sábado, 31 de octubre de 2020

Soy médico y los negacionistas están complicando aún más mi trabajo ElHuffPost

 Las conspiraciones han sustituido a los aplausos y los sanitarios hemos quedado desprotegidos ante estos valientes guerreros del teclado y adalides de la libertad.

Por David Oliver


Paciente italiano en la UCI por Covid-19.

Durante el pico de la primera ola de Covid-19, estuve trabajando en urgencias, al igual que millones de compañeros de profesión de todo el mundo que pusieron su salud en peligro y hasta dieron su vida. En mis 31 años de médico en el Reino Unido, nunca he vivido una situación tan desafiante e inusual, tan peligrosa para los trabajadores y angustiante para sus familias.

Somos profesionales y nuestro trabajo es cuidar de los enfermos. Lo hicimos de forma voluntaria y seguiremos haciéndolo. Los aplausos y la comida que recibimos en la primera ola estuvieron muy bien, pero la verdad es que preferimos recursos adecuados, más personal, más pruebas diagnósticas, más equipos de protección individual y más respeto por parte de los gobiernos.

También estaría bien que no hubiera gente expandiendo desinformación peligrosa sobre el coronavirus, como los que dicen que es todo una “plandemia”, o una conspiración mundial por un virus que ni enferma ni mata a nadie.

Los errores de comunicación de los gobiernos y la mala gestión de las noticias por parte de los medios ha complicado aún más la labor de los periodistas. Por eso no es una sorpresa que ahora nos encontremos en un ambiente en el que conviven rumores, conspiraciones y desinformación sobre la pandemia.

“Cuando tacháis de mentirosos y vendidos a los medios de comunicación responsables, estáis acusando a sus fuentes primarias de información, que somos nosotros”

Los trabajadores de la sanidad nos encontramos con estas cosas todos los días y nos resulta insultante y desmoralizador. Si tratamos de desmentir o corregir algún dato, nos llueven acusaciones por parte de personas sin formación ni experiencia en el ámbito de la medicina, nos tachan de mentirosos y hasta nos explican cómo debemos hacer nuestro trabajo. Un ejemplo reciente es la popularización del hashtag #pandemicisoverUK (‘la pandemia ha terminado en el Reino Unido’), pese a que en el Reino Unido ya se detectan más de 20.000 nuevos casos cada día.

Al parecer, las conspiraciones han sustituido a los aplausos y los sanitarios hemos quedado desprotegidos ante estos valientes guerreros del teclado y adalides de la libertad. ¿Por qué? ¿Por qué nos hacéis esto?

Apoyados en un puñado de científicos, médicos y periódicos discrepantes, oímos una serie de afirmaciones que no le hacen ningún bien a nadie. Todos sus argumentos son fácilmente desmontables, pero resulta aburrido y agotador hacerlo día tras día cuando llegas a casa después de una jornada extenuante tratando de salvar vidas.

Voy a enumerar unos pocos ejemplos de lo que he visto. He llegado a leer que los hospitales están vacíos y que los sanitarios estamos tocándonos las narices; que la mayoría de las personas cuya muerte se atribuye al coronavirus en realidad no han muerto por el coronavirus (parece ser que todos los médicos del mundo nos hemos puesto de acuerdo para saltarnos nuestro código profesional y mentir sobre la causa de la muerte de nuestros pacientes por algún motivo que desconozco); que el 90% de los positivos por PCR son en realidad falsos positivos y que no son infecciosos cuando, en realidad, los falsos negativos son un problema mucho mayor. Incluso nos han llegado a decir que la mayoría de las infecciones se producen en los hospitales por culpa de nuestra negligencia.

También he oído que la Covid-19 no es más que otra invección estacional como la gripe o el catarro, e igual de poco letal que ambas, cuando se ha demostrado que el coronavirus sigue un patrón distinto y es mucho más letal. En el Reino Unido, 620 trabajadores sanitarios de primera línea han fallecido a causa del coronavirus, una cifra que jamás se ha visto con la gripe. A no ser, claro, que también hayamos falsificado esos certificados de defunción.

Pero lo más triste es que hayamos pasado de recibir aplausos a que nos acusen de asesinar a ancianos en residencias o de enviarlos a la muerte. Se dice que los médicos de cabecera apenas están trabajando, pese a la cantidad de consultas telefónicas que están realizando para evitar visitas presenciales cuando es posible. Cuando tacháis de mentirosos y vendidos a los medios de comunicación responsables, estáis acusando a sus fuentes primarias de información, que somos nosotros.

“Estamos a punto de empezar unos meses muy duros y, mientras tanto, tenemos que soportar a los que nos decís que el virus no existe o que no es para tanto”

En el momento en el que escribo esto, ya estamos notando el aumento de admisiones típicas de esta época del año, a lo que hay que sumarle todo el trabajo que hubo que posponer o cancelar por la primera ola. Pero también estamos notando mucho el aumento gradual de ingresos hospitalarios por Covid-19 y nos vienen recuerdos de la primera ola. Estamos cansados. Buena parte de los sanitarios de mi país están aislados por precaución o de baja por coronavirus, y uno de cada tres enfermeros está planteándose dejarlo. Ha habido demasiadas denuncias silenciadas de trabajadores por falta de equipos de protección individual y de pruebas. Incluso amenazas. Estamos a punto de empezar unos meses muy duros con la Covid-19 y otras enfermedades y, mientras tanto, tenemos que soportar a los que nos decís que el virus no existe o que no es para tanto. Si vuestra intención es dañar el bienestar de las personas que os cuidan cuando enfermáis, lo estáis haciendo genial.

Creo que gran parte de esta aversión no nace por inquina a quienes gobiernan, sino más bien por la comprensible preocupación por otro confinamiento, por el empleo, por la calidad de vida, por la economía y por las restricciones de la libertad individual.

