lunes, 4 de noviembre de 2013

El peor aire de la comunidad se respira en Granada, Sevilla y Bailén granadahoy.com

El Campo de Gibraltar y Huelva rompen con su leyenda negra Restringir el tráfico en los núcleos urbanos es la única gran solución
FEDE DURÁN SEVILLA
Un medidor de la calidad del aire en Sevilla.
El Campo de Gibraltar y Huelva han sido siempre los peores ogros del ecologismo en Andalucía. El horizonte de estas provincias está mellado con las chimeneas del capitalismo y, sobre todo, con sus alargadas cortinas de humo. Pero, simbolismos aparte, el peor aire no se respira allí, según la Consejería de Medio Ambiente. Sus mediciones señalan a Granada, Sevilla y Bailén como los principales puntos negros. 

Las causas de esta mala nota difieren. En Granada (partículas y dióxido de nitrógeno) son decisivas las condiciones orográficas y meteorológicas, que crean una especie de envase al vacío donde la contaminación no se dispersa. El tráfico es el principal problema de Sevilla (dióxido de nitrógeno). Y la industria de la cerámica -pese a haber reducido su actividad y por lo tanto su impacto con la crisis- el emisor nocivo de Bailén (partículas). 

Fuentes del departamento que gestiona desde hace mes y medio María Jesús Serrano aclaran que la calidad del aire en Andalucía es similar a la del resto de España y a los promedios europeos, aunque con factores endémicos y particularidades que también crean diferencias por áreas. Cuanto más al sur, más aridez y mayores suspensiones de polvo (el propio del lugar y el que el viento arrastra desde África), por ejemplo. La comunidad se divide en 12 zonas, agrupadas a su vez en función de sus similitudes: están las urbanas (Málaga, Sevilla, Córdoba); las industriales (bahía de Algeciras, Carboneras, Bailén, Huelva); y las rurales. 

La legislación española es una mera copia de las directivas europeas. Desde 2005 hasta hoy, los avances han sido claros pese a algún paso atrás: el listón que debía entrar en vigor en 2010 descansa en algún almacén de Bruselas. Los valores vigentes son en cualquier caso superiores a los de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Hace unas semanas, el informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente sobre la calidad del aire admitía que, entre 2009 y 2011, hasta el 96% de la población urbana quedó expuesta a concentraciones de partículas finas (PM 2.5) y hasta el 98% a concentraciones de ozono superiores a las líneas rojas de la OMS. 

La Consejería se sincera: "No hay un nivel de partículas suficientemente bajo para que consideremos que estamos a salvo. Deberíamos estar preocupados: las partículas a veces llevan compuestos bastante peligrosos; la mayoría son cancerígenos del grupo uno (asimilados al tabaco)". Incluso así, se registran avances. En 2005, los topes de PM 10 -partículas menores a diez micras- se superaban en siete de las 12 zonas andaluzas. En 2012, sólo las zonas rurales y el área de Villanueva del Arzobispo (Jaén) los traspasaban. 

Cuanto más pequeñas son las partículas, más fácilmente penetran en el aparato respiratorio y peores son los estragos. Los tubos de escape son el enemigo. Y ahí entran en juego los ayuntamientos y sus planes de regulación del tráfico. Cuando se trata de un aeropuerto está implicada Aena. En las vías interurbanas aparece la Consejería de Fomento, o el Ministerio del ramo, o la diputación de turno. Muchos actores implican poca efectividad. La ausencia de un mando único eclipsa las soluciones. "Restringir el tráfico en núcleos urbanos es realmente la única gran medida -explican fuentes de Medio Ambiente-. Pero las políticas que se han diseñado han sido contradictorias: por la lucha contra el cambio climático, se ha fomentado mucho la utilización de motores diesel, que emiten menos CO2 pero más partículas, dióxido de nitrógeno y metales. Es cierto que los automóviles contaminan menos conforme se modernizan, pero el problema es que cada vez hay más". Los vehículos eléctricos, los híbridos y los propulsados por hidrógeno siguen siendo opciones caras para aplicarlas como norma al transporte público y al bolsillo privado. 

El otro prurito andaluz es el ozono troposférico, contaminante sobre todo secundario (cuando surge a partir de los que ya existen; aunque también puede aparecer, por ejemplo, por las emisiones de la vegetación) especialmente virulento en primavera y verano porque lo activa la radiación solar. Las zonas rurales se llevan entonces la peor parte: la contaminación primaria abandona las ciudades con el viento y alcanza su apogeo en el extrarradio. Mairena del Aljarafe, en Sevilla, es el paradigma de ese mecanismo, según la Consejería, que elabora informes de calidad diarios y mensuales pero no, por ahora, anuales.

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