El museo ofrece en 'La belleza encerrada' un exquisito concentrado de su colección en casi 300 rarezas de pequeño formato
'De Fra Angelico a Fortuny' recorre la historia del arte facilitando una aproximación muy íntima cercana a las piezas
La pradera de San Isidro', de Francisco de Goya y Lucientes. |
Extracción de la piedra de la locura', de El Bosco |
Es una gran exposición conformada con pequeños tesoros. El museo de Prado busca dentro del Prado y traza un insólito recorrido por su soberbia colección mediante un conjunto de 280 obras cuyo denominador común es su pequeño formato y su rareza. Se titula 'La belleza encerrada. De Fra Angelico a Fortuny', y recorre casi dos milenios de arte, de finales del siglo II a los umbrales del siglo XX. Es un concentrado exquisito, un destilado del Prado que, como los mejores perfumes, se ofrecen en frascos diminutos y del que se podrá disfrutar en detalle mirando las pinturas en una íntima y cercana aproximación a través de ventanas o cámaras oscuras. Unos recursos expositivos tan diferentes a los habituales como atractivos para el espectador, al que se coloca frente al luminoso y narcisista espejo que refleja la riqueza y variedad e intensidad del Prado.
Las obras cobran un inédito protagonismo gracias al sorprendente montaje que facilita una contemplación más íntima, en las mejores condiciones de proximidad y recogimiento. La innovadora disposición de las piezas invita al espectador a un juego de guiños para adentrarse en su belleza, para disfrutar de la originalidad y rareza que encierra este resumen de la excelencia del museo en su más mínima y particular expresión. Es la primera vez en su historia que la pinacoteca analiza los orígenes de sus obras de pequeño formato y resume la colección del Prado más íntimo. "Queremos crear un pequeño museo dentro del museo", propone Miguel Zugaza, director del museo. "Es un acto de generosidad del Prado consigo mismo y con quienes lo visitan, un ejercicio narcisista para observar su propia belleza", concede.
La selección de la comisaria Manuela Mena, jefa de conservación del siglo XVIII y Goya, dota de nuevas dimensión a un conjunto de obras de modesta escala y enorme ambición plástica que no siempre gozan de la posibilidad de exponerse. O que, cuando lo logran, encuentra dificultad para atrapar la atención del espectador.
Restauradas
Para asegurar la mejor apreciación de estas bellezas recónditas, el museo ha hecho un esfuerzo restaurando más de setenta de las obras expuestas en poco más de un año. Medio centenar no se habían visto en los últimos años y cobrarán un inusual protagonismo. Las restauraciones, que han propiciado sorpresas y hallazgos, permitirán apreciar en toda su dimensión la belleza, originalidad y rareza concentradas en sus mínimas pero singulares características de estas casi 300 piezas.
Con patrocinio de la Fundación BBVA, 'La belleza encerrada' se ordena de forma cronológica en un recorrido por la historia del arte que explica la colección del museo y la excelencia de sus grandes artistas. Recorre todo el arco temporal de las colecciones del Prado, de finales del siglo II, con la escultura en mármol Atenea Partenos, a los umbrales del siglo XX, con obras de Fortuny, Madrazo, Rosales o Carlos de Haes. Ofrece antes piezas de Roger van der Weyden, Durero, Rafael, Velázquez, Rubens, Brueghel el joven, Murillo, Luis Paret o Goya. Es la esencia del Prado, desde los orígenes del arte en todos sus soportes. Parte de lo mejor del mucho talento que encierra un museo que, según su director, «desde hace mucho tiempo no se mostraba tan extenso y abundante».
El público puede mirar las pinturas expuestas a través de ventanas, pasadizos o 'cámaras oscuras' y admirarlas muy de cerca gracias al peculiar colgado de las obras, situadas a la altura de los ojos, lo que permite disfrutar en "privado" y en "detalle" de estas pequeñas grandes rarezas del Prado. Hay joyas muy conocidas, como la 'Anunciación' de Fra Angelico, el 'Autorretrato' de Durero, 'El paso de la laguna Estigia', de Patinir, o el conjunto de cuadros de gabinete de Goya. También desconocidas, como 'La oración en el huerto con el donante Luis I de Orleans', tabla francesa del XV recién descubierta, o los bocetos creados para la 'Torre de la Parada' de Rubens, que cuenta con una sala propia.
Las salas de la ampliación de Moneo se han convertido en una sucesión de gabinetes ordenados a lo largo de 17 espacios de mayor o menor amplitud. Abarcan todos los géneros y temas, desde la mitología, las imágenes de devoción y los retratos, la naturaleza, la reflexión sobre el ser humano, la exaltación del poder y la vida cotidiana. También los diferentes soportes y técnicas: cristal, mármol, tabla, lienzo, pizarra, cobre u hojalata.
Son bocetos preparatorios, pequeños retratos, cuadros de gabinete, esculturas y relieves que están habitualmente a la sombra de los grandes cuadros de la colección pero que se muestran aquí en todo su esplendor para acaparar la atención preferente del espectador en unas condiciones ideales de proximidad y reflexión que no se consiguen en las salas de la colección permanente.
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