Pero no hemos sido los médicos quienes hemos tomado decisiones. No hemos sido los médicos quienes llevamos años retirándole fondos a la sanidad pública y no es culpa nuestra que no estuvieran listas las infraestructuras necesarias para afrontar una pandemia.Tampoco es culpa nuestra que hayamos reaccionado tarde a las advertencias de la OMS. Más bien al contrario. Fuimos nosotros quienes dimos un paso al frente desde el primer momento.

Los aplausos han dado paso a continuos ataques a nuestra reputación, nuestra integridad y nuestra profesionalidad. Ojalá esos valientes guerreros del teclado se dieran cuenta de que todo lo que hacemos lo estamos haciendo de buena fe y de que no necesitamos que nos enseñen a hacer nuestro trabajo. Ojalá comprendieran que su afán por desinformar a la población no hace más que ponerle trabas a un trabajo que bastante complicado está siendo de por sí.

“A veces comparamos la pandemia con un 11-M continuo” granadahoy.com

      CARLOS ROCHA

Alfredo Gosálvez, secretario general de Panasef-
    Alfredo Gosálvez reconoce la dureza de estos meses para el sector funerario. Como secretario general de Panasef, la Asociación Nacional de Servicios Funerarios, alude a la carga emocional de los trabajadores, pero también al bache económico, contra lo que se pueda pensar. Con el día de los difuntos como marco, han preparado un homenaje con flores para los trabajadores que han perdido la vida en la pandemia, para cuya segunda ola, aseguran, se han preparado con creces, con un llamamiento a la colaboración institucional.

–Imagino que 2020 será el año con más trabajo para el sector funerario desde que hay registros.

–No sabría contestar exactamente. El incremento de los fallecidos ha provocado que sea un año especial.

–¿Qué respuesta han dado a este incremento?

–En la primera ola, el sector intentó adaptarse a ese factor sorpresa. En Madrid, por ejemplo, un día normal de la primera semana de abril del año pasado, fallecieron 75 personas. En la primera semana de abril de 2020 fallecían 395 personas de media al día. Es un incremento del 500%. ¿Qué haces en tu trabajo tienes un incremento como ese? Intentas poner todos los medios a tu alcance para poder llegar a todo.

–Y con la complicación de los medios de protección que eran necesarios.

–Intentamos dotarnos de todos los equipos sanitarios necesarios y dotar a las instalaciones funerarias de las medidas higiénico-sanitarias necesarias para evitar nuevos focos de contagio, tanto en las familias como en los profesionales.

–Se ha hablado de los velatorios como un riesgo, pero, ¿ha habido brotes entre los trabajadores?

–Ha habido contagios, pero con las medidas de precaución el impacto ha sido muy residual. En una pequeña población sí se tuvo que cerrar la funeraria por el contagio de la familia.

–¿Cuál ha sido la mayor dificultad para el sector?

–Poder atender adecuadamente a las familias en un momento tan necesario. Nuestros servicios los hemos seguido haciendo. Hemos seguido enterrando a los fallecidos. Pero no se ha podido permitir que las familias despedirse ni celebrar los ritos funerarios. Es algo que en España, sobre todo en Andalucía, está muy interiorizado, La vela, el tanatorio, las ceremonias de despedida, sean laicas o religiosas, las queremos todos para nuestros fallecidos. Nos hemos acabado convirtiendo en lo que no queremos, en transportadores de fallecidos. Queremos hacer lo que sabemos: acompañar, ayudar, y honrar. El mayor desgaste, psíquico y emocional, ha sido enterrar a 25 personas al día en vez de a cuatro. Por mucha experiencia que tengas el desgaste es alto.

–¿Qué costumbres han cambiado más allá de las obligatorias?

–Diría que la cremación. En Andalucía va por delante en muchas ciudades. La media antes de la pandemia de cremaciones en Málaga estaba en un 70% y ahora es superior. En Galicia es un 20%.

–¿Se puede comparar con otras situaciones luctuosas? Se me ocurre el 11-M.

–En el 11-M fallecieron 205 personas. Ha sido un desafío. Algunas veces lo hemos comparado con un 11-M continuo.

–Hay quien echa en falta la divulgación de imágenes más duras para hacer consciente a la gente de esto.

–No entramos a valorarlo. Lo que queremos es hacer bien nuestro trabajo de acompañamiento. Sí es interesante señalar que la colaboración con la Administración, nacional y autonómica, tenía que haber sido mucho más fluida. Nos enteramos por la prensa de la instalación de la morgue en el Palacio de Hielo y de la intervención de la UME en los traslados de los fallecidos de los hospitales públicos. Se montó un dispositivo funerario sin contar con los expertos. Los resultados no fueron lo eficaces que podían haber sido. Hubo acumulación de fallecidos y muchos retrasos.

–¿Están preparados para la segunda ola?

–Hemos incrementado las plantillas en Andalucía en torno al 10%.También hemos incrementado los stocks de materiales sanitarios, así como de féretros.

–¿Qué cambios hay en cementerios y tanatorios?

– A nivel nacional se ha implementado una norma UNE para ampliar la seguridad en materia de higiene, distancia social y aforos. La mayor parte de instalaciones la han aplicado.

–¿Y que hay del envío de flores o la publicación de esquelas?

–Los servicios funerarios no tuvieron flores. No se permitían los velatorios ni los entierros con más de tres personas. Tampoco hubo capacidad para sacar las esquelas. Ni las familias estaban en disposición ni los medios tenían personal para atenderlas.

–¿Hay ya entierros o velatorios virtuales?

–Ha habido ceremonias en streaming y se han grabado vídeos para poder compartir la ceremonia con el resto de la familia que no podía estar . Se han hecho todo tipo de actos de despedida, incluso conciertos, y han tenido una buena acogida. Muchos tanatorios han instalado pantallas dentro de las salas para que la gente que no pueda ir mande un mensaje o una foto

–Imagino que habrá tenido un impacto económico

–En contra de lo que pueda parecer el sector ha sufrido una crisis económica. Han disminuido los ingresos porque muchos servicios no se han podido facturar, pero ha habido muchos más gastos, como la adaptación a los protocolos, contratación de nuevo personal y el abono de horas extras.

viernes, 30 de octubre de 2020

Por qué desprecias tu color ElHuffPost

 

El racismo cotidiano del que no nos libramos, en el que los curritos de piel clara desprecian a los curritos de piel oscura, no es sino la honda con que arrojamos a cualquier otro nuestra propia frustración de explotados.


