Un estudio validado por la OMS demuestra que los estados que desarrollan normativas más estrictas con las empresas de comida rápida presentan mejores resultados en salud.
RAMIRO NAVARRO
Históricamente ha existido un debate abierto sobre el rol intervencionista del estado a la hora de regular y controlar a determinadas empresas si su actividad tiene un impacto considerable en la salud de la población. Igual que ocurre con las tabaqueras y los productos del tabaco, en algunos países se han aplicado normas dirigidas a la industria alimentaria, a la conocida como comida basura. Un estudio ha querido sentar algunas bases sobre el efecto del consumo de la comida rápida en el índice de masa corporal promedio de la población (IMC) y explorar a su vez la posible influencia de la desregulación del mercado en el consumo de comida rápida y el IMC. ¿Pueden las políticas de desregulación del mercado contribuir a la epidemia de obesidad, al facilitar la difusión de la comida rápida?. La respuesta de Roberto De Vogli (Universidad de California, Estados Unidos), Anne Kouvonen (Universidad Queens en Belfast, Irlanda del Norte), y David Gimeno (Universidad de Texas) es que sí. Si las empresas de comida rápida crecen y crecen en un país, el índice de masa corporal medio de la población también lo hace. Los gobiernos podrían frenar e incluso revertir la creciente epidemia de sobrepeso y obesidad, que puede tener consecuencias graves para la salud a largo plazo, como diabetes, enfermedades cardiacas, derrame cerebral y cáncer.
Su objetio fue examinar los efectos de la desregulación de la economía, incluidos los sectores de la agricultura y alimentación, y el consiguiente aumento de las transacciones de comida rápida, en la obesidad a lo largo del tiempo. Los autores adoptaron un enfoque nuevo que consistió en tomar datos sobre el número de transacciones de comida rápida por habitante entre 1999 y 2008 en 25 de países de ingresos altos y los compararon con las cifras sobre el índice de masa corporal (IMC) en los mismos países durante el mismo periodo de tiempo, como indicación del consumo de comida rápida. Se considera que una persona con un IMC de 25 o más tiene sobrepeso, siendo obesa la que posee un IMC de 30 o más. Según recoge Europa Press, los investigadores hallaron que mientras que el número medio de transacciones anuales de comida rápida por habitante aumentó de 26,61 a 32,76, el IMC promedio creció de 25,8 a 26,4. Por tanto, cada aumento de una unidad en el número medio de transacciones anuales de comida rápida por habitante se asoció con un aumento del 0,0329 en el IMC durante el periodo de estudio.
"A menos que los gobiernos tomen medidas para regular sus economías, la mano invisible del mercado continuará promoviendo la obesidad en todo el mundo, con consecuencias desastrosas para el futuro de la salud pública y la productividad económica", afirma el autor principal, Roberto De Vogli, del Departamento de Ciencias de la Salud Pública de la Universidad de California, Davis, en Estados Unidos.
El análisis se centra en países de altos ingresos, pero "casi todos los países han experimentado un proceso de desregulación de los mercados y globalización, sobre todo en las últimas tres décadas", dijo De Vogli. Las cifras del IMC también muestran hasta qué punto los problemas de sobrepeso y obesidad se han generalizado y que, por término medio, personas que viven en los 25 países analizados tienen sobrepeso o lo han tenido en los últimos 15 años. El número medio de transacciones anuales de comida rápida por habitante aumentó en los 25 países. Los mayores incremetos sucedieron en Canadá (16,6 transacciones por habitante), Australia (14,7), Irlanda (12,3) y Nueva Zelanda (10,1), mientras que la subida de estas transacciones de 'fast-food' fue menor en los países con una regulación de mercado más estricta, como Italia (1,5), Holanda (1,8), Grecia (1,9) y Bélgica (2,1).
Su objetio fue examinar los efectos de la desregulación de la economía, incluidos los sectores de la agricultura y alimentación, y el consiguiente aumento de las transacciones de comida rápida, en la obesidad a lo largo del tiempo. Los autores adoptaron un enfoque nuevo que consistió en tomar datos sobre el número de transacciones de comida rápida por habitante entre 1999 y 2008 en 25 de países de ingresos altos y los compararon con las cifras sobre el índice de masa corporal (IMC) en los mismos países durante el mismo periodo de tiempo, como indicación del consumo de comida rápida. Se considera que una persona con un IMC de 25 o más tiene sobrepeso, siendo obesa la que posee un IMC de 30 o más. Según recoge Europa Press, los investigadores hallaron que mientras que el número medio de transacciones anuales de comida rápida por habitante aumentó de 26,61 a 32,76, el IMC promedio creció de 25,8 a 26,4. Por tanto, cada aumento de una unidad en el número medio de transacciones anuales de comida rápida por habitante se asoció con un aumento del 0,0329 en el IMC durante el periodo de estudio.
"A menos que los gobiernos tomen medidas para regular sus economías, la mano invisible del mercado continuará promoviendo la obesidad en todo el mundo, con consecuencias desastrosas para el futuro de la salud pública y la productividad económica", afirma el autor principal, Roberto De Vogli, del Departamento de Ciencias de la Salud Pública de la Universidad de California, Davis, en Estados Unidos.
El análisis se centra en países de altos ingresos, pero "casi todos los países han experimentado un proceso de desregulación de los mercados y globalización, sobre todo en las últimas tres décadas", dijo De Vogli. Las cifras del IMC también muestran hasta qué punto los problemas de sobrepeso y obesidad se han generalizado y que, por término medio, personas que viven en los 25 países analizados tienen sobrepeso o lo han tenido en los últimos 15 años. El número medio de transacciones anuales de comida rápida por habitante aumentó en los 25 países. Los mayores incremetos sucedieron en Canadá (16,6 transacciones por habitante), Australia (14,7), Irlanda (12,3) y Nueva Zelanda (10,1), mientras que la subida de estas transacciones de 'fast-food' fue menor en los países con una regulación de mercado más estricta, como Italia (1,5), Holanda (1,8), Grecia (1,9) y Bélgica (2,1).
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