Cuando podamos hablar con ellos, ya no estarán.
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Los humanos jamás podremos conocer a civilizaciones inteligentes que vivan en otros mundos porque, cuando nos llegara su mensaje, ya estarían muertos. Es la conclusión a la que ha llegado un equipo de investigadores astrónomos que han desarrollado un estudio publicado en arXiv.
Bajo el título Area Coverage of Expanding E.T. Signals in the Galaxy: SETI and Drake's N (Área de Cobertura de Expansión de Señales Extraterrestres en la Galaxia), el informe recoge que podemos no estar solos en el universo, pero que, independientemente de que podamos comprobarlo, no podremos comunicarnos entre civilizaciones porque nuestros mensajes viajan mucho más lento.
Y como la Tierra podría haber muchos planetas más: entre veinte y cuarenta mil millones de mundos habitables en la Vía Láctea, para ser un poco más exactos. Lo que realmente se desconoce es en cuántos de ellos existe vida inteligente, y las esperanzas de descubrir estas civilizaciones tecnológicamente avanzadas se desvanecen con esta conclusión.
De hecho, el astrónomo Frank Drake (Universidad de California) estimó en el año 1961 que la vida de civilizaciones semejantes a la nuestra oscila entre 106 y 12.100 años. O más. Sin embargo, los seres humanos solo han cubierto el 0.001% de la Vía Láctea con señales en 80 años, lo que baja la probabilidad de que una civilización de menos de 100.000 años todavía exista para cuando recibamos su señal.
Este nuevo estudio, en el que también ha participado Drake (autor de la ecuación sobre la que se desarrolla), ha sido dirigido por Claudio Grimaldi (Ecole Polytechnique Federale de Lausanne, Suiza), en colaboración con Geoffrey W. Marcy y Nathaniel K. Tellis (astrónomo de la Universidad de California).
El equipo ha calculado que la media de señales inteligentes de otros planetas que alcanzan la Tierra equivalen a la cantidad de civilizaciones que las están transmitiendo. Pero como se habrían extinguido hace tiempo, las civilizaciones a las que escucharíamos no serían las mismas que en ese momento se estarían poniendo en contacto con nosotros.
Nacen y mueren a un ritmo constante
En definitiva, los astrónomos han llegado a la conclusión de que las civilizaciones nacen y mueren a un ritmo constante, pero sus mensajes no se producen de la misma forma ni a una velocidad indefinida. "Sus comunicaciones seguirán viajando hacia afuera a la velocidad de la luz, donde serán detectables dentro de un cierto volumen de espacio", explicó Grimaldi a Universe Today.
Además, aseguró que ya de por sí es difícil detectar transmisiones extraterrestres y ahora, a ello se suma que quienes nos hablan se habrían extinguido.
Esta conclusión se puede aplicar también a la inversa: si alguien nos está buscando a nosotros, los habitantes de la Tierra, cuando le lleguen nuestros mensajes a través de las transmisiones de ondas de radio, ya no estaremos aquí.
Respecto a la existencia de otra vida inteligente, el equipo de astrónomos no descarta encontrar pruebas que la evidencien. Aunque no serán ellos quienes nos cuenten cómo viven.
La Ecuación de Drake no tiene una solución única, pero la comunidad científica la utiliza desde su presentación como una herramienta para el estudio. Aquí puedes verla:
N: número de civilizaciones en la Vía Láctea cuyas emisiones electromagnéticas son detectables. Es el resultado de hasta siete variables.R* = La tasa de formación de estrellas adecuadas para el desarrollo de vida inteligente.fp = La fracción de esas estrellas con sistemas planetarios.ne = El número de planetas, por sistema solar, con un medio ambiente adecuado para la vida.fl = La fracción de planetas adecuados en los que aparece realmente la vida.fi = La fracción de planetas con vida en los que surge la vida inteligente.fc = La fracción de civilizaciones que desarrolla una tecnología que libera signos detectables de su existencia en el espacio.L = El tiempo durante el que tales civilizaciones liberan señales detectables en el espacio.
A pesar de todas sus conclusiones, lo que sí se demuestra es que la Tierra tiene a tan solo 80 años luz planetas potencialmente habitables. Una distancia que los sitúa lo suficientemente cerca como para que reciban nuestras señales. No perdamos la esperanza.
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