CARLOS ALEJÁNDREZ "OTTO".

   Ya sé que le rendí homenaje (inusual y atrevido, según algunos colegas) la semana pasada, pero cuando se trata de Miguel Delibes no me importa repetirme. Y es que tengo por costumbre acudir a uno de sus relatos breves en cuanto me entran dudas acerca de qué es la literatura. Se titula El sol y desarrolla dos escenas endiabladamente sencillas. 

En la primera, Aguedita, una aldeana de la Castilla más atroz, trabaja bajo el sol de julio tapada por completo; no faltan ni el sombrero, ni los guantes ni el pañuelo que cubre el rostro dejando apenas una rendija para los ojos (un burka mesetario). No quiere llegar a la verbena de las fiestas con la piel oscura de las campesinas.

En la segunda, Aguedita, una niña bien de Madrid, tiene prisa por llegar a San Sebastián para tumbarse en La Concha y atrapar cuanto antes el tono cobrizo que ansía. Se acerca un gran baile y tiembla al pensar que puede presentarse lechosa como las chicas sin posibles (y el agua encajonada de su piscina, no le basta).

Como comprenderán, la fábula de Delibes se me ha venido a la cabeza, una vez más, al leer que entre los políticos brasileños triunfa la moda de aclararse la piel para no ser relacionados con su propia raza. 

Tampoco dejo fuera del saco de los despropósitos los arrumacos que Donald Trump hizo durante el primer debate electoral a los grupos supremacistas “occidentales” (a ver si es que defienden que se vive mejor en Badajoz que en Toledo y nos estamos preocupando por nada).

Siempre he sostenido que la gran ventaja de los boxeadores negros sobre los blancos es que a los primeros no se les distinguen los hematomas, por lo que no hay manera de saber si están por caer o siguen tan frescos como en la báscula. 

Y no debo de ser el único en pensarlo. 

La piel oscura ha lavado la conciencia de esclavistas y asesinos durante siglos. Los latigazos, las hostias y las balas combinan mejor con los tonos chocolate. 

Es sabido que, en la moda de la barbarie, siempre ha triunfado la discreción. 

Ni son ni han sido seres inferiores. Han sido, y son, mano de obra barata.

Aunque, barrunto, nadie se cree ya la supuesta superioridad de una raza sobre otra. Es más, me atrevo a afirmar que solo unos pocos descerebrados llegaron a tomarse en serio tal falacia. Elegidos hace siglos los pueblos que serían transformados en cabaña ganadera, cayó sobre ellos la crueldad, la fuerza bruta y la inhumanidad, únicos factores en que los europeos aventajaban de calle a las tranquilas tribus de las costas africanas.

No puedo asegurarlo, pero me apuesto un magnum de Borgoña a que apenas hubo esclavos zulúes, un pueblo cuya fabulosa máquina de guerra mantuvo en jaque a ingleses y boers hasta el final.

Desde aquel momento, la marginación a la que los negros (y los indios, los asiáticos, los hispanos… incluso los esquimales, y eso que son pocos y están lejos) se han visto sometidos no ha sido sino el torpe mecanismo de defensa con que los opresores tratan de contener siglos de resentimiento, furia, hematomas, huesos quebrados, salarios miserables, chabolas y acceso prohibido.

Ni son ni han sido seres inferiores. Han sido, y son, mano de obra barata.

Nadie lo ha dicho con mayor lucidez que el boxeador Larry Holmes:

Es duro ser negro. ¿Has sido negro alguna vez? Yo fui negro una vez, cuando era pobre”.

En la antigua Roma, sabedores de que una economía en expansión se beneficia si desaparecen los costes laborales, esclavizaban a cualquier infeliz sin fijarse en el color. Ser vencido en una batalla, acumular deudas o cometer una infracción eran motivos suficientes para terminar encadenado al remo, en una mina de sal, el cuarto de los sirvientes o las cavernas de tiza de Reims. 

Catacumbas hoy preñadas de champagne a las que, por un tragaluz y atados a una soga, bajaban los romanos a los esclavos. La misma soga que descendía comida y agua hasta que las inmensas madrigueras estuvieran terminadas y se convirtieran en sus tumbas. Rememorándolo, en el ángel de su hermosa catedral se congela un mohín de asco.

El racismo cotidiano del que no nos libramos, en el que los curritos de piel clara desprecian a los curritos de piel oscura, no es sino la honda con que arrojamos a cualquier otro nuestra propia frustración de explotados.

Lo sorprendente de la noticia es que el político aclarado triunfe en Brasil, donde pocas aspiraciones de poder se sostienen si no se cuenta con la población negra. No pocos votantes de Bolsonaro habían recibido, antes de depositar su papeleta, los insultos de su líder, un fantoche que aboga, sin excesivo disimulo, por la desaparición de los indios y la marginación absoluta de los negros. A buen seguro, los morenitos biempensantes consideran que el asunto no va con ellos y, para demostrarlo, trazan un silogismo clásico: 

Los negros son vagos y delincuentes. Yo trabajo y no delinco. Luego yo no soy negro”.

Ya solo les queda explicárselo al señor Bolsonaro y a sus violentos acólitos.

Y que se lo crean.

El racismo cotidiano del que no nos libramos, en el que los curritos de piel clara desprecian a los curritos de piel oscura, los mulatos a los negros, los mestizos a los indígenas, y todos a los moros y a los gitanos, no es sino la honda con que arrojamos a cualquier otro nuestra propia frustración de explotados. 

Y si no tenemos a mano un negro, un sudaca o un moro de mierda, nunca nos ha de faltar una mujer a la que echarle en cara nuestro fracaso.

Sobre todo, ahora, que pretenden ser libres e iguales.

