lunes, 13 de junio de 2016

La otra ciudad extramuros granadahoy.com

La Universidad presenta un proyecto para hacer del Campus de Cartuja un nuevo foco de atracción y visitas, poniendo en valor los restos patrimoniales que relatan una historia desconocida que se remonta al Neolítico
LOLA QUERO GRANADA

Desde restos funerarios del Neolítico hasta el más moderno edificio que alberga el Centro de Investigación Mente y Cerebro, pasando por un alfar romano, acequias o construcciones religiosas, el Campus de Cartuja cuenta con infinidad de muestras de una larga e interesante historia a lo largo de los siglos, como ciudad de extramuros, que la Universidad de Granada pretende mostrar ahora mediante la puesta en valor de esos elementos y su unificación a través de un circuito visitable. 

"No es el momento de grandes proyectos faraónicos", objetó el vicerrector de Extensión Universitaria, Víctor Medina. Pero en lugar de pensar en iniciativas de gran coste como la construcción de grandes edificios en la anterior etapa, la Universidad busca algunos recursos y emplea el talento de su personal para llevar a cabo un proyecto que ponga en valor mucho de lo que ya hay en el Campus de Cartuja y que resulta muy desconocido o no está integrado en un conjunto de interés global. 

Esta zona del norte de la ciudad tiene tres elementos protegidos como Bien de Interés Cultural. El primero es el Monasterio de Cartuja (el único que es foco de atracción turística por el momento, aunque quizás no lo suficiente por su ubicación, alejada de otros hitos culturales) y otros dos en el campus universitario: los restos de un alfar romano y el Colegio Máximo de Cartuja, actual sede de facultades. 

El proyecto de investigación que la Universidad de Granada ha redactado ya, a través de un equipo de arqueología coordinado por Elena Sánchez, y que presentará en breve a la Consejería de Cultura, propone la catalogación de todo el ámbito de Cercado Alto de Cartuja como Zona Patrimonial, una figura legal de protección que abarca todo un entorno (en lugar de elementos concretos) y que se justifica en la riqueza paisajística y arqueológica del área, con elementos que abarcan el amplio abanico cronológico que se extiende desde el Neolítico hasta la edad contemporánea. 

En la última semana el Vicerrectorado de Extensión y los responsables del proyecto se han reunido con los decanos de las facultades ubicadas en Cartuja, así como con otros docentes e investigadores para presentarles la iniciativa y pedirles sugerencias que se puedan incorporar, pues, como explica Medina, "se trata de algo que podemos ir construyendo entre todos" con iniciativas relacionadas con materias como la arqueología, el medio ambiente, la educación física o la arquitectura, entre otras muchas. La idea es potenciar más las prácticas que realizan en esta zona alumnos de grados y másteres, como el de Arqueología, que trabajan en el alfar romano. También tendrían cabida proyectos de investigación del personal de la UGR. Se han planteado actividades al aire libre, usos agrícolas mediante huertos urbanos, alfarería, proyectos de ciencia, integración de población excluida o rutas literarias. 

El resultado de toda esta actividad podría ser la dinamización de la zona, su integración en la ciudad y la aportación de un nuevo foco de interés cultural y turístico, ahora que las Administraciones buscan diversificar la oferta a los millones de visitantes que llegan cada año a Granada. 

Actualmente todos los elementos de interés que hay en esta zona están aislados y "pueden parecer que piezas deslavazadas, cuya existencia allí no se entiende". Por eso el proyecto persigue integrar el conjunto con un hilo conductor que es la historia de la ciudad extramuros. En definitiva, explicar por qué está ahí cada cosa y cuál es su significado. 

El documento redactado para presentar a Cultura y que sea aprobado por la Comisión Provincial de Patrimonio, hace un amplio repaso por la historia de esta zona de Cartuja. Lo más antiguo conocido es de la etapa neolítica, a la que pertenece un complejo formado por nueve fosas excavadas en la colina, con dos usos diferentes: vertedero de residuos de un posible poblado y enterramiento. Hay pocas evidencias, pero suficientes para pensar en los posibles resultados de otras intervenciones. 

