Cada
día, al atardecer, el cielo se puebla de pequeñas aves de color negro
que vuelan incansables hasta que el sol se oculta. Son vencejos, aviones
y golondrinas, aunque esta última especie es cada vez más difícil de
observar. Su elegante manto de reflejos azules en forma de frac, con
vientre blanco y garganta roja, ya no es la forma predominante en los
grupos de aves insectívoras que cazan sin cesar sobre las láminas de las
lagunas, playas, cultivos, pueblos e incluso la ciudad y su entorno. La
golondrina común (Hirundo rustica) ha reducido su presencia en más de
un 30% en la última década. Según los expertos de la Sociedad Española
de Ornitología, la merma de las poblaciones continúa y pone en peligro
la supervivencia de esta especie, que en Granada ha sido siempre una de
las más numerosas, con una población estimada de algo más de 700.000
ejemplares.
Las
golondrinas, consideradas como una de las aves mejor relacionadas con el
hombre, experimentan un descenso en la provincia de Granada de más de
un cuarto de millón de individuos en los últimos diez años y cada
temporada son alrededor de 10.000 las golondrinas que ya no vuelven a
sus territorios habituales de reproducción después de pasar el invierno
en África, hacia donde se marcharon para huir del frío y desde donde
vuelven a aprovechar la climatología benigna del sur de Europa,
aparearse y perpetuar la especie.
No se ha
llegado a establecer una causa exacta de la reducción de las
poblaciones de golondrina común y de otras especies de su misma familia
como los vencejos y aviones. Las razones se encuentran, según los
ornitólogos, en el continuado uso de pesticidas, muchos de ellos
incontrolados; la desaparición de zonas húmedas; la modificación de
territorios agrícolas en favor de usos inmobiliarios, e incluso
cuestiones aparentemente tan inocuas para el medio natural como la
eliminación de cornisas, voladizos y tejados de teja antigua en
edificaciones de pueblos y ciudades, ya que esos puntos protegidos de
los edificios, sobre todo en el medio rural, son los favoritos de estas
aves para construir sus nidos de barro. Si no existen estas cornisas
resguardadas del viento y las inclemencias meteorológicas, las
golondrinas no pueden anidar y no logran reproducirse. También se dan
numerosos casos de propietarios de edificios que eliminan nidos de
fachadas en tiempo de cría, a pesar de que les podría acarrear una
sanción administrativa por atentar contra la viabilidad de especies
animales en épocas de reproducción.
El
incremento en el uso de insecticidas y sistemas para eliminar ciertas
plagas de zonas de cultivo han afectado de forma directa a unas aves que
se alimentan de insectos. Sin comida, los territorios que habitualmente
frecuentaban dejan de ser aptos para ellas y no solo no vuelven, sino
que su nivel de crecimiento poblacional disminuye día a día.
SEO/Birdlife
ha calificado a las golondrinas como 'Ave del año 2014'. Una llamada de
atención sobre una situación que convertirá a las golondrinas en una
nueva especie en peligro de extinción.
Por el
momento, Hirundo rustica, no está incluida en los libros rojos de
especies amenazadas, pero sí protegida por normas europeas como la
'Directiva Aves y el Convenio de Berna'.
En
Andalucía, donde el censo es de casi seis millones de ejemplares, el
declive de la especie se contabiliza en algo más del 33%, un porcentaje
que está por encima de los criterios de pérdida de población que
establecen organizaciones como la Unión Internacional para la
Conservación de la Naturaleza (UICM) para considerar que una especie se
encuadra en la categoría de «vulnerable a la extinción».
Si la
tendencia continúa, y parece ser que seguirá así durante años, la imagen
de golondrinas sobrevolando nuestros campos solo podrá verse en los
libros de historia natural.
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