"El acervo cultural va a estar cojo mientras no refleje lo femenino"
-¿Cómo es el reencuentro con una voz de hace más de veinte años?
-Distanciado, como suele pasar siempre con la madurez. Contemplo que entonces la incertidumbre del futuro suponía una gran carga. Conforme cumples años, los grandes interrogantes están solucionados y eso te aporta serenidad. También veo a una Laura ingenua en el encuentro con el mundo de la cultura, que a veces era encontronazo.
-Describe escenarios que parecen de una galaxia muy lejana: que una crítica aparecida en un suplemento fuera tremendamente influyente. O que pagaran (aunque con retraso) las colaboraciones.
-El mundo cultural se ha fragmentado mucho: hoy día no hay nada tan poderoso como lo que podía ser, digamos, un artículo en Babelia. También me cuesta distinguir hasta qué punto lo veía poderoso porque no me sentía incluida. Pero, desde luego, medios y críticos tenían un poder que ahora no tiene nadie.
-La misoginia en el ámbito literario, hacia la literatura por y para mujeres, se ha abierto hoy a debate.
-Digamos que yo siempre había creído que tenía derecho a entrar en el mundo de la cultura, a vivir en ese mundo. Y empecé a descubrir con sorpresa el machismo, a todos los niveles. En las obritas a las que llevaba a mi hija, con dos años, todo lo divertido lo hacían los personajes masculinos y la única chica era tonta e iba de sexy todo el rato. Y luego había cosas como un artículo para Revista de Occidente, que repasaba el género del diario íntimo, y se dijo que bueno, que los varones que aparecían ahí estaban por mérito, pero las mujeres, por cuota. Los hombres nos miraban como intrusas, como nenazas, con desconfianza, nos miraban sin vernos... Yo veo el machismo y no puedo evitar señalarlo y, si se lo señalabas, respondían con mucha irritación. Antes, me veía muy impotente ante todo eso, ahora ya no.
-Gracias a Clásicas y Modernas.
-Es una asociación que ha encarnado toda una corriente de opinión. Las cifras demuestran que ese sesgo machista que veíamos en el mundo literario, cultural, no era algo anecdótico, sino sistemático: nos pasa a todas las mujeres, aunque algunas no lo perciban. La diferencia entre intentar entrar en un mundo masculino que no te recibe muy bien o en un mundo más femenino que sí te escucha y en el que no hay desconfianza, es abismal.
-Ese parámetro desconocido de no tener que estar dando explicaciones... Ya en el Diario aparece esa necesidad de vindicar los temas femeninos.
-Como mujer, en el mundo de la cultura, siempre estás teniendo que justificarte de alguna forma. Una anécdota del Diario anterior, por ejemplo: cuando me quedé embarazada intenté hacer lo que había hecho toda la vida: dialogar con la cultura y vivir mi experiencia a través de lo que otros habían dicho. Y me encontré con que no tenía referentes, no había libros que hablaran de ello. Uno puede viajar a Nueva York y visitar los restaurantes de la novelas de Edith Wharton o los escenarios de Woody Allen, pero no encuentra la dimensión humana de la maternidad, que junto con la guerra, el amor, la muerte... son las grandes experiencias de la vida. El acervo cultural va a estar cojo mientras no refleje las experiencias femeninas, que sólo han estado casi como una forma de subcultura, más o menos entre las revistas de cotilleos, los programas del corazón y los libros de autoayuda. Se considera como algo excluido de la alta cultura y escindido de todo lo demás.
-Como en ciertas tribus, que si estás embarazada o tienes la regla, estás oculta en una cabaña aparte...
-Exacto, expulsada de la corriente central de la vida.
-Ya hace años, en La novela femenil y sus lectrices, señalaba que el lenguaje está lleno de ideología.
-Empezando por la principal idea del patriarcado, que lo humano es lo masculino: la mujer y lo femenino son sólo una parte, la desviación de la norma. Hay muchas locuciones que indican que lo positivo es masculino mientras que, en el lado femenino, hay palabras que denigran a algún tipo de mujer que no tienen equivalente masculino: hemos llegado a contabilizar más de 600 palabras para puta o similar; o conceptos como marisabidilla, solterona, bruja, poetisa... Y la expresión literatura de mujeres que, por supuesto, también es despectiva.
-Bueno, ahora nadie podría decir eso de "cierta poética ginocéntrica", ¿o no?
-Ya no se dice de una forma tan cándida, aunque lo sigan pensando o siga estando en el inconsciente: para muchos, literatura femenina sigue siendo inferior y cursi. Todavía no hemos hecho suficiente pedagogía, aunque cada vez hay más. Cuando te han educado toda la vida con libros de texto con artistas, políticos y escritores todos hombres, es muy difícil no menospreciar a las mujeres. Nunca aparece siquiera la pregunta: "¿Dónde estaban las mujeres?". Ni se cuestiona ni somos conscientes de que es así. Yo misma tardé mucho tiempo.
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