En Granada, como en otras partes del mundo, no todo se conserva en casa y es curioso ver repartidas por el mundo gran cantidad de piezas que surgieron o estuvieron aquí desarrollando su funciónJOSÉ VALLEJO GRANADA
Los restos de cultura material que nos ha legado el paso del tiempo, son los elementos físicos con los que podemos dar forma en nuestra imaginación a aquellos espacios que, en su momento, fueron de importancia y que hoy, desgraciadamente, han desaparecido. De ahí la importancia de la existencia del museo como recopilador de todos esos ejemplos de épocas pretéritas que cuidan y muestran al ciudadano, para un mejor conocimiento de su pasado y, por tanto, de su identidad.
En Granada, como en otras partes del mundo, no todo se conserva en casa y es curioso ver repartidas por el mundo gran cantidad de piezas que surgieron o estuvieron aquí desarrollando su función. Entre otras muchas piezas, como el techo de la Torre de las Damas, la gran cantidad de cerámica nazarí o los suntuosos tejidos, realizados en los talleres granadinos y que sirvieron para investir a nobles y dignidades cristianas, hay una que es la que destacamos hoy: la lámpara de la mezquita real de la Alhambra, de extraordinaria belleza que, además, nos da una gran cantidad de datos histórico gracias a su inscripción.
En la actualidad, esta lámpara de bronce está custodiada en el Museo Arqueológico Nacional, pudiéndose ver una réplica de ella en el Museo de la Alhambra. Mide unos dos metros de altura y tiene un vástago central en el que se insertan cuatro esferas con inscripciones caladas, en las que aparece el lema nazarí Y no hay más vencedor que Dios, ¡ensalzado sea! y, bajo ellas, una pieza de ocho paños con decoración vegetal recortada en el metal, del que pende la campana casi circular de ochenta centímetros de diámetro, cuajada de decoración y, en su labio inferior, una importante inscripción que la data en 1305, nombrando al Sultan Muhammad III como constructor de la mezquita real de la Alhambra. Bajo la campana, probablemente, tendría el platillo para las luminarias que darían una luz filtrada por toda la decoración calada del cuerpo principal. La mezquita real de la Alhambra se situaba prácticamente en el mismo lugar que la actual iglesia de Santa María de la Alhambra. Nos cuenta Torres Balbás que era un edificio pequeño, dividido en tres naves por columnas de mármol y jaspe, con la central más alta que las otras y cubierta por un techo plano de maderas labradas, un pequeño mihrab orientado hacia la Meca y, delante de él, probablemente se encontraría la lámpara que nos ocupa. Nos dice también el arquitecto de la Alhambra que la mezquita sería muy parecida a la de Sidi Abu-l-Hasan de Tremecen (Argelia), ligeramente anterior al edificio granadino, lo que nos habla de los contactos culturales entre los granadinos y el norte de África. En nuestra mezquita murió asesinado, durante la oración del día de la ruptura del ayuno del año 1354, Yusuf I -el gran monarca nazarí que inauguró el periodo de esplendor del siglo XIV en el reino de Granada- provocando la sucesión en Muhammad V, el otro gran constructor de la Alhambra.
La mezquita, a la llegada de los Reyes Católicos en 1492, se convirtió en sede catedralicia, bajo la advocación de Nuestra Señora, hasta que se terminó el edificio que hubo donde está hoy el MADOC, en la calle San Matías. Se derribó en 1576 por su estado ruinoso, impuesto probablemente por el desplome de los muros laterales, siendo sustituida por la actual iglesia de la Alhambra. Sería en este periodo de finales del siglo XV o recién iniciado el siglo XVI, cuando en una visita del Cardenal Cisneros, esta lámpara y un magnífico acetre de bronce dorado y nielado que también se conserva en el Arqueológico Nacional, pasaron al tesoro del prelado en Alcalá de Henares. A su muerte se recogieron y documentaron en su testamento y, desde ahí, a finales del siglo XIX, viajaron al museo madrileño.
Estamos, por tanto, ante una pieza que nació en los talleres de metalistería nazaríes de comienzos del siglo XIV, que vio el asesinato de uno de los grandes reyes granadinos, la conversión en catedral de la mezquita que iluminaba, para acabar sus días en Alcalá de Henares y hoy ser custodiada en un museo, que no es el de la Alhambra en el palacio de Carlos V -que sería el más apropiado, a escaso metros de su ubicación natural- donde se exhibe una réplica que nos da la idea de lo que fue, aunque no pueda transmitir todo lo vivido por el original.
