Un médico granadino en África: el reto de cooperar en el siglo XXI
La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que a la África Subsahariana, con un 12% de la población mundial, le aqueja el 27% de la carga de enfermedades. La esperanza de vida de esta región es de 58 años, siendo la más baja de todos los continentes y sin olvidar que en muchos países subsaharianos su esperanza de vida continúa siendo igual o incluso inferior a los 50 años. Aunque el desarrollo de los países subsaharianos ha sido y es muy importante en todos los dominios, diversas claves son necesarias para comprender las necesidades de cooperación/ colaboración médica que se deben de plantear en el inicio del siglo XXI.
La primera clave es que los países subsaharianos soportan la mayor incidencia y prevalencia mundial de enfermedades. La novedad es que a las enfermedades tropicales típicas, se están añadiendo enfermedades de los países industrializados tales como las enfermedades cardiovasculares, cánceres y accidentes. También tienen un lugar destacada las Enfermedades Desatendidas (Neglected Tropical Diseases), que afectan a centenares de millones de habitantes de esta región, con una influencia negativa en la calidad de vida especialmente en niños y jóvenes, a la vez que contribuyen a cerrar la espiral pobreza-enfermedad de estas poblaciones. Este perfil de enfermedades exige cada vez la presencia de una medicina especializada, en contraposición a la medicina generalista que ha predominado hasta ahora.
La segunda clave es el déficit de profesionales sanitarios. Según la OMS en África subsahariana existen 2,7 médicos por cada 10.000 habitantes y sin olvidar que en 17 países es inferior a 1 médico. Esta cifra cuando se compara con Europa con 32,1médicos por 10.000 habitantes, revela la magnitud real de esta carencia. Se puede decir lo mismo con las demás profesiones sanitarias. En su conjunto estos profesionales son generalistas, siendo la excepción los médicos especialistas.
La tercera clave es el escaso número de facultades de medicina (FM) subsaharianas. Actualmente existen 169 FM para una población total próxima a los 1000 millones de habitantes (en España con 46 millones de habitantes tenemos 42 FM). Todos los años se licencian alrededor de 11.000 médicos, de los cuales un 30% emigran a países occidentales por lo que la cifra real de licenciados sería de unos 7.400 médicos. En algunos países solo existen una Facultad de Medicina o incluso ninguna. Los licenciados salen como médicos capacitados en medicina general pudiendo realizar alguna intervención quirúrgica y asistir a partos. Las especialidades están poco desarrollados y áreas como cirugía especializada o la psiquiatría están por desarrollarse.
Finalmente, la cuarta clave es el crecimiento explosivo de la población subsahariana. En el año 1960 la población del continente era de 225 millones, actualmente es de 1191 millones y la proyección a partir del año el año 2040 es de 2000 millones de personas. El 85% de este incremento poblacional corresponde a los países subsaharianos. Este crecimiento explosivo desborda cualquier previsión a medio y largo plazo. En este contexto cabe esperar que el déficit médicos se agrave, que la población enferma se multiplique y que el escaso poder adquisitivo de esta población (cientos de millones viven con menos de 1 dólar al día) les impedirá su accesibilidad a médicos y tratamientos. Esto también permite prever que la medicina tradicional que actualmente supone el 70% de la atención sanitaria inicial continuará siendo el eje de la medicina para esta población. Resumiendo, un incremento en el número y tipo de enfermedades, la falta de profesionales, el escaso número de facultades de medicina y el crecimiento explosivo de la población obligan a seleccionar actividades de cooperación médica que obtengan el mayor impacto positivo.
¿Qué podemos hacer entonces? La cooperación médica se ha centrado clásicamente en la ayuda humanitaria en las catástrofes de cualquier índole, en suplir con médicos especialistas a hospitales y centros de salud o bien en dirigir y supervisar programas de salud. Todas estas actividades de cooperación cubren en parte los déficits que los países subsaharianos aquejan pero son visiones parciales (aunque imprescindibles) del problema de salud global que afecta a estas poblaciones.
Sin embargo en el inicio siglo XXI y con los datos que hemos expuesto es imprescindible añadir una nueva dimensión a la cooperación tradicional, la cooperación con las facultades de medicina y sus hospitales de apoyo. Esta colaboración debería corregir una carencia central expuesto, aumentando el número de licenciados y su capacitación, así como la formación de especialistas. Nuestras facultades y hospitales universitarios tienen el conocimiento y la capacidad para incorporarse como piezas básicas de la cooperación internacional en el siglo XXI y nuestras instituciones públicas tanto autonómicas como estatales deberían incorporar esta vertiente de la cooperación como una prioridades central.
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