MOTHERLY |
Por Emily Glover
Entro en casa y tengo la sensación de estar pillando un constipado de los malos: me pesan las piernas, tengo los pulmones cansados y los ánimos bajos.
Pero no es un constipado lo que ha hecho que me derrumbe. Sigo recuperándome de mi segundo parto, que fue hace unos meses. La realidad es que esta no va a ser la mejor temporada de mi vida. Y nadie espera que lo sea. Excepto yo, ¿por qué?
Porque soy más exigente conmigo misma que cualquier otra persona. Eso es un hecho.
Y esto también se aplica a mi forma de actuar como madre, a mi forma de trabajar, a cómo me siento cuando estoy con otras personas. Y, claramente, se aplica a cómo juzgo mi propio cuerpo.
Soy más exigente conmigo misma que cualquier otra persona.
Seamos sinceros: es complicado no hacerlo. En el fondo sé que debería darme un poco de tregua en este periodo de mi vida. Pero cuanto más intento aplicármelo ("sé buena contigo misma, sé buena contigo misma, sé buena contigo misma"), más difícil me resulta.
Por eso en este momento de mi vida me estoy permitiendo sentir lo que de verdad siento. Porque la maternidad no es otra cosa que una maravillosa, a la par que complicada, mezcla de emociones.
Estoy muy agradecida por haber podido tener dos hijos, pero me resulta complicado asimilarlo. Se supone que debo infundir confianza en mis hijos y, a la vez, me encantaría que mis vaqueros me quedaran igual de bien que antes. Me encanta estar totalmente pendiente de lo que necesitan mis hijos y, a la vez, echo de menos la libertad que tenía antes.
Me enternece ver cómo mi marido ejerce de padre y ansío que llegue un día en el que podamos quedarnos juntos en la cama hasta más tarde de las seis de la mañana un fin de semana. Creo que es maravilloso ver el mundo desde los ojos de mi pequeño, pero también echo de menos cuando podía tener conversaciones adultas sin interrupciones.
Hay días en los que soy capaz de sobrellevar el conflicto entre estas dos partes de mí. Pero otros días parece una guerra civil. Y esto no solo se debe a mi cuerpo de postparto en particular, sino a mi vida de postparto en general. Al igual que mi tripa, ahora todo tiene un aspecto diferente y la verdad es que aún estoy acostumbrándome.
Así que te voy a dar (y me voy a dar) permiso para admitir que ser madre puede ser un tanto turbulento al principio.
Ahora que me acompañan dos niños en este viaje, me he percatado de que, aunque técnicamente te conviertes en madre de manera un tanto repentina, puede llevarte un tiempo acostumbrarte a esta vida tan distinta. No hay nada de malo en eso. De hecho, me ayuda mucho más conversar con mis amigas y hablar de todas las complicaciones que trae consigo la maternidad, que decirme a mí misma (normalmente cuando miro Instagram) que todos los demás lo están haciendo mucho mejor que yo.
Así que te voy a dar (y me voy a dar) permiso para admitir que ser madre puede ser un tanto turbulento al principio. También puede haber baches en el futuro. E incluso puede haberlos constantemente. Y sí, esos baches, esos giros y esos cambios pueden hacer que el viaje sea complicado a veces, pero no olvides disfrutar de las vistas.
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