Mirando a GranadaMirando a Granada |
En el primer caso, aparece el mirador más conocido de la ciudad: San Nicolás se levanta frente a la Alhambra, caso de otros 'observatorios urbanos' como la placeta Carvajales o el algo más lejano ubicado en San Cristóbal. El Mirador de San Nicolás es uno de los más transitados y copa la mayoría de postales de las tiendas de recuerdos.
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Aunque la puesta de sol, señalada por Bill Clinton en 1997 "como la más bonita del mundo", sea uno de sus principales reclamos, durante todo el día llegan turistas y granadinos a fotografiarse frente al palacio nazarí. Además, en su vertiente histórica, se encuentra en las inmediaciones la propia Iglesia de San Nicolás, de estilo mudéjar y bastante sencilla, destruida poco antes de la Guerra Civil y reconstruida posteriormente. A pesar de estar cerrada durante algún tiempo, hay voluntarios que la abren cada cierto tiempo para ir recopilando donativos que sigan mejorando tanto el exterior como el interior de la iglesia.
Subiendo un poco se encuentra el Mirador de San Cristóbal, al que se puede acceder desde San Nicolás atravesando Plaza Larga -centro neurálgico del barrio del Albaicín- y continuando por la Calle Larga de San Cristóbal. Un paseo que permite ver que el Albaicín sigue siendo un barrio con vida propia más allá de los monumentos que lo copan y los turista que los visitan.
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Aunque unos trescientos metros de la Carretera de Murcia sirven como mirador por la curva abierta que se abre sobre la ciudad, es en el Mirador de San Cristóbal donde se puede ver con claridad los restos de la muralla zirí del siglo XI que rodeaba la ciudad de Granada. Otros puntos destacados que se observan desde aquí son la propia Alhambra, la Catedral de Granada y el Palacio de Dar-Al-Horra. Bajo el observatorio, además, se esconden cuevas ocultas al ojo más despistado construidas hace décadas.
Antes de acabar el día, es indispensable subir a dos puntos clave de la ciudad; dos miradores tan diferentes que ofrecen dos perspectivas de Granada únicas: San Miguel Alto y Almanzora Alta. El primero, quizás el más famoso tras San Nicolás, ofrece la vista más amplia de toda la urbe: desde una vista superior sobre la Alhambra, hasta una perspectiva completa del Albaicín y algunas zonas más alejadas como el Zaidín, Triunfo y Caleta.
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Es uno de los puntos de reunión más transitados en verano por su habitual fresco al caer la noche, su ubicación alejada de edificios y su gran espacio abierto en el que caben cientos de personas. Además, destaca nuevamente la puesta de sol, muy diferente a la descrita por Bill Clinton en San Nicolás, y la Ermita de San Miguel Alto, destruida a principios del siglo XIX pero con unas vistas impresionantes de la ciudad al completo.
El segundo mirador al que ir al atardecer está ubicado en la Calle Almanzora Alta, en la otra punta del Albaicín, justo debajo de la Alhambra. Destaca por su color cálido al atardecer sobre las casas blancas que pueblan el barrio albaicinero. Tranquilo y sin ruido, no es muy conocido por los granadinos y las rutas turísticas suelen obviarlo. En cambio, ofrece una vista única del casco antiguo de Granada.
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Ya por la noche -como recomendación-, quedan otros dos puntos que visitar. La Placeta de Carvajales, centro neurálgico de la juventud, y el Ojo de Granada, un pequeño espacio ubicado en la Calle Cruz de Quirós que suele estar poco transitado.
Carvajales, en cambio, es otro cantar: decenas de personas se acercan a diario para contemplar una vista inferior de la Alhambra mientras sacan sus guitarras para tocar todo tipo de música. Es un espacio accesible, cerca del centro, y no muy elevado: por ello, es ideal para acercarse cualquier noche tras una cena y pasar un rato al aire libre.
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Las mismas características, excepto la vista y la ocupación, comparte el mirador Ojo de Granada. Ubicado entre Cruz de Quirós y Calle Zenete, este pequeño espacio no ofrece una postal única como puede ser las de San Miguel Alto o Almanzora Alta: se ven edificios menos monumentales en la zona de la Catedral y San Jerónimo e incluso de la vega granadina, pero el estar cerca del centro, ser poco transitado, y estar oculto entre calles estrechas y sinuosas, lo hacen un lugar tranquilo en el que pasar las noches de verano o ver un bello atardecer sobre los tejados de Granada.
Pequeñas pinceladas de historia, bellas postales de ensueño, perfecta compañía: un tándem único e irrepetible con el que pasar el verano de una manera diferente. Conociendo la ciudad en la que se vive, pero desde una perspectiva distinta: a pie, pero desde arriba. Sentados, con una conversación interesante. Mirando al frente y contemplando cómo la luz, la arquitectura y la propia Granada hacen el resto. Aunque haya miradores en otras urbes, la ciudad tiene algo único que encandila: mires como mires, siempre hay algo que sorprende, y estos observatorios urbanos son únicos para descubrir lugares que nunca se habrían visto desde abajo.
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