Destíñanse los políticos racistas si les place. No voy por ello a prestarles la atención que no merecen. Ya lo dije una vez, en una época en la que me dio por llamarme Mark Twain:

Jamás me fijo en la raza de un hombre. Sé que es un ser humano y que no hay nada peor”.

Por más que Machín lo pinte con alitas y de colorines.

El lenguaje de políticos y científicos en la pandemia granadahoy.com

 TRIBUNA

JAVIER CASTEJÓN CASADO

Cirujano y profesor de la Facultad de Medicina de la UGR

Mientras unos se empeñan en alimentar esperanzas inútiles poniendo fecha a la consecución de la deseada vacuna contra el coronavirus, los otros caracterizan sus comentarios por la prudencia

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez
, en una de sus intervenciones 
EFE

cualquier ciudadano avezado debe extrañarle el diferente tono con que unos y otros, científicos (médicos, virólogos, epidemiólogos, preventivistas y especialistas de todo tipo) y políticos (presidente de gobierno o comunidades autónomas, ministros, consejeros, etc.) abordan el tema de la pandemia que amenaza nuestras vidas y nuestro bienestar cotidiano.

Pongamos el ejemplo de la vacuna. Mientras los políticos se empeñan en alimentar esperanzas inútiles poniendo fecha a la consecución de la deseada por todos vacuna contra el coronavirus y el comienzo de la vacunación universal de los ciudadanos, los científicos caracterizan sus comentarios por la prudencia en términos de fecha de obtención de la vacuna y la necesaria longitud en el tiempo de estudios comprometidos con la seguridad de la misma.

A este respecto, podemos citar las palabras del ministro Illa, quien, el pasado 26 de agosto afirmaba en Twitter que a finales de año tendríamos en España las primeras dosis de la vacuna. A esta afirmación se sumó también el presidente Sánchez, quien el pasado 7 de septiembre se atrevía a decir que "esperamos que en el mes de diciembre podamos empezar a vacunar a parte de la población de España".

Donald Trump, presidente de Estados Unidos EFE

   En el ámbito internacional, los políticos también parecen hacer un uso artero de las palabras cuando se trata de prometer la deseada vacuna. El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha prometido varias fechas sobre la aparición y dispensación de la vacuna, postergándola siempre ante la evidencia de que ésta no terminaba de obtenerse en los laboratorios. El pasado 16 de septiembre desautorizaba a uno de los principales expertos sanitarios de su Gobierno, al afirmar textualmente que "seremos capaces de distribuir 100 millones de dosis de vacunas para el final de 2020, y luego un número muy grande después".

¿Qué dicen los científicos al respecto? Paralelamente a las afirmaciones que hemos citado, podemos resaltar la reciente reseña que nos enviaba el reputado virólogo Luis Enjuanes, del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC, cuando afirmaba que "lo de la vacuna en 2020 son fechas más bien políticas que científicas". Esta era su respuesta cuando, en un programa de televisión del pasado 9 de septiembre, el presentador cuestionaba lo siguiente: "El Gobierno español y otros gobiernos están hablando de distribuir las primeras vacunas dentro de tres meses. ¿Son plazos realistas?".

En este mismo orden de cosas, el conocido cardiólogo Valentín Fuster, premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica, ha llegado a afirmar, a propósito de los políticos y su prisa por la vacuna que teme que la impaciencia se imponga a la ciencia, e incluso llega a afirmar que "no se puede mezclar la política con la ciencia".

También podemos citar a Bonaventura Clotet, director del Institut de Recerca de la Sida IrsiCaixa y jefe del servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Germans Trias i Pujol de Badalona, quien estima que no será hasta dentro de dos años cuando llegue la vacuna.

Una momento de una vacunación, en este caso de la gripe 
SALVADOR DIGES / EFE

En medio de unos y otros se halla el ciudadano estupefacto, víctima potencial del coronavirus y protagonista asombrado de tanta información que le apabulla y no le aclara, que le sorprende y no disminuye en un ápice su temor a la pandemia y la amenaza que ésta supone para él y los suyos. Cuando escucha a los políticos, se siente esperanzado de la pronta vacuna; cuando escucha a los científicos, frunce el ceño y se incrementa su incertidumbre y su miedo. ¿A quién creer? ¿A esos políticos, que por otro lado son quienes tienen el poder inmediato de organizar nuestras vidas, decidiendo las medidas a seguir en cada momento, o a los científicos, que no tienen poder sobre nuestras rutinas, pero son los que conocen la intimidad genética del coronavirus y su comportamiento frente a los componentes de las vacunas que van construyéndose en los laboratorios?

EL CIUDADANO SE HALLA ESTUPEFACTO, ASOMBRADO POR TANTA INFORMACIÓN QUE LE APABULLA Y NO LE ACLARA

Esta confusión, a la que nos atrevemos a llamar babélica, –en recuerdo de la Torre de Babel cuya construcción en la búsqueda del cielo fracasó debido a que la multitud de lenguajes de su constructores impidió el entendimiento entre éstos y la consecución de la obra– sume al ciudadano en una estupefacción tal, que le imposibilita hacer un análisis de las circunstancias que le rodean ante tal cúmulo de datos confusos, cuando no contradictorios, que llueven sobre su mente no experta en estas cuestiones.

Aún más incompresible para el ciudadano que la cuestión de la fecha de las vacunas, es la relatividad multicambiante de las fronteras del virus y las medidas diversas que anuncian e imponen las autoridades en comunidades autónomas vecinas, cuando no en pueblos adyacentes o en comercios de calado similar; medidas que no parecen estar demostrando mucha eficacia en el control de la pandemia, a juzgar por la evolución de las cifras de contagios, hospitalizaciones y muertes.

El ministro Salvador Illa EFE

   ¿Entiende el virus de fronteras entre pueblos vecinos, cuando a uno se le confina porque ha superado la temida tasa de 500 contagios por 100.000 habitantes y el de al lado sólo presenta una tasa de 450 contagios por 100.000? ¿Está sirviendo para algo que unos barrios de Madrid se vean confinados y otros no? ¿Entiende el ciudadano que, en nombre de la salud, se impida a los estudiantes de Granada ir a clase, pero no a reunirse en los bares? ¿Se comprende que un día los comercios tengan que cerrar a las 22:00 horas, y al día siguiente a las 20:00? ¿Se habrá enterado el virus de que ya no hay clientes en los bares a las 20:00 horas?

