugar, nos encontramos con los intérpretes (explainers). Estos cubrirán el hueco que se produce entre los profesionales tecnólogos y los de negocio. Esta es una necesidad creciente pues los sistemas de IA son cada vez más opacos. Ellos tendrán que explicar a las personas no técnicas de la organización en qué consisten los algoritmos y cómo funcionan por dentro para saber si se adaptan a sus necesidades. Por ejemplo, los futuros analistas de transparencia clasificarán los niveles de opacidad en los algoritmos y mantendrán un inventario de ellos.
Finalmente, los sostenedores (sustainers) se preocuparán de que los sistemas inteligentes hagan realmente aquello para lo que fueron designados y de que no realicen acciones indeseadas. Se crearán puestos de trabajo como los de responsables de ética, que garantizarán que se cumpla la moral y los valores humanos, o los economistas de la automatización, que valorarán el coste de la no calidad en el funcionamiento de las máquinas. El objetivo de esas personas es generar la confianza que, en la actualidad, no existe sobre los sistemas de IA.
Nuevas ocupaciones para un nuevo escenario. Quizá no sea tan dramático. El posthumanismo empieza a ser una fascinante preocupación.
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