jueves, 4 de marzo de 2021

Estas mujeres han hecho más por el feminismo que las que ves siempre en televisión ELHuffPost

 

No se trata de hacer más ruido, sino de transformar la sociedad en el día a día.


GETTY IMAGES
Una mujer de espaldas en el 8-M


El primer año que se convocó la huelga feminista, en 2018, una parte de España supo que la cosa iba en serio cuando Ana Rosa Quintana canceló su programa matutino para unirse al paro del resto de mujeres. Un año después, en 2019, Paz Padilla se convirtió en Trending Topic tras dar un emotivo discurso en Sálvame y abandonar el programa de Telecinco para unirse a la manifestación. Dos hechos puntuales que ayudaron a poner en valor las reivindicaciones del feminismo pero que no ‘son’ el feminismo. 

Como reivindican desde el 8M, ser feminista no consiste en sólo salir un día al año a la calle. Ni en hacer más ruido que el resto, sino en transformar la sociedad día a día. Con actos cotidianos. Muchas mujeres lo hacen desde sus puestos de trabajo muchas veces invisibles y precarios.  También desde el hogar. Profesoras que enseñan en Igualdad, psicólogas que ayudan a mujeres víctimas de violencia, agentes de policía que acompañan a estas mujeres a denunciar, voluntarias en pisos tutelados, madres que cargan con el trabajo invisible de los cuidados...

Mercedes Cano es una de estas personas que, desde la sombra, hace cada día feminismo. Disfruta de su trabajo y habla de él como si fuese la suerte de su vida. Se dedica a formar a empresas en Igualdad y a acompañar a mujeres que ocupan puestos de liderazgo y se ven frustradas por estar ambientes generalmente masculinizados. Muchas se creen menos capaces, “dudan de sí mismas” y a algunas les cuesta entender que hay otras formas de liderar diferente a las de los hombres. “A veces quieren aprender a liderar de una manera distinta de sus compis machirulos, aunque esto no es posible sin un cambio en la cultura empresarial”, asevera Mercedes, que para ello las ayuda “a ser ellas mismas y a que se protejan”. “Hay quienes han decidido irse de la empresa y quien ha decidido seguir sin suicidarse, con un largo camino por delante, haciendo cambios en su equipo y su manera de liderar”, celebra.

MERCEDES CANO
Mercedes Cano

Mercedes es consciente de la importancia de su trabajo. No sólo por empoderar a mujeres, sino porque en muchas ocasiones también forma a quienes se encargan de implantar planes de igualdad en la misma empresa. De la formación de Mercedes depende que “estos planes no queden en papel mojado”. Trabaja con equipos directivos, comités de dirección y mandos intermedios de las empresas para que no se produzcan desigualdades. “Son personas que tienen equipos a su cargo y yo trato de hacerles tomar conciencia de lo importante que es tener en cuenta los sesgos inconscientes que hay en muchos sitios y nos hacen funcionar sin igualdad”, explica la experta a El HuffPost.

No trabaja desde su posición de experta, sino que trata de hacerlo desde la pedagogía para que lo entiendan, lo aprendan y “cambien la manera de pensar”. Pero asegura que no es sencillo: “Cuesta mucho cambiar algunos comportamientos y a las mujeres nos cuesta aceptar que hemos sido tontas perdidas en alguna ocasión”. 

Este miércoles acaba de terminar uno de sus talleres y se nota la emoción en su voz: “Al final muchos y muchas se han acercado a decirme que pensaban que esto de la igualdad era cosa de mujeres y por estas cosas hago mi trabajo cada vez con más entusiasmo”. 

CARLOS PINA
Pamela Palenciano

Este tipo de agradecimientos también los recibe Pamela Palenciano, pero de otro público: los adolescentes ante los que representa su monólogo, No solo duelen los golpes. Contando su historia personal de maltrato, trata de que estos patrones no se repitan entre los más jóvenes con el peor de los finales. Ella salió con un chico que la violó y la intentó matar. Y, a través del humor ácido, trata de contarlo a los jóvenes que la escuchan en varios institutos. Han sido varias chicas durante los últimos 18 años las que se han acercado a darle las gracias por haberles “salvado la vida”. 

“Me han dicho que he hecho negocio con el feminismo, pero nunca lo enfoqué así y mi monólogo sale de la necesidad urgente de contar una historia”, explica. A pesar de ello, Pamela ha sido una de las señaladas por el partido ultraderechista Vox para implantar su famoso pin parental. 

Lleva desde 2003 haciendo el show y celebra el “cambio” social que ha habido respecto a la violencia de género. “Antes se hablaba de violencia doméstica”, señala. Pero lamenta que durante los últimos cuatro años se están dando pasos hacia atrás. “Los chavales no son tontos y hay sobreinformación y se las dan de que ya se lo saben. Y eso, sumado a la reacción de la ultraderecha, hace que me llamen menos para las aulas”.

Con el coronavirus la situación ha empeorado, pero Pamela pide que le sigan dejando trabajar con adolescentes: “Si el monólogo salva vidas, ¿por qué en algunos sitios no me dejan trabajar?”. Compagina el ir a institutos y colegios con una representación de su monólogo en el Teatro del Barrio de Lavapiés (Madrid). “El público es feliz y así puedo vivir con lo que cobro, que sólo me hace falta eso”, asegura.

Cuando ves las situaciones que han vivido estas menores es imposible juzgarlas

Laura  también ayuda cada día a mujeres en su trabajo. Pero desde una perspectiva muy distinta. Es enfermera en un centro de menores especializado en jóvenes embarazadas o con hijos de tres año para abajo. “Son mujeres con un contexto familiar jodido todas y son muy agradecidas”, cuenta, “alguna incluso no quiere irse del centro porque se encuentra bien con nosotras y tienen muchos recursos, desde reinserción laboral hasta atención psicológica”. 

Hace unos meses, antes de empezar a trabajar, estaba nerviosa: “Te imaginas que vas a ese centro con delincuentes, pero luego es todo lo contrario. Cuando ves las situaciones que han vivido siendo menores no puedes juzgarlas y es tan fácil empatizar y acercarte emocionalmente a ellas...”, relata. 

Entre otras cosas, Laura se encarga de la educación sanitaria. Habla con las jóvenes sobre educación sexual, hace intervenciones respecto a la comida -“muchas de ellas vienen de una situación de calle y comen compulsivamente”- y se encarga de cuidarlas, acompañarlas a sus salidas sanitarias y ayudarlas con sus hijos.

Ahora sólo hay una bebé en el centro y Laura se encarga muchas veces de ella: “Le pongo vídeos educativos, jugamos, tenemos un gran vínculo”. Tanto es así que una de las primeras palabras que dijo la niña fue su nombre. “Su madre me ha dicho muchas veces lo tranquila que está de tenerme aquí. Es un trabajo muy gratificante”, explica Laura, que no quiere revelar su verdadero nombre ni el del centro para mantener la privacidad de estas mujeres.  

Si algo tienen en común Mercedes, Pamela y Laura, es que en ningún momento de la conversación presumen de lo que hacen, simplemente les gusta y lo disfrutan. Son parte de ‘las invisibles’ que sostienen el feminismo y los cuidados, pero ni se han parado a pensarlo. 

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