Es evidente que todas estas medidas, tomadas desde el terreno de lo político, no parecen estar teniendo un resultado muy eficaz en la contención de la pandemia.

A principios de octubre, un total de 55 sociedades científico-médicas, que aglutinan a 170.000 profesionales sanitarios, solicitaban, en un manifiesto común, dirigido a los políticos, decisiones basadas en la evidencia, intentando (desde la actitud siempre no beligerante de la ciencia) darles un "tirón de orejas", al decirles aquello de "en Salud, ustedes mandan, pero no saben". La prestigiosa revista médica, The Lancet va más lejos al afirmar que una de las principales negligencias contra la evidencia es la negativa de los políticos españoles a evaluar sus propias decisiones sobre la pandemia.

José Miguel Cisneros, jefe de enfermedades Infecciosas del hospital Virgen del Rocío de Sevilla y antiguo presidente de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica, firmante del manifiesto, reflexiona: "España ha sido la primera en la primera ola y primeros en la segunda. No hemos aprendido por falta de evaluación, no se ha hecho autocrítica ni se ha usado la evidencia disponible y esto es lo que reclamamos".

Se puede resumir todo ello en que siempre han existido dos formas de hablar o comunicar lo que se sabe acerca de la realidad, en este caso, acerca de la pandemia y sus consecuencias sobre el ser humano: el lenguaje de la ciencia y el lenguaje de la política.

Del lenguaje científico sabemos que es conciso, escueto, claro y concreto; se basa en la evidencia, y reconoce sus propias limitaciones en el conocimiento de la realidad. Así parece que hablan nuestros científicos, pero no nuestros políticos.

EL LENGUAJE CIENTÍFICO SE BASA EN LA EVIDENCIA; EL POLÍTICO, EN LA DEMAGOGIA Y EL OPORTUNISMO

Del lenguaje político intuimos que no es así, pues desgraciadamente parece basarse en el oportunismo, la demagogia, la promesa incumplida y, por supuesto, la relatividad de las decisiones que pueden ser cambiantes de un día para otro y con escasas y poco claras explicaciones a la ciudadanía. Todo ello sin entrar en las contradicciones que continuamente escuchamos entre unos y otros, pareciendo acusarse mutuamente del mal que aqueja al ciudadano. Decía hace poco el conocido periodista Iñaki Gabilondo que, debido a las contradicciones sobre esta cuestión entre políticos de uno y otro signo, el ciudadano debería sentirse como si fuera pasajero de un avión y de repente, en medio de una gran tormenta de aire, comprobara que los componentes de la tripulación, pilotos y copilotos, comenzaban a pelearse entre ellos, dejando los mandos de la nave al albur de la tormenta.

Entre unos y otros, políticos y científicos, vaga el ciudadano que quiere comprender la realidad de lo que sucede y nutrir su cerebro de ideas fecundas que le permitan abordar con esperanza el sacrificio o esfuerzo preciso ante la amenaza del virus. Pero se encuentra ante la confusión babélica que le impide atisbar, no ya la sombra del cielo adonde querían llegar los constructores de la torre bíblica, sino ni siquiera escapar a la incertidumbre y al miedo que entre virus y políticos le meten en el cuerpo.

Javier Castejón Casado es médico cirujano en el Hospital Virgen de las Nieves, profesor Facultad de Medicina de Granada y experto en Epidemiología y Metodología de la Investigación.

jueves, 29 de octubre de 2020

Un estudio apunta que el 82% de pacientes con coronavirus tiene déficit de vitamina D ElHuffPost

La investigación, realizada con enfermos de covid-19 de un hospital español, apunta que la insuficiencia es más frecuente en hombres que en mujeres. 

EFE

Cápsula de vitamina D.

Más del 80 % de los pacientes de coronavirus tiene deficiencia de vitamina D y esta insuficiencia es más frecuente en hombres, según un estudio publicado en Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism.

Los enfermos de covid-19 de este trabajo retrospectivo eran pacientes del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla de Santander. En total se estudiaron 216 casos.

La vitamina D es una hormona producida por los riñones que controla la concentración de calcio en la sangre y afecta al sistema inmunológico, explica un comunicado de la Sociedad de Endocrinología, que agrupa a más de 18.000 expertos de 122 países.

Su deficiencia se ha relacionado con una variedad de problemas de salud, aunque para la comunidad científica aún no está claro el porqué.

Asimismo, cada vez más estudios señalan el efecto beneficioso de esta vitamina en el sistema inmunológico, especialmente en lo que respecta a la protección contra las infecciones.

“Cada vez más estudios señalan el efecto beneficioso de la vitamina D en el sistema inmunológico, especialmente para proteger contra las infecciones”

En este sentido, José L. Hernández, de la Universidad de Cantabria, indica que un enfoque sería identificar y tratar la deficiencia de la vitamina D, especialmente en aquellos grupos de alto riesgo de la enfermedad de la covid-19, como ancianos o pacientes con comorbilidades.

El tratamiento con vitamina D debería recomendarse a los pacientes de coronavirus que presenten bajos niveles de esta hormona en sangre, “ya que este enfoque podría tener efectos beneficiosos tanto en el sistema musculoesquelético como en el inmunológico”, apunta este experto.

Los investigadores observaron que el 82,2 % de los 216 pacientes de covid-19 en el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla tenía deficiencia de vitamina D, y que los hombres tenían niveles más bajos que las mujeres.

En concreto, según este estudio, los pacientes de coronavirus con niveles de vitamina D más bajos presentaron asimismo niveles séricos elevados de marcadores inflamatorios como la ferritina y el dímero D (marcador relacionado con problemas de coagulación de la sangre).

