¿Hay algún desafío más evidente y urgente para la Humanidad que la erradicación de la pobreza? La buena noticia es que sabemos que reducir la pobreza es posible. En 25 años –entre 1990 y 2015- la cantidad de personas que viven en la pobreza extrema disminuyó en más de la mitad, de 1.900 millones a 836 millones. La pobreza no es inevitable ni permanente, aunque aún resulta inaceptable el número de personas, vida a vida, que luchan por satisfacer sus necesidades más básicas.
Millones de personas han salido de la pobreza en países como China e India gracias al crecimiento económico, pero éste ha sido profundamente desigual.
Las mujeres tienen muchas más probabilidades de vivir en la pobreza. La causa es un acceso desigual al trabajo remunerado, la educación y la propiedad.
8 de cada 10 personas que se encuentran en condiciones de pobreza extrema se concentran en África subsahariana y Asia meridional. Actuar eficazmente en el desarrollo de estas regiones supondría un gran impulso contra la pobreza
Incluso en regiones que han crecido en los últimos años como Latinoamérica, 75 millones de personas viven en la indigencia, y el número de niños menores de 5 años con malnutrición crónica ha crecido de 39,1 millones a 42,5 en 3 años, según la FAO.
Tres grandes amenazas globales se suman a las dificultades estructurales para erradicar la pobreza: el impacto del cambio climático hoy, el incremento de conflictos y de la población civil afectada por los mismos, y la inseguridad alimentaria.
Se puede y se debe combatir la pobreza desde las evidencias y con apoyo de personas, instituciones, empresas, gobiernos.Existe un compromiso universal de los líderes mundiales, los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que implican un esfuerzo común y sostenido por parte de países desarrollados y vulnerables para terminar con la pobreza en todas sus formas y dimensiones para 2030. Los Objetivos apuntan los síntomas, aunque atacan las causas estructurales de la pobreza, entre ellas la desigualdad extrema y creciente en la mayor parte de los países. Los compromisos se firman para cumplirlos, los derechos para respetarlos.
Las medidas eficaces deberían centrarse en los más vulnerables, asegurar el acceso a los recursos naturales, tierra y agua, y a servicios básicos así como apoyar a las comunidades afectadas por conflictos y desastres relacionados con el clima.
Hace un año, una empresa de investigación nos demostró que el peor enemigo en la lucha contra la pobreza es el pesimismo. El 87% de las personas encuestadas en todo el mundo cree que el nivel de pobreza global se ha mantenido o incluso ha empeorado durante los últimos 20 años, cuando ha ocurrido lo contrario: se ha reducido a la mitad.
Dicho lo anterior, las amenazas mencionadas podrían frenar esta tendencia e incluso revertirla en algunas regiones y países, especialmente afectados. Imaginemos la marcha atrás que ha supuesto en Siria el terrible conflicto que asola este país.
Lograr que las personas que aún viven sumidas en la pobreza extrema la superen es una tarea exigente y difícil, pero no imposible. Es la mayor responsabilidad global que tenemos. Para ello, es necesario hacer más inclusivo y sostenible el crecimiento económico, así como enfrentar las desigualdades crecientes, el déficit de gobernanza y los conflictos. La participación ciudadana es esencial para que estos retos se aborden de forma efectiva.
No hablamos de una tarea quimérica. Es posible y es una obligación. Se puede y se debe combatir la pobreza desde las evidencias y con apoyo de personas, instituciones, empresas, gobiernos. Nosotros, cada día, seguimos trabajando para lograrlo.
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