Píñar es un municipio situado en la comarca de los Montes Orientales que consta de dos núcleos principales de población, el pueblo de Píñar y el anejo de Bogarre. La visita a este mágico pueblo la hice de la mano de su alcalde Eloy García, al cual agradezco su tiempo y dedicación a este contador de historias.
Según me comentó, el nombre de Píñar puede provenir de la forma del montículo aislado que corona la majestuosa silueta de su castillo medieval, cuyos largos lienzos de muralla y altas torres son visibles a muchos kilómetros de distancia. El hallazgo de la escultura de bronce, El Togado de Períate en el cortijo del mismo nombre, nos da una idea de la importancia de este territorio en la época romana. Se cree que representa al emperador Claudio el Gótico.
Durante el reino nazarí el territorio de los Montes Orientales, y Píñar en particular, adquirió un papel importante, constituyéndose en una zona fronteriza y siendo un enclave estratégico de la defensa del Reino de Granada. Testigo de su importancia son los restos del Castillo de Píñar, situado en la sierra que lleva su nombre. Los paisajes que se divisan desde los muros y torres son impresionantes, punto indispensable de vigía y comunicación con las atalayas de la provincia. El acceso y disfrute de estos paisajes se facilita con senderos y recorridos por el entorno, siendo la Ruta de los Miradores un paseo imprescindible con balcones que se asoman a los tajos del castillo, ofreciendo una impresionante panorámica de todo el municipio. Fue Al-Mandarín, su último alcaide, que hastiado de las conjuras e intrigas de la corte nazarí se exilió a Berbería refundando la ciudad de Tetuán.
Dentro de la oferta turística destacan las cuevas, siendo muchas de ellas habitadas desde época prehistórica, como la cueva de Meye, Confites y Carigüela. En esta última se han encontrado restos antropológicos de la época de Neanderthal. Algunos restos se pueden ver en el Centro Turístico del municipio, donde la exposición la preside una foto del piñero más internacional, el maestro y amigo Tico Medina, en uno de sus viajes por el ancho mundo.
Sin lugar a dudas, la Cueva de las Ventanas es única en la provincia de Granada. Está totalmente acondicionada para la visita turística e incluso preparada para ser recorrida por personas con discapacidad. Lugar de encuentro y descubrimiento, es un paraje sin igual por estas tierras y visita obligada hacia un legado histórico que todo granadino debería conocer y preservar. Un apasionante viaje a la prehistoria con un recorrido de una hora aproximadamente recreando la vida de los primeros humanos que habitaban las cuevas.
Las recreaciones del modo de vida de estos pobladores realizadas en el interior de la cueva son un aliciente para el visitante, donde las guías explican con todo lujo de detalles la historia y la formación de la cueva. En este fascinante viaje al interior de la tierra podemos ver la sala de los Desprendimientos, la sala de las Piletas de unos treinta metros de diámetro, adornada por estalactitas, estalagmitas y bellas coladas. En uno de sus márgenes está el mirador Barranco Grande, de unos veinte metros de profundidad, y siguiendo el camino señalado se llega a una zona que se adentra hacia la gran cornisa. A continuación, el Puente, donde se ven arcos de roca natural en una enrevesada galería conocida con el nombre de Sala de las Columnas, llena de precipicios y magníficos ejemplares de colgaduras estalagmíticas. Aquí se encuentra el auditórium, que cuenta con actuaciones musicales a lo largo del año y un consolidado festival de verano que recorre durante ocho fines de semana diferentes estilos musicales.
De la cornisa se desciende por una serie de rampas metálicas en el interior de un barranco para entrar por una ventana de la pared opuesta a la cornisa, y de ahí un camino que asciende en zig zag, conocido como Cuesta de la Lluvia, que nos lleva a la Sala de los Priores por las dos grandes estalagmitas que se localizan en ella. En el techo se abre una ventana a un piso superior conocido como la Cerería y Sala Londres. El recorrido finaliza con la visita de nuevo a la Sala de Entrada, tras recorrer unos 500 metros de salas y galerías. Descubrir estas 'ventanas' al centro de la tierra es una gran aventura, digna maravilla que nos ha dejado la madre tierra.
La localidad celebra sus fiestas en dos fechas distintas. Por un lado, el 4 de mayo en Píñar se organizan las Fiestas Patronales en honor a Santa Mónica, siendo el 13 de junio en Bogarre el día indicado para celebrar el día de San Antonio de Padua.