“Es un estudio de observación, por lo que si el tratamiento con vitamina D juega algún papel en la prevención se tendrá que estudiar en un gran ensayo aleatorio”

Los científicos de este estudio no encontraron ninguna relación entre las concentraciones o deficiencia de vitamina D y la gravedad de la enfermedad.

Los autores reconocen que el trabajo tiene algunas limitaciones, por ejemplo, que se haya llevado a cabo en un único centro hospitalario, por lo que los datos pueden no ser generalizados a otros entornos, etnias o países.

Se trata además de un estudio de observación, por lo que si el tratamiento con vitamina D juega algún papel en la prevención de la enfermedad o en la mejora del pronóstico de los pacientes con covid-19 se tendrá que dilucidar en grandes ensayos aleatorios controlados.

Estos ensayos son “ciertamente necesarios” para definir con precisión el papel de los suplementos con esta vitamina en futuras oleadas de infecciones por SARS-CoV-2, resumen los autores.

Evitar el mayor error que cometen los hombres con la mascarilla es sencillo ElHuffPost

 Sólo hay una solución y no puede ser más clara.

Por Uxía Prieto


GETTY IMAGES

Jose Luis Jiménez, científico y profesor de la Universidad de Colorado, lo tiene claro: “Lo siento, pero los hombres deberían afeitarse”. El debate alrededor del uso de mascarilla en hombres con barba no es nuevo. Cuando la pandemia del coronavirus daba sus primeros pasos en marzo muchos ya se lo preguntaron. Por aquel entonces las recomendaciones del CDC iban dirigidas únicamente a los sanitarios, ya que no se aconsejaba el uso de este sistema de protección en la población general.

Aún así, son varios los expertos que han ido insistiendo en extremar las precauciones y en coger la maquinilla. Jesús Molina Cabrillana, secretario la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene (Sempsph), explicó al medio especializado Redacción Médica que “la mascarilla debe ajustarse bien a la cara. Por lo tanto, para que se ajuste lo máximo posible se debe eliminar la presencia de barba”.

La farmacéutica Gemma del Caño está de acuerdo, aunque introduce algunos matices y se refiere solo a barbas más densas. “Habría que evitar que la barba sea tan poblada que impida fijar correctamente la mascarilla porque dejaría huecos por los que puede salir el aire”, explica.


“Habría que evitar que la barba sea tan poblada que impida fijar correctamente la mascarilla”

- GEMMA DEL CAÑO, FARMACÉUTICA

Los que lleven barbas de tres días o recortadas pueden estar tranquilos: “Siempre que se confirme el ajuste, no le veo problema”.


La doctora Natasha Mubeen Chida, de la escuela de medicina de la Universidad Johns Hopkins, fue más allá del problema del ajuste y señalaba otro ‘inconveniente’ para las personas que llevan barba en una entrevista con The Manual. Chida sugirió que si no se tiene el control suficiente para no tocar la barba, al igual que otras partes de la cara, es mejor afeitarla.

Independientemente de la densidad es imprescindible extremar la higiene del vello facial. Según un estudio llevado a cabo en la Clínica Hirslanden, en Suiza, en la barba de un hombre hay más bacterias que en la piel de un perro.

Los problemas de piel asociados al uso de mascarilla y la barba

Asegurar que la mascarilla se ajusta a la perfección es imprescindible, pero existen otros problemas que puedan derivar del uso de mascarilla en las personas que tienen barba: la foliculitis. Esto se da porque la mascarilla hace presión sobre los poros y los folículos se inflaman o infectan.

La dermatóloga Nava Greenfield explicó a la edición estadounidense del HuffPost que las mascarillas pueden ser “el caldo de cultivo perfecto” para hongos y bacterias y que eso podría dar lugar a una foliculitis bacteriana o fúngica. Esto se manifiesta en pequeños granos rojos o de pus alrededor del folículo.

Greenfield advierte de que tocarnos o intentar explotarlos puede hacer que el problema vaya a peor y recomienda limpiar con una toalla humedecida en agua caliente.


“Evitar la obesidad pasa por cambiar el ritmo de vida” granadahoycom

    

Manuel Gargallo. M. G.
   Según una encuesta elaborada por la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (Seedo), el 52,5% de los andaluces califican su trabajo de "sedentario" y el 74,5% definen sus hábitos alimentarios entre "algo y nada saludables". Por ello, la Seedo ha publicado la guía Recomendaciones para prevenir la obesidad en el ámbito laboral, elaborada por el doctor Manuel Gargallo, especialista en Endocrinologia y Nutrición del Hospital Universitario Infanta Leonor y la Fundación Jiménez Díaz de Madrid.

–Sabemos que nuestros hábitos alimenticios son poco o nada saludables y no hacemos nada. ¿Por qué?

–Tenemos conciencia de las cosas que son buenas para la salud pero nos cuesta modificar nuestros hábitos. Siempre pongo el ejemplo del tabaco: todo el mundo es consciente de que no es favorable para la salud pero cuesta dejarlo. En el tema de los hábitos de alimentación es muy complicado porque supone cambiar toda una forma de vida y eso es difícil de llevar a la práctica. Todo el mundo entiende las ventajas del ejercicio pero casi nadie encuentra tiempo o no le gusta. Y en el tema de la alimentación muchas veces hay cosas muy atractivas y es difícil tener la fuerza de voluntad de vencer eso. Somos conscientes pero la tentación es muy fuerte.

–¿Es más fácil comer mal que bien?

–Pues sí, porque hoy en día, con los productos de comida rápida, productos precocinados que son muy ágiles de preparar, se requiere menos tiempo que estar un rato en casa preparando una ensalada u otro tipo de cosas más saludables. En general, casi todo este tipo comida rápida es bastante calórica y está pensada para aportar bastante energía en poco tiempo. Además, desde el punto de vista comercial, es muy sabrosa porque el fabricante se preocupa de que tenga un buen sabor, y para eso está enriquecida en grasas. Todo esto hace que la oferta culinaria hipercalórica y no excesivamente recomendable sea más fácil, y a veces más económica, que otro tipo de oferta culinaria.

