lunes, 28 de septiembre de 2020

Mitos y realidades sobre la menstruación El HuffPost

 Mientras las series de zombis y asesinos llenan nuestras pantallas de sangre, la menstrual es considerada como algo sucio que no puede olerse ni mostrarse.

Por 
Mónica Molner
Médica de familia y especialista en salud sexual y reproductiva

SABEL PAVIA VIA GETTY IMAGE

La “regla” se nos ha presentado como esos días oscuros en los que hay que “soportar” dolores, sangrados y malestar en general, quedando totalmente relegadas las emociones inherentes al ciclo; todo ese mundo que se siente… pero que no se ve. Los diferentes cambios hormonales que tenemos a lo largo del mes nos afectan a nivel físico y psicológico, igual que si pensamos en las diferentes emociones y apetencias en un día de sol y uno de lluvia.

Es evidente que cuando nos encontramos mal no podemos rendir igual que el resto de días, y no pasa nada. Nos ha faltado una asignatura de “Educación Menstrual” para ayudarnos a comprender toda esa sabiduría de antiguos matriarcados que brindaban a las mujeres, para prepararlas y acompañarlas en los cambios que tendrían a lo largo de sus vidas.

Sigo escuchando eso de que el sangrado es necesario para limpiarnos cada mes o el que si no sangras, te hinchas, por ello creo necesaria una pequeña explicación: El cuerpo se prepara cada mes para un posible embarazo, y entre otros muchos cambios, el útero fabrica un “colchón” donde pueda anidar el huevo y, si no hay fecundación, se irá desprendiendo y saldrá por cuello del útero. Con los anticonceptivos hormonales no hay ovulación (excepto con los DIUs, que sí la hay) y nos encontramos con una colchoneta tan fina que los sangrados son menores o incluso inexistentes, pero ESO NO SIGNIFICA que la sangre quede retenida dentro y por eso se aumente de peso.

Los medios de comunicación muestran anuncios que hablan del sangrado, curiosamente azul, como algo que realmente NO nos afecta para seguir la misma marcha de siempre; será por eso que las chicas con tampones dan volteretas y saltan felices, aunque todas las mujeres sabemos PERFECTAMENTE que eso no es lo que más nos apetece en estos días.

Mientras las series de zombis y asesinos llenan nuestras pantallas de sangre, la menstrual es considerada como algo sucio que no puede olerse ni mostrarse.

“Tristemente, en la sanidad pública actual es misión imposible poder ofrecer otros recursos para reducir molestias asociadas al ciclo cuando no estamos hablando sólo de anticoncepción.”

Recuerdo la primera mujer musulmana que acudió a mi consulta para quitarle el sangrado antes de empezar el Ramadán. Tras ella, han ido llegando muchas más con las que he ido descubriendo las razones. La presencia de sangre menstrual les impide realizar el ayuno con el resto de la comunidad por considerarse impuras. Una vez dejan de sangrar, tienen que recuperar los días en los que no han podido hacerlo. Aunque esta creencia no sea compartida por todas las musulmanas, es motivo frecuente de las que solicitan mi asesoramiento.

Miranda Grey, en su libro Luna roja, resume perfectamente el cambio radical de enfoque en el momento en el que aparecen las sociedades patriarcales:

La menstruación pasó así de considerarse santa y sagrada a convertirse en sucia y contaminante, y se fomentó la creencia de que la mujer durante esos días era “una fuente de energía destructiva andante”, basándose en que tras su feminidad escondía un tremendo poder mágico…

Resulta increíble cómo podían creer que una mujer podía ser tan poderosa durante su sangrado menstrual, que era mejor aislarla, no fuera que contaminara o destruyera todo lo que se encontrara a su paso; tenían prohibido tocar los utensilios cotidianos y, sobre todo, los utilizados por los hombres, para evitar dañarlos. La que osara saltarse la norma, podía ser castigada con la muerte. Así, ellas no sólo veían limitados sus movimientos en esa fase del ciclo, sino también las dietas que debían seguir, y no precisamente con el objetivo de evitar dolores o molestias. Tenían prohibido el consumo de carne para no perjudicar las cacerías y el de leche para no afectar la productividad de las vacas. Trayendo esto al presente lo imagino algo así como que se considerara radiactiva a la mujer con sangrado. ¡Sería como vivir rodeados de un montón de centrales nucleares explotando que pueden acabar con todo!

Mientras que para nuestra cultura en general el sangrado es algo negativo que hay que anular, era considerado por las sociedades matriarcales como un tiempo en el que la mujer se retiraba para ser cuidada por las mujeres de su entorno, ya fuera en la “tienda roja”, la choza o la cueva, según momentos de la historia y lugares del planeta.

¡Qué más quisiéramos nosotras bajar la actividad cuando el cuerpo lo necesita! Y en cambio, lo que me piden la mayoría de las mujeres que acuden a consulta es un anticonceptivo que reduzca o anule el sangrado para seguir con la actividad diaria. Tengo que decir que no me considero una sádica, por lo que ante una usuaria que desea un método más allá del preservativo, y que me cuenta dolor o sangrados importantes, la simple idea de mejorar su calidad de vida me lleva a asesorarle sobre los métodos que pueden reducirlos sin considerarlos demoníacos por ello. Como cualquier medicación, tiene sus secundarismos y contraindicaciones, y hay que asesorar de forma individualizada a cada mujer. Tristemente, en la sanidad pública actual es misión imposible poder ofrecer otros recursos para reducir molestias asociadas al ciclo cuando no estamos hablando sólo de anticoncepción.

“La copa menstrual, inventada en los años 30, sigue siendo todo un descubrimiento para mujeres del siglo XXI, que la rechazan por el hecho de ver su propia sangre, a pesar de ser más ecológica, económica y saludable”

“La copa menstrual, inventada en los años 30, sigue siendo todo un descubrimiento para mujeres del siglo XXI, que la rechazan por el hecho de ver su propia sangre, a pesar de ser más ecológica, económica y saludable”

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