Algo más se conoce de los usos en el área periurbana del asentamiento romano ubicado en aquella época en el Albaicín (Iliberri). En esa época se ordenaban los terrenos inmediatos al municipio para diferentes usos, como puede ser la explotación agropecuaria en la Vega o el asentamiento de ricos propietarios en distintos puntos del Cinturón como Los Mondragones o calle Primavera. El Cercado Bajo de Cartuja debió de destinarse al establecimiento de un complejo alfarero, que se remonta al siglo I d.C., con el fin de aprovechar el agua y las arcillas del río Beiro. Frente a la Facultad de Teología se encuentran los restos del alfar romano, con diez hornos de cocción localizados. Pero los hallazgos arqueológicos de las obras realizadas en esa zona en los últimos años han demostrado que hay restos romanos vinculados a ese alfar en otros sectores de la colina, por lo que se estima que estas estructuras alfareras podrían ocupar una extensión mucho más amplia. 

En el siglo XI los ziríes desarrollaron un sistema de abastecimiento de agua para el encauzamiento desde la Sierra de la Alfaguara en la acequia de Aynadamar. La incorporación de la zona de Cartuja al sistema de acequias transformó el paisaje y las actividades a desarrollar, de modo que los terrenos empezaron a destinarse a la agricultura de regadío. También surgieron residencias de recreo de la nobleza de la época. 

El sistema de acequias siguió vigente tras la conquista cristiana, aunque las tierras pasaron entonces a manos de órdenes monásticas y de ahí la construcción del Monasterio de la Cartuja. A finales del S.XIX parte del sector fue adquirido por la Compañía de Jesús, que en el siglo posterior levantó el Colegio Máximo y el Observatorio Astronómico, edificios que fueron destinados a impartir estudios de Humanidades, Filosofía, Teología y Ciencias Naturales, y en el segundo caso, a la investigación de sismología, meteorología y astronomía. El uso educativo que se mantiene en la actualidad se reforzó en los años 70 con la creación del Campus Universitario de Cartuja, tras la adquisición del Estado y los acuerdos alcanzados con los jesuitas. 

Dentro de las actuaciones previstas en el proyecto, que podría extenderse durante más de 6 años, lo más urgente serían los trabajos de conservación y puesta en valor del alfar romano (los expertos señalan que hay que priorizar su cubrición para evitar el deterioro) y del Colegio Máximo. En este edificio lo más importante es reparar las cubiertas, además del restaurar el patio de la cafetería y las vidrieras, así como la reforma interior de la sala mudéjar. 

Además de intervenir en los dos elementos BIC del entorno, el proyecto propone crear una zona verde en la parte nororiental del Campus, recuperar allí las terrazas de cultivo y los olivos, poner jardines y árboles frutales y volver a darle la función de mirador que le otorgaron los jesuitas, con bancos y paneles explicativos. En esa zona un albercón "parcialmente destruido por una cisterna de Emasagra", el templete de los jesuitas, parte de la tapia del Cercado Bajo de Cartuja y restos de terrazas de cultivo. 

Otras propuestas son recuperar todo el sistema hidráulico medieval (no solo el albercón), extendido por toda la colina; incluir el Observatorio (con su antiguo material expuesto) en un circuito visitable del Campus; la puesta en valor del horno ubicado en la Facultad de Ciencias de la Educación (hoy totalmente desconocido, según el estudio) y la creación de un centro de recepción de visitantes para explicar toda la historia de la zona. 


Para favorecer la integración del Campus en la ciudad y de paso conectar el entorno universitario con el atractivo Monasterio de Cartuja, los expertos proponen crear un acceso peatonal que sea "más amable" que el actual. La idea es construir una escalinata ajardinada que podría ser el punto de inicio de un circuito peatonal por el entorno universitario, en el que estarían integrados todos los demás elementos de interés descritos. Incluso, el estudio propone la idea de recuperar los restos del Claustro Grande de Cartuja, demolido en 1842, mediante excavaciones que se podrían desarrollar a través de prácticas de grados como el de Arqueología.

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