-Anuncia el final del desconcierto. Se lo agradezco porque yo sigo desconcertado.
-Lo mejor que se puede decir es que ya sabemos por qué estamos desconcertados.
-Me deja más tranquilo. ¿Por qué estoy desconcertado?
-La raíz se encuentra en las medidas que se adoptaron para taponar la crisis financiera de 2008. El argumento fue que éramos unos manirrotos, por lo que, dijeron, dejemos de serlo. Cualquier economista sensato sabe que si el sector privado no funciona en una economía hundida no lo puedes arreglar con la austeridad del sector público. Esa política macroeconómica inhibitoria fue la que llevó a cabo Jean-Claude Trichet.
-¿Algo en contra de la austeridad? ¿Usted no es austero?
-Mi hija dice que no soy austero, que soy tacaño, pero trasladar mi actitud a la macroeconomía conlleva riesgos. Para explicarlo utilizo términos religiosos citando las confesiones de San Agustín cuando dice "concédeme la castidad, pero no ahora mismo".
-Supongo que cambio castidad por austeridad, pero dicen que la austeridad nos ha sacado del hoyo.
-Todas las economías del mundo salieron de ese hoyo en 2010. La economía del euro ha tenido que esperar bastantes años más. Un banco central es un banco de sangre, hace transfusiones. El director de la Reserva Federal americana, Ben Bernanke, dijo no tengan miedo, sigan consumiendo, sigan pidiendo crédito. Y Estados Unidos salió. Por contra, el Banco Central Europeo se comportó como un testigo de Jehová negando transfusiones.
-Lo cierto es que Rajoy está tan contento con que crecemos y la gente no deja de estar de mal humor.
-El mal humor no se ha reducido, sino que ha aumentado, porque hay un desencanto. Se lo dije a Rajoy en un encuentro en Sitges cuando me preguntó por qué si el PIB crecía...
-Oh, el PIB. ¡El dios PIB!
-Jajajaja... el dios PIB. Sí, se lo compro. Yo le dije a Rajoy que la crisis sociales no alcanzan su punto más alto en lo más intenso de la crisis, sino en el proceso de recuperación cuando capas muy grandes de la población no notan que ese dios PIB les esté beneficiando en manera alguna.
-Este mal humor está llevando a la democracia a la bancarrota social.
-La democracia ha entrado en crisis porque se ha despegado el pegamento que unía la economía al progreso social. La desigualdad es el disolvente del pegamento social. En la Transición hubo un gran pacto no escrito. Consistía en que las izquierdas asumían la economía de mercado como un mecanismo para crear riqueza a cambio de que las derechas apoyaran la creación de un Estado social donde hubiera igualdad de oportunidades y una cobertura para la parte de la sociedad más vulnerable, mayores y desempleados.
-No me diga más. Y no ha sido la economía, sino la educación, el empleo y las pensiones, estúpido, parafraseando al asesor de Clinton.
-Así es. La economía de mercado ha roto su contrato, la derecha ha roto su contrato y la otra parte ha decidido también romper su compromiso. Ahí está la explicación de un populismo de izquierdas en España con emergencia de fuerzas que se autodenominan anticapitalistas. ¿Por qué, entonces, nos iba a sorprender?
-Vive en Cataluña. Resúmame el procés por dentro porque usted lo ha vivido desde muy dentro.
-Ha sido valleinclanesco. El 155 les vino a salvar porque, en realidad, no sabían qué iban a hacer el día después de la independencia. Jamás pensaron realmente en ser independientes.
-Pues ahí siguen.
-Ahí siguen porque aquí no se trata de independentismo. Desde 1980 hasta 2017 hay un 48% de la sociedad catalana que se ha desplazado del nacionalismo catalán al independentismo unilateral. Pero siempre es un 48%. Frente a esa imagen de unidad, a lo que hemos asistido ha sido a una batalla por controlar ese 48%. Pero al mismo tiempo en 2012, basado en ese mal humor social y en el mal funcionamiento del modelo territorial del Estado, nace la ANC, que ha hecho un trabajo político excepcional haciendo crecer una utopía y construyendo un discurso de un solo pueblo caminando en la misma dirección. A partir de las elecciones de diciembre ese discurso se cae. No son un solo pueblo; son, como siempre, un 48%. Y nos hemos puesto en trincheras mientras se mantiene la lucha fratricida por la hegemonía del poder político del 48% para las próximas generaciones.
-Mientras tanto algo habrá que hacer.
-El independentismo unilateral ha muerto. Lo saben ellos y todos los demás. Ahora necesita un periodo de duelo, una escenografía de luto. Se está digiriendo que toda esta historia no ha respondido a un deseo veraz de ir a la independencia. Y el luto va a ser largo.
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