–¿Son útiles las etiquetas nutricionales?

–Sí. En esto hay una legislación muy reciente. Cada vez va siendo más útil, sobre todo respecto a lo que se puede y lo que no se puede poner. A la hora de poner determinada nomenclatura en un alimento hay que seguir una serie de normas, no se establece de forma arbitraria ni contiene información falsificada. Hace falta un entrenamiento por parte de la población para que lo sepa valorar, pero es útil la indicación de calorías, grasas... Todo ello entra dentro del marco de una normativa europea que se implementó en España hace unos años y que cada vez es más exigente. Incluso hay un código de colores, lo que hace más fácil que se pueda analizar y valorar. Hace falta un poco de tiempo, pero hay que acogerlo con entusiasmo.

–¿Es la obesidad una consecuencia de la falta de tiempo?

–La obesidad es una consecuencia de falta de muchas cosas, quizás de falta de tiempo. El sedentarismo influye mucho, el ritmo de vida actual, unos trabajos que son más bien de estar sentado que de hacer ejercicio físico, la utilización del coche... Hoy en día, el ejercicio físico está muy limitado y, en contraposición, tenemos una gran oferta de máquinas de vending que nos ofrecen alimentos muy calóricos. La gente echa la culpa de hacer ejercicio o no preparar una comida más elaborada a la falta de tiempo, pero creo que son los hábitos en general, la falta de ejercicio, el ritmo de vida... Es difícil cambiarlo.

–Más de la mitad de los trabajadores andaluces tiene un trabajo sedentario. ¿Cómo podemos compensar el exceso de horas sentados?

–No es una cosa exclusiva de Andalucía, sino que es propio de la generalidad del Estado. Pasamos en el trabajo la mayor parte de las horas del día que estamos despiertos. El trabajo, la mayoría de las veces, se ha convertido en algo sedentario, en estar en una oficina, frente a un ordenador. Para combatirlo, las recomendaciones que hacemos es que, a la hora de ir y volver a trabajar, aprovechar ese tiempo para hacer ejercicio: si se puede ir andando, genial; si está muy lejos, bajarse una parada antes del autobús o el metro. Cosas de ese tipo, poner un poco de imaginación. Luego, dentro del trabajo, no hay más remedio que estar sentados pero, para desplazarse entre plantas, utilizar las escaleras en vez del ascensor. Se trata de aprovechar la circunstancia laboral para moverse más, tener esa inquietud.

–El confinamiento hizo que el 44% de los españoles ganasen entre 1 y 4 kilos.

–Primero el confinamiento y después mucha gente ha transformado su hábito laboral en teletrabajo en su domicilio, con lo cual todavía va a incidir más porque ni siquiera va a salir de casa. Ante esta situación, hay que plantearse un esquema de trabajo y de vida, y dedicar un tiempo a elaborar una comida. A la hora de plantearlas, hay que seleccionar alimentos que, dentro de las cosas que sean preparadas, nos alejen de las más calóricas. Independientemente de eso, están las cantidades: comer sano no implica poder comer de forma ilimitada. Se puede comer un sándwich saludable, una dieta mediterránea, pero la cantidad de esa dieta influye mucho.

–En el otro extremo, hay una gran tendencia a consumir sólo productos saludables.

–Los extremos son malos. En este país tenemos una dieta mediterránea que hay que rescatar y revitalizar, frutas, verduras, cereales, pastas, legumbres... No hay que buscar cosas extrañas, sino lo que hemos hecho toda la vida. Son alimentos enriquecedores, tenemos la suerte de vivir en un país con una oferta culinaria muy diversa. Dentro de eso, se puede optar por muchas cosas e, insisto, siempre controlando las cantidades.

–¿Cómo podemos enseñar al estómago o al cerebro a comer bien?

–Es coger un hábito. Siempre digo que si uno se traslada a vivir a otro país, ahí no se come una cosa y se come otra, no queda otro remedio que adaptarse. Si coges un hábito de empezar a comer una cosa, al final te acostumbrarás. Si tienes el hábito de reducir las cantidades, al principio quizás pases un poco de hambre pero cuando hayan pasado unas semanas te irás adaptando. Tenemos que tomar la decisión, tener la voluntad de cambiar esos hábitos, poner las medidas y adaptarnos. Creo que tampoco es tan complicado. Y eso combinado con un poco de ejercicio físico y de movimiento.


FÁTIMA SIGÜENZA


miércoles, 28 de octubre de 2020

Una experta desmiente la regla de los cinco segundos: aunque la has oído mil veces, no funciona ElHuffPost

 

"Es un mito", ha afirmado la nutricionista Beatriz Robles.


Beatriz Robles en 'Saber vivir'.

    La nutricionista y tecnóloga de alimentos Beatriz Robles desmintió este domingo en Saber Vivir, el programa de La 2 de TVE uno de los mitos relacionados con la comida más difundidos en España y en el mundo: la conocida popularmente como la regla de los cinco segundos.

Esta norma no escrita dice que si se te cae una alimento al suelo o a una superficie tienes cinco segundos para recogerla antes de que se empiecen a adherir las bacterias y los microorganismos. 

Robles la desmintió en un minuto: “Cuando lo recoges del suelo también lo soplas porque eso es la prueba inequívoca de que el alimento está completamente seguro. Por increíble que parezca esto se ha estudiado científicamente para ver si tenía alguna base”.

“Lo que se ha visto es que cuando se nos cae un alimento, dependiendo del alimento, el tiempo que esté en el suelo y la concentración de microorganismos que tenemos en el suelo de la cocina van a adherirse más o menos microorganismos. ¿Qué pasa? Que no hay un tiempo seguro, no hay margen de seguridad de cinco segundos”, explicó.

La nutricionista y tecnóloga de alimentos Beatriz Robles desmintió este domingo en Saber Vivir, el programa de La 2 de TVE uno de los mitos relacionados con la comida más difundidos en España y en el mundo: la conocida popularmente como la regla de los cinco segundos.

