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Lo primero que quiero decir es que me incomoda mucho hablar de mis opciones personales, mis preferencias y mis visiones. No creo que mi forma de ver los conflictos sea especialmente buena, ni que las decisiones que yo tomo salgan de unos principios y valores que el resto del mundo deba compartir. Me gusta apuntar temas que creo que son importantes para que la gente tome sus decisiones, pero me incomoda explicar las conclusiones a las que yo he llegado o creo que ellos deberían llegar. De todos modos, hoy y aquí haré una excepción. Y la hago porque veo muy pocas voces diciendo lo que yo siento en este debate, y porque me parece especialmente importante aportar tantas visiones como sean posibles al debate para ver si rompemos la dinámica actual de polarización y debate bipolar. Voy a expresar mi opinión, sabiendo que es solo una de tantas y quiero dejar muy claro desde el principio que no me parece que tenga más valor que las opiniones de otros.
No voy a votar el domingo porque, aunque creo que la independencia de Cataluña es un tema que se debería poder votar en referéndum (las condiciones y el momento son otro tema), no creo que esta decisión la pueda tomar Cataluña de forma unilateral. No le atribuyo esta soberanía, si lo queréis expresar en los términos muchas veces definidos por el independentismo. No me parece que haya condiciones para justificar una actuación no pactada con el gobierno de España por parte del gobierno catalán, ni creo que la voluntad de muchos de sus ciudadanos (más o menos la mitad) de ser independientes sea suficiente justificación como para atribuirle a Cataluña la capacidad de decidir soberanamente y sin pactar con el resto de España su futuro.
Entiendo y respeto a los que creen que Cataluña sí está legitimada para actuar de forma unilateral, a los que creen que no debe pedir permiso para celebrar un referéndum, y a los que creen que la soberanía no se pide, pero no lo comparto. Creo que en un contexto de democracia (imperfecta, pero democracia establecida) como la España actual, y en una sociedad tan diversa y dividida como la catalana, jamás se debería haber optado por una vía unilateral. Por más complicada que fuera la solución, por más paciencia que requiriera, me parece una irresponsabilidad el haber hecho creer que el conflicto se podía solucionar sin el pacto y el beneplácito de las instituciones españolas. Especialmente porque el no pacto tiene unos costes altísimos que ni se han explicado ni se han aceptado. Y por eso no creo que votar en el referéndum y legitimar la vía unilateral iniciada por las instituciones catalanas sea una buena idea.
No voy a votar el domingo, porque creo que la única salida a la situación actual es que todo el mundo deje de intentar imponer su proyecto para sentarse en una mesa a hablar de posibles soluciones que no implique humillar al otro.
También entiendo a los que, sin tener muy claro que el referéndum del domingo sea una buena opción, sienten la tentación de ir a votar para expresar su frustración con la reacción del gobierno del Partido Popular. Sin embargo, creo que dos males no hacen un bien, y que uno no se puede quejar de la falta de voluntad de dialogo, mientras participa en un acto que sale precisamente del levantarse de la mesa en el momento en el que el dialogo dejó de funcionar.
No voy a votar el domingo, porque participar es legitimar la opción de levantarse de la mesa cuando la negociación no va como uno esperaba. Es legitimar el saltarse la legalidad y atribuirse poderes no reconocidos por la ley sólo porque el otro lado no está dispuesto a mantener una conversación que tu sí quieres tener. Una participación alta el domingo no solo no va a servir para castigar al PP, además, alejará, aún más, la solución al problema. Porque se habrá legitimado, una vez más, la idea de que no pasa nada por ignorar al adversario cuando el adversario no te ofrece lo que tu querías. Porque se habrán tensado más las relaciones y roto más confianzas. Porque se habrá dado una vuelta de tuerca más en la dinámica deshumanización y ridiculización de aquellos que piensan distinto.
No voy a votar el domingo, porque creo que la única salida a la situación actual es que todo el mundo deje de intentar imponer su proyecto para sentarse en una mesa a hablar de posibles soluciones que no implique humillar al otro. Porque no creo en la unilateralidad en contextos y temas tan complejos. Porque quiero poder expresar mi rechazo a que el gobierno español haya permitido que la situación haya llegado tan lejos cuando desde 2010 sabía que había un problema, sin tener, por eso, que justificar aquellos que no han hecho nada para calmar los ánimos en los últimos meses y que se han dedicado a ignorar la diversidad interna de la Comunidad que supuestamente lideran. No voy a votar el domingo, pero no quiero que ni por un momento el Partido Popular y su gobierno se crean que esto significa que me parece bien lo que han hecho. El problema catalán está más lejos de solucionarse que nunca y más les vale ponerse las pilas a partir del día 2 para reconstruir los puentes que se han dedicado a dinamitar de forma absolutamente irresponsable.
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