Fue un día maravilloso. De hecho, fue tan maravilloso que no podía evitar preguntarme si me había colado en un set de rodaje. Era primavera, el sol brillaba, las flores eran preciosas y mi amiga estaba impresionante con su vestido de novia. Parecía muy feliz. Y yo me alegraba mucho por ella.
Justo antes de que empezara la ceremonia, me puse en la cola del bar con unas amigas para beberme una copa de champán y empecé a hablar con otra invitada. Nos pusimos a hablar de cómo habíamos conocido a la novia y de lo bonito que era el lugar. Entonces, de repente, me preguntó: "¿Y dónde te casaste tú?".
Yo le respondí: "No estoy casada".
¿Has vivido alguna vez ese momento en el que alguien duda a la hora de responderte, como si le hubieras dicho que te ganas la vida matando gatitos? Pues eso es lo que me pasó.
Me respondió con un "ah" y se fue.
Yo me quedé pasmada sujetando la copa.
Fue entonces cuando me di cuenta de que tenía un problema gordísimo. Tengo más de 30 años, no estoy casada y no tengo hijos. Hasta ahora no me había sentido así de mal por eso, pero igual estaba equivocada.
Ahora me doy cuenta de que debería utilizar un tono de disculpa cuando le digo a la gente que no estoy casada. Puede que deba esforzarme más para que la gente no se avergüence al conocerme. Soy un vergüenza. Estoy soltera. Iba a emborracharme a base de champán. Siempre soy la invitada, nunca la novia. Y ni siquiera tengo gato.
¿Qué van a hacer conmigo? ¿Qué voy a hacer conmigo misma?
En ese momento, me encogí de hombros y volví con mis amigos. Les conté lo que me había pasado y nos reímos.
Pero, al día siguiente, cuando ya se había acabado la boda y ya no veía la vida de color rosa, me enfadé. Porque ese "ah" no era el típico "ah" de una persona desconsiderada. No. Era algo más. No era la primera vez que yo -o alguna de mis amigas- habían obtenido ese "ah" como respuesta. Lo hemos escuchado mil veces. Ese disimulado gesto de pena y de preocupación: ¿Que no está casada? ¿Qué le pasa?
Soy feliz, unos días más que otros, pero en general soy feliz. Nunca antes me había sentido así. Qué lujo. Aparte de mi felicidad, también estoy sana, me siento querida, mi familia siempre está a mi lado y tengo buenos amigos que harían cualquier cosa por mí, igual que yo por ellos.
Me gusta mi trabajo. Disfruto cada día, aunque algunos días más que otros. Conozco a hombres y tengo citas con ellos. Me lo paso bien, aunque algunos días más que otros. Estoy haciendo lo que corresponde a mi edad. Me siento muy agradecida por todas las experiencias que he vivido, tanto las buenas como las malas, gracias a ellas me siento más fuerte. ¿Me atreveré a decirlo? No creo que me pase nada malo.
Pero, pensándolo bien, me doy cuenta de que a lo mejor sí que tengo un problema, aunque diferente del que piensa la gente.
Sí que me supone un problema que la gente dé por hecho que me pasa algo. Suelen ser personas que no cumplen con sus propias expectativas.
Muchos de nosotros queremos pensar que somos personas liberales.
Aceptamos las relaciones sexuales antes del matrimonio. Admiramos a las mujeres independientes que tienen éxito. Sabemos que podemos tener hijos después de los 40. Defendemos el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Sabemos que las relaciones sentimentales monógamas no suponen una vida entera llena de amor. Sabemos que el "para siempre" no debería darse por hecho dados los altos índices de divorcio.
Toleramos muchos estilos de vida distintos, e incluso los enaltecemos. Todo eso está genial. ¿A alguien le gustaría vivir en otra década? No creo.
Aun así, seguimos teniendo un problema con las mujeres que no se han casado. Porque una sociedad en la que una treintañera se merece un "ah" por no haberse casado no es tan liberal como parece. Y eso hace que me pregunte lo liberales que somos de verdad con respecto a los distintos estilos de vida.
Cuando esa invitada me miró con cara de pena, me di cuenta de que intentaba buscar mis defectos. Parecía que estaba pensando ¿qué le pasa?
A las mujeres solteras no nos pasa nada. Somos fabulosas, tal y como nos ha enseñado Sexo en Nueva York. Y lo fabulosas que somos no tiene nada que ver con si estamos solteras o no.
Una relación, o un matrimonio, no es el culmen de todos los estilos de vida. Al contrario, nunca había estado tan triste como cuando tuve una relación infeliz. La soledad en pareja es el peor tipo de soledad.
Tengo más de 30 años, soy una mujer, estoy soltera y te voy a decir lo que me falta: una sociedad que deje de decirme lo que necesito para ser feliz. En mi opinión, ese es el verdadero problema.
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