Esta norma no escrita dice que si se te cae una alimento al suelo o a una superficie tienes cinco segundos para recogerla antes de que se empiecen a adherir las bacterias y los microorganismos. 

Robles la desmintió en un minuto: “Cuando lo recoges del suelo también lo soplas porque eso es la prueba inequívoca de que el alimento está completamente seguro. Por increíble que parezca esto se ha estudiado científicamente para ver si tenía alguna base”.

“Lo que se ha visto es que cuando se nos cae un alimento, dependiendo del alimento, el tiempo que esté en el suelo y la concentración de microorganismos que tenemos en el suelo de la cocina van a adherirse más o menos microorganismos. ¿Qué pasa? Que no hay un tiempo seguro, no hay margen de seguridad de cinco segundos”, explicó.

“Se está aprovechando el progreso económico para dejar de lado el medio ambiente” granadahoy.com

     ALEJANDRO MARTÍN


Irene Baños, periodista ambiental. ANTONIO PIZARRO
   Irene Baños es periodista especializada en temas medioambientales. Licenciada en periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, cursó el máster International Media Studies en Bonn y es coautora del libro Che cosa è la bioeconomia. En la actualidad trabaja sobre todo para el departamento de medioambiente de la cadena Deutsche Welle, el servicio de radiodifusión internacional de Alemania. Acaba de publicar Ecoansias (Ariel 2020), en el que intenta desmontar los espejismos de sostenibilidad y reivindica nuevos hábitos de consumo.

–¿Qué es la ecoansiedad?

–Es un problema psicológico que cada vez afecta a más jóvenes por el miedo a ese futuro aterrador que se nos viene encima y del que estamos leyendo constantemente titulares como que las temperaturas van a ser insufribles, o que España se va a convertir en un desierto. Y por otro lado, es la impotencia porque parece que no hay solución. Todo eso lleva a una parálisis que se debe combatir.

–¿Cómo?

–En mi libro (Ecoansias, Ariel 2020) doy pequeñas acciones que se pueden ir adoptando en el día a día. Lo importante es empezar el remolino y que al adoptar esos cambios nos demos cuenta de su impacto. Cuando te plantees si es preferible comprar ese tomate en la tienda de tu barrio o que venga del otro lado del mundo o veas que todas las lechugas del supermercado están envueltas en plástico, te darás cuenta de que quieres ese cambio.

–Ha vivido en Alemania, uno de los principales mercados de productos Bio. Pero estos productos esconden una verdad incómoda a su juicio, ¿no?

–Efectivamente. A mí me gusta recordar que aunque Alemania es visto el país verde a seguir, produce más gases de efecto invernadero por habitante que España. Por ejemplo, aún depende del carbón para su energía. Es cierto que la conciencia ambiental a nivel individual y a nivel social está mucho más avanzada. Pero no debemos dejarnos llevar por esos espejismos de sostenibilidad. Lo que hay que hacer es comprar menos y cambiar de modelo de consumo. No vale sustituir un producto convencional por uno bio o comprar conbolsa de tela en vez de plástico.

–En Alemania hay que hacer un máster para tirar la basura, pero el reciclaje, tanto allí como en España deja mucho que desear.

–En Alemania son muy eficientes separando, que es lo único que podemos hacer en casa. Pero una vez que el desecho sale del cubo de basura perdemos el control con lo que pasa. De hecho, los datos sobre el reciclaje son tremendamente opacos, tanto en España como en el resto de países. La gente nunca sabe dónde acaba esa botella de plástico o el yogur que has comido por la noche. Reciclar es muy importante, pero también hay otras erres: reducir y reutilizar.

–Hablando de reducir, nos hemos acostumbrado ha acostumbrado a viajar barato en vuelos low cost. ¿También hay que recortar desplazamientos?

–Es una oportunidad para retomar buenos hábitos.Nos hemos metido en un torbellino de aceleración en el que parece que no eres nadie si no has visitado todos los lugares más recónditos del mundo, y no veo que nos aporte más entidad. Al final vivimos para poner una foto bonita en redes pero nuestra vida interior no se enriquece. Pero la comunicación en Europa es prácticamente imposible si no es por avión. Yo me he venido a vivir a España por eso, entre otras cosas. He intentado venir varias veces desde Alemania en tren, pero aparte de que esuna tortura, es un sacrilegio para el bolsillo. Necesitamos un cambio estructural en el sistema para que viajar en tren sea más barato que el avión.

–Europa está recuperando trenes nocturnos y España los ha suprimido.

–Aquí hemos visto que el AVE ha dejado de lado muchas conexiones regionales. Este es otro espejismo de sostenibilidad. Parece que se apuesta por el tren porque hay más líneas de AVE por los titulares que genera, pero hay que ir más allá.

–Ya que menciona los espejismos, ¿también lo es el veganismo?

–Es un buen paso hacia la sostenibilidad. El consumo de carne es uno de los factores que más contribuye a la emisión de gases de efectgo invernadrero. Pero ser vegano no es la panacea. Y lo que más me asusta es que lo adoptemos como moda sin reflexionar de dónde viene ese producto.

–¿Cree que el Covid va a acelerar la reflexión sobre la sostenibilidad?

–Al principio creía que iba a ayudar a pensar en la importancia de cuidar la naturaleza. Pero ya hemos vuelto a los niveles de contaminación previos al Covid. Y muchos países, entre ellos Estados Unidos, han aprovechado la pandemia para anular preceptos ambientales muy importantes. Al mismo tiempo, se están subvencionando industrias muy contaminantes como la aviación o el automóvil. Se está usand o la necesidad de recuperación económica para dejar de lado la protección del medio ambiente. Eso es pan para hoy y hambre para mañana.

–¿Es optimista, pese a todo?

–Es difícil serlo pero la esperanza es lo último que se pierde. Esto no va de defender los animales o abogar por abrazarnos a los árboles, sino es por nuestra salud y nuestra economía. Aparte de las enfermedades nuevas que van a aparecer, la sequía va a afectar muchísimo en un país como España, donde se depende tanto de la agricultura.