Para que las pensiones sean dignas hay que darle un vuelco completo al sistema por el que se financian
Se mire por arriba, por abajo o de lado el problema de las pensiones, como quedó reflejado ayer en la cansina sesión del Congreso, no tiene solución y lo más que admite son parches que no evitarán su progresivo deterioro. Entiendan aquí deterioro como una rápida pérdida del poder adquisitivo de lo que se cobra tras toda una vida de trabajo. Y no tiene solución por muchísimos motivos mientras sigamos empeñados en que la única fórmula de financiación es que los trabajadores actuales paguemos las pensiones de los que ya han dejado la actividad laboral. Es imposible por la propia evolución de la pirámide de población, el aumento de la esperanza de vida -cada vez habrá, afortunadamente, más viejos y estarán más sanos- y por el modelo laboral que se ha creado en España después de la crisis: estamos creciendo al tres por ciento, como nadie en Europa, pero creamos empleo barato y con bajas cotizaciones al sistema de la Seguridad Social.
Como dos y dos suman siempre cuatro y es imposible que la cuenta dé ocho, o se meten más sumandos o los números no pueden cuadrar. En España para asegurar que las pensiones del futuro mantengan un mínimo de dignidad es necesario darle un vuelco al sistema. En caso contrario condenaremos a niveles muy próximos a la indigencia a un colectivo muy amplio de la población española, que tiene la experiencia vital suficiente para no dejarse engañar. Y que pueden, de hecho lo hacen ya, decidir unas elecciones.
Para abordar el problema de las pensiones en España hay que armarse de valor y hacer que el sistema no dependa exclusivamente de las cotizaciones de los que están en activo. No hay demasiadas formas de hacerlo: la más obvia es la introducción de algún impuesto finalista o el recargo en alguno de los ya existentes, como el IVA, para financiar las prestaciones. Y además, introducir un sistema de capitalización de forma que una parte de lo que gana cada trabajador quede retenido en una bolsa para su futura pensión.
El grito de indignación que están lanzando los pensionistas que estos días salen a la calle no es una cuestión menor, que diría Rajoy. Con la actualización garantizada del 0,25% actual los estamos haciendo cada día más pobres. Pero eso no es nada en comparación con lo que puede pasar en los próximos años, con los hijos del baby boom ya jubilados. Entonces sí tendremos un problema social de dimensiones inabarcables. Cuanto antes se empiece a poner remedio, mejor.
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