sábado, 4 de agosto de 2018

LAS OLVIDADAS 'MINILLAS' DE AGUA ID

Las laderas de la Contraviesa dejan brotar la 'savia' del interior de la tierra. Aún quedan manantiales y destrozadas fuentes naturales en los barrancos y las ramblas de la franja litoral oriental de Granada y el oeste de Almería

El monótono sonido de las chicharras entre los almendrales compite con el insistente canto de los verdecillos y jilgueros. Estas aves, habituales de las tierras medias y bajas del sur de la península Ibérica, aprovechan los surcos que el agua traza entre un estrecho barranco, para convertirlos en sus particulares bebederos donde saciar la sed y cada día, mañana y tarde, darse sus correspondientes baños para soportar el calor y eliminar parásitos de su plumaje. Aprovechan el mínimo caudal que se forma barranco abajo, gracias al agua que brota de las rocas permeables del cerro del Gato, en el municipio de Albuñol, en la franja litoral oriental de Granada, donde aún resisten manantiales que aunque han perdido sus usos tradicionales todavía riegan ecosistemas y abastecen de agua cortijos y fuentes públicas. Son verdaderas minas que aportan uno de los 'frutos' más valiosos del planeta.
Las gentes de la Alpujarra Baja y almeriense les llaman 'minillas' que en algunos casos se acompañaron de fuentes, ahora semidestruidas tras el avance de la modernización en el ámbito rural y el abandono de los usos tradicionales de la tierra. Las laderas sur de la Contraviesa y Lújar, de pronunciadas pendientes y un régimen alto de lluvias, acogen numerosas surgencias de aguas en su mayoría carbonatadas e incluso termales, con temperaturas entre 23 y 27 grados y otras también mineralizadas pero potables por tener una menor composición sulfurosa. Son las aguas del llamado acuífero de Albuñol, que por un lado recoge aportes del acuífero de Lújar, que desde esa sierra vierte al sureste granadino y otras llegadas por filtraciones de las lluvias en terrenos permeables, que las canalizan de forma subterránea hacia las ramblas.
Se podría decir que en los cerros que desde el Haza del Lino caen hacia Sorvilán y Polopos, La Mamola, Albondón, Albuñol y La Rábita, cada cortijo tenía su propia 'minilla' de agua para beber y acequias de riego por las que discurrían aguas termales ideales para alimentar los bancales abiertos en las laderas aterrazadas. Algunos de estos manantiales desaparecieron y ya solo forman parte de la memoria colectiva de estos pueblos, pero los que se resisten al paso del tiempo y la antropización claman por medidas de recuperación que logren mantener sus usos ancestrales como garantía para el mantenimiento de una agricultura y ganadería sostenible, e incluso ayudar al abastecimiento en tiempos de predecibles alteraciones climáticas.

Parajes singulares

La presencia del agua en territorios semiáridos crea parajes singulares, espacios naturales y naturalizados por el tiempo, que merecen ser conocidos. Algunas de las 'minillas' más tradiciones se encuentran a casi pie de ramblas y caminos en el municipio de Albuñol, donde hasta hace medio siglo las del Gato, el Cortijo Bajo, los Gómez o Maigámez, eran utilizadas por vecinos de la zona para llenar cántaros con los que abastecer su día a día. La mina de Maigámez se encuentra al final de un camino que desde la ribera derecha, aguas bajo, de la rambla de Albuñol, frente a la entrada del casco urbano y la desembocadura de la rambla de Aldáyar. Tras un corto caminar entre invernaderos, el carril toma una de las viejas sendas de acceso al cerro del Gato y en su inicio una antigua fuente de piedra, semidestruida, recoge el agua que brota entre las rocas unos metros más arriba, donde forma una tupida masa vegetal de plantas propias de zonas húmedas y termófilas como las emborrachacabras, zarzamoras, higueras y encinas, en un paraje donde se mantienen pequeñas viñas y almendros. Un caño deja caer un hilillo de agua sobre una pila para sostener los cántaros, que rebosa hacia un abrevadero para caballerías. (...)

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