Los colmillos relucían al sol de la mañana. Los hocicos de aquellas tres bestias segregaban saliva pensando en el festín que se darían con aquella humana. Rodeada de tres grandes hienas, la muchacha temblaba de miedo sabiendo que esa mañana iba a ser el sustento de las fieras. Maldito el momento en que se alejó de su tribu. El escaso alimento de su zona había hecho que se alejara demasiado de los lugares donde recolectaba frutos salvajes. En sus ansias de escapar, había huido hasta el filo de un gran desfiladero de más de treinta metros y, delante, las tres sanguinarias hienas, por las que ya no tenía escapatoria.
Las mantenía a raya con una fina lanza que apenas les asustaba, sus fuerzas estaban al límite y mirando al vacío se preparó para saltar antes de ser devorada por las fauces. Cuando, de pronto, la más cercana soltó un aullido desgarrador y cayó muerta a sus pies con la cabeza destrozada de una pedrada. El hombre de complexión fuerte se interpuso con un tronco de árbol en las manos. La segunda fiera saltó sin miramientos hacia el nuevo manjar, creyendo que podría matarlo de una dentellada. La otra, al contrario, atacó por debajo buscando las entrañas. El tronco voló por el aire yendo a impactar al segundo animal que se despeñó por las rocas del desfiladero. La tercera llegó a su objetivo mordiendo con saña el muslo del hombre. El grito desgarrador hizo reaccionar a la chica que con su fina lanza atravesó el cuerpo del animal que soltó su presa al saber que estaba herida de muerte.
El hombre tendido en el suelo sangraba abundantemente y la joven cautelosa se acercó con precaución pues no había visto nunca a un hombre como ese, tan fuerte y peludo con la frente plana y cara de mono. Apenas entendía lo que decía, sólo daba gruñidos. Ella era más delgada y su cabeza más pequeña, con la frente alta. Miró la herida de su salvador y con presteza cogió una de sus pieles presionando sobre la herida atándola fuertemente con una cuerda de esparto. Después, le ayudó a levantarse, pero no podía caminar. Tendría que quedarse allí mientras ella pedía ayuda a su tribu. El hombre la miró como si supiera lo que estaba pensando cuando con un movimiento de la mano le dijo que se fuera.
-Si vuelven más hienas no podrá defenderse, pensó Luk.
-Él me ha salvado y le debo la vida, me quedaré hasta que mejore y seguro que los míos me buscarán cuando vean que no regreso.
La noche se acercaba con un intenso frío. El hombre hizo señas para que acercara una rama de árbol donde poder apoyarse. Su herida había dejado de sangrar y se encontraba mejor. Empezó a andar cojeando, ella le siguió entre las rocas del desfiladero y poco a poco Luk descubrió un sendero oculto que llegaba hasta una enorme cueva escondida entre la maleza. Allí, el hombre tenía algunos utensilios cuchillos y hachas de sílex, cuernos de distintos tamaños y cráneos de animales que servían de cuencos. Luk miró todo con asombro y descubrió su refugio. El hombre se dejó caer para descansar después del esfuerzo y cayó en un sueño profundo. Luk vio como la oscuridad se adueñaba de todo a su alrededor y sintió miedo. Ella también se acurrucó junto a aquel extraño hombre que parecía ser joven aunque sus facciones eran duras. Al calor que sus cuerpos desprendían, se quedó dormida.
A la mañana siguiente el hombre estaba dándose un festín de carne cruda que ofreció a la joven que la cogió con reservas y después de mirarla la dejó en una piedra. Con un trozo de palo y un poco de hierbas secas frotando enérgicamente hizo fuego. Aquello asustó al hombre que se retiró a una esquina de la cueva, observando cómo su invitada controlaba al fuego.
Después de comer la carne asada, Luk le dijo por señas que se marchaba con su tribu, que regresaría al día siguiente a curarle la herida. Al cabo de un buen rato volvió a verla en la entrada de la cueva llorando, no sabía regresar a su tribu. Él le cogió la mano y la llevó a donde antes había creado el fuego, allí le explicó que él sería su tribu y que aprenderían el uno del otro. Cada cual aportaría su saber para mantenerse vivos juntos.
Ella, aparte de darle muchos hijos, le enseñó a controlar el fuego, fabricar utensilios de barro, utilizar el esparto, recolectar frutas y verduras y muchas otras cosas necesarias. Él le proveyó de carne y pieles, enseñándole a conocer las huellas de los animales para darle caza, a prever y abastecerse antes de la llegada del invierno y muchas otras cosas para sobrevivir en un mundo prehistórico.
Ella provenía de los nuevos pobladores de Europa los Homo sapiens. Él era de los antiguos pobladores de Iberia, los Neanderthales.
¿Quién sabe si el hombre de hoy no lleva mezcla de ambos? Quizás la Cueva de las Ventanas conozca el secreto.
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