ENNIFER BURK/UNSPLASH |
Mis problemas con la anorexia empezaron cuando descubrí que mi marido, padre de mis dos hijas, tenía una aventura. Por entonces yo tenía 30 años. Cuando se lo recriminé, ni siquiera parecía tener remordimientos. De hecho, ese mismo día se mudó a más de 700 kilómetros y yo pasé a ser una madre soltera. Es una locura cuánto cambió mi vida en un solo día. No tenía planeado el resto de mi vida, pero sí una vaga idea. Y esa idea se vino abajo de repente. Mi futuro pasó a ser terroríficamente incierto. Estaba decidida a volcar toda mi atención en mis hijas. No quería que sufrieran todo lo que estaba sufriendo yo. De este modo, ignoraba mi sufrimiento. ¿A quién pretendo engañar? No quería afrontarlo. No elegí pasar por un trastorno alimentario, pero fue mi modo de sobrellevar mi tristeza y de intentar controlar mi vida en una época en la que iba a la deriva.
La sola idea de comer me aterrorizaba, la necesidad de hacer ejercicio era abrumadora y la alegría que sentía cuando perdía peso era enorme pero efímera.
La sola idea de comer me aterrorizaba, la necesidad de hacer ejercicio era abrumadora y la alegría que sentía cuando perdía peso era enorme pero efímera. Mi meta era adelgazar aún más y me castigaba a mí misma todos los días para alcanzarla. Durante esta época gris con anorexia, me sentía enterrada en lo más profundo de un pozo oscuro, sin un solo atisbo de luz al que aferrarme. Estaba yo sola, atrapada y sin salida. Llegué a planear mi suicidio varias veces y pensé en otras medidas drásticas para acabar con esa tortura. Traté de salir del pozo comiendo, pero seguidamente me asediaban los remordimientos, me daba un atracón y me purgaba. Cuando me ocurría eso, me sentía aún más insegura y fuera de control, de modo que decidí que lo mejor era no intentar salir del pozo, pasara lo que pasase. Pero hay una parte testaruda en mi interior (mi familia y mis amigos pueden dar fe) que no iba a rendirse y buscó ayuda.
Ingresé durante cuatro meses en un centro especializado en trastornos alimentarios y lo di todo por recuperarme. Sin embargo, cuando se acabaron esos cuatro meses, aún tenía esa voz en mi cabeza que me incitaba a dejar de comer. Decidí seguir luchando y fue duro. Una parte de mí quería que me recuperara y la otra parte quería volver a la seguridad de ese pozo. Sí, parece una locura, pero en serio pensaba que estaba a salvo y al mando cuando me limitaba la comida. Ahora ya sé que era mi trastorno alimentario el que estaba al mando, no yo, y que ese pozo no era ningún refugio.
Afortunadamente, poco después me enseñaron las EFT (técnicas de libertad emocional), también conocidas como tapping (golpeteo). Se trata de una herramienta sencilla pero poderosa que consiste en realizar un golpeteo en los puntos de acupresión del cuerpo, como en la acupuntura, pero sin agujas, para ayudar a liberar sentimientos negativos y alcanzar la tranquilidad. El tapping me ayudó a superar el dolor por la infidelidad y a sobrellevar la responsabilidad de ser una madre soltera, pero también me ayudó a reconfigurar mi mente y mi concepción de mí misma.
Aunque ya había alcanzado un peso sano, aún creía que:
- No era especial
- No estaba integrada
- No tenía ningún propósito en la vida
- Era gorda y fea
- Era inferior a los demás
- No era lo suficientemente buena
- Nadie podía quererme
- Era una porquería de esposa, madre e hija
- Tenía que ser perfecta
- Tenía que saber hacer todo sin ayuda
La voz de mi cabeza me decía que esos pensamientos dejarían de importarme si volvía a limitar mi alimentación para perder peso, pero escogí utilizar las técnicas de libertad emocional y ahora me siento feliz, segura de mí misma, positiva y con grandes expectativas de futuro. Ya no uso la comida como vía de escape o para estar al mando. Soy capaz de manejar el estrés de la vida y he encontrado una herramienta mucho más sana para ayudarme a sobrellevarlo todo.
Los trastornos alimentarios no radican en la comida o en el peso, solo que se convierten en el centro de atención para evitar el problema de fondo.
Los trastornos alimentarios no radican en la comida o en el peso, solo que se convierten en el centro de atención para evitar el problema de fondo. Para liberarse de un trastorno alimentario, la verdadera causa ha de ser tratada primero y hay que reconfigurar la mentalidad para que el trastorno alimentario pase a ser secundario.
Las técnicas de libertad emocional transformaron mi vida incluso cuando pensaba que no había solución. Ahora soy terapeuta profesional de libertad emocional y ayudo a otras mujeres con trastornos alimentarios a retomar el control de su vida haciendo que afronten las verdaderas causas de sus trastornos en lugar de planificar sus dietas y pesos ideales. Si quieres conocer mejor cómo pueden ayudarte las técnicas de libertad emocional a superar tus trastornos alimentarios, te animo a que te descargues de forma gratuita mis vídeos (en inglés).
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