1. Mezquita de Sidi Abu-l-Hasan en Tremecen, que ofrece gran parecido con la mezquita granadina según Leopoldo Torres Balbás. 2. Lámpara de la mezquita real de la Alhambra, actualmente en el Museo Arqueológico Nacional en Madrid. 3. Mihrab de la Mezquita de Sidi Abu-l-Hasan en Tremecen.
En Granada, como en otras partes del mundo, no todo se conserva en casa y es curioso ver repartidas por el mundo gran cantidad de piezas que surgieron o estuvieron aquí desarrollando su función. Entre otras muchas piezas, como el techo de la Torre de las Damas, la gran cantidad de cerámica nazarí o los suntuosos tejidos, realizados en los talleres granadinos y que sirvieron para investir a nobles y dignidades cristianas, hay una que es la que destacamos hoy: la lámpara de la mezquita real de la Alhambra, de extraordinaria belleza que, además, nos da una gran cantidad de datos histórico gracias a su inscripción.
En la actualidad, esta lámpara de bronce está custodiada en el Museo Arqueológico Nacional, pudiéndose ver una réplica de ella en el Museo de la Alhambra. Mide unos dos metros de altura y tiene un vástago central en el que se insertan cuatro esferas con inscripciones caladas, en las que aparece el lema nazarí Y no hay más vencedor que Dios, ¡ensalzado sea! y, bajo ellas, una pieza de ocho paños con decoración vegetal recortada en el metal, del que pende la campana casi circular de ochenta centímetros de diámetro, cuajada de decoración y, en su labio inferior, una importante inscripción que la data en 1305, nombrando al Sultan Muhammad III como constructor de la mezquita real de la Alhambra. Bajo la campana, probablemente, tendría el platillo para las luminarias que darían una luz filtrada por toda la decoración calada del cuerpo principal. La mezquita real de la Alhambra se situaba prácticamente en el mismo lugar que la actual iglesia de Santa María de la Alhambra. Nos cuenta Torres Balbás que era un edificio pequeño, dividido en tres naves por columnas de mármol y jaspe, con la central más alta que las otras y cubierta por un techo plano de maderas labradas, un pequeño mihrab orientado hacia la Meca y, delante de él, probablemente se encontraría la lámpara que nos ocupa. Nos dice también el arquitecto de la Alhambra que la mezquita sería muy parecida a la de Sidi Abu-l-Hasan de Tremecen (Argelia), ligeramente anterior al edificio granadino, lo que nos habla de los contactos culturales entre los granadinos y el norte de África. En nuestra mezquita murió asesinado, durante la oración del día de la ruptura del ayuno del año 1354, Yusuf I -el gran monarca nazarí que inauguró el periodo de esplendor del siglo XIV en el reino de Granada- provocando la sucesión en Muhammad V, el otro gran constructor de la Alhambra.
La mezquita, a la llegada de los Reyes Católicos en 1492, se convirtió en sede catedralicia, bajo la advocación de Nuestra Señora, hasta que se terminó el edificio que hubo donde está hoy el MADOC, en la calle San Matías. Se derribó en 1576 por su estado ruinoso, impuesto probablemente por el desplome de los muros laterales, siendo sustituida por la actual iglesia de la Alhambra. Sería en este periodo de finales del siglo XV o recién iniciado el siglo XVI, cuando en una visita del Cardenal Cisneros, esta lámpara y un magnífico acetre de bronce dorado y nielado que también se conserva en el Arqueológico Nacional, pasaron al tesoro del prelado en Alcalá de Henares. A su muerte se recogieron y documentaron en su testamento y, desde ahí, a finales del siglo XIX, viajaron al museo madrileño.
Estamos, por tanto, ante una pieza que nació en los talleres de metalistería nazaríes de comienzos del siglo XIV, que vio el asesinato de uno de los grandes reyes granadinos, la conversión en catedral de la mezquita que iluminaba, para acabar sus días en Alcalá de Henares y hoy ser custodiada en un museo, que no es el de la Alhambra en el palacio de Carlos V -que sería el más apropiado, a escaso metros de su ubicación natural- donde se exhibe una réplica que nos da la idea de lo que fue, aunque no pueda transmitir todo lo vivido por el original.
1. Mezquita de Sidi Abu-l-Hasan en Tremecen, que ofrece gran parecido con la mezquita granadina según Leopoldo Torres Balbás. 2. Lámpara de la mezquita real de la Alhambra, actualmente en el Museo Arqueológico Nacional en Madrid. 3. Mihrab de la Mezquita de Sidi Abu-l-Hasan en Tremecen.
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