miércoles, 3 de octubre de 2018

Tu hija quiere este tipo de paternidad en su vida elhuffingtonpost

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Los psicólogos nos enseñan tres tipos fundamentales de paternidad: la autoritaria, que impone reglas de manera estricta y espera obediencia; la indulgente, que no exige mucho y usa castigos flojos; y la de autoridad, que es una combinación entre exigente receptiva: ejerce el control al establecer las reglas y anima a tener un diálogo abierto a la vez que permite excepciones.
La cultura popular ha añadido algunos tipos propios de paternidad: la del tigre, que es la autoritaria suprema, que espera y presiona mucho; la del helicóptero, que vuela sobre sus hijos con interés para que nunca sufran ningún daño o malestar; la del cortacésped o quitanieves, un padre que elimina todos los obstáculos del camino de sus hijos y los "salva" del dolor y la molestia; y, mi favorito, la de la contratación externa, que paga a un montón de profesionales para criarlos en su lugar.
Con frecuencia me preguntan qué tipo de paternidad es la "mejor". La respuesta corta es que depende del estilo que mejor funcione para ti y para tu hija. En lo personal, me parece que cuando escucho a las niñas y estoy completamente entregada, son más propensas a seguir los consejos que les doy. Sabiendo que esta respuesta puede ser insatisfactoria a la hora de elegir la mejor manera de criar a tu hija, decidí que lo mejor era preguntar a las propias niñas qué tipos de paternidad sentían que les perjudicaban más, y qué tipos necesitan realmente en su vida.
Su forma ideal de paternidad se centra en el equilibrio
Pregunté a varias niñas con las que trabajo, de diferentes edades, razas y clase socioeconómica, qué funcionaba mejor para ellas. Aunque al principio les daba vergüenza decirlo, con el tiempo, se volvieron más sinceras con sus peticiones.

El padre equitativo

Las niñas admitieron que sí, todavía necesitaban a sus padres, a veces para ideas, para resolver problemas y para que les aconsejaran. Me dijeron que agradecían a los padres que les dieran espacio para ser independientes y resolver sus propios problemas y, sin embargo, les aseguraban que siempre estarían allí para apoyarlas.
Lo que no apreciaban tanto era sentir que las habían abandonado para valerse por sí mismas. Algunas me hablaron sobre sus padres, que no tenían ninguna regla, a menudo les decían que "hicieran lo que quisieran". Al principio, estas chicas estaban eufóricas, pero pronto se dieron cuenta de que era más una falta de cuidado que una paternidad efectiva. Las chicas echaban de menos las reglas y la estructura que las guiaran e hicieran sentir seguras.
Su forma ideal de paternidad se centraba en el equilibrio: en los padres que estaban allí para ellas, pero no demasiado, ni tampoco demasiado poco, sino la cantidad justa.
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El empoderado

En el extremo opuesto de la gama de la paternidad estaban los padres que hacían todo, y quiero decir todo por sus hijas. Las jóvenes con las que hablé dijeron que sus padres llevaban un registro de sus deberes y las fechas de exámenes; concertaban citas con el dentista y el médico; hablaban con sus profesores de forma periódica; sabían todos los nombres de sus amigos y algunos detalles aleatorios sobre cada uno; e incluso tuvieron visitas continuas con su asesor académico para asegurarse de que pudieran tener un futuro exitoso.
Las niñas me contaban estas historias de manera desordenada. Disfrutaban de no tener estrés y de que eran adolescentes, pero también se sentían culpables porque sus padres estaban haciendo todo su trabajo por ellas (y asumiendo el estrés que las acompañaba).
Cuando les pregunté qué querían, fueron muy claras. Querían poder elegir, incluidos su horario, tareas escolares y "cosas de la vida". Y aunque no sentían que necesitaban a alguien para administrar hasta el último detalle de sus vidas, sí reconocieron que necesitaban herramientas para autogestionarse. En resumen, quieren que se les capacite con el conocimiento de qué hacer y se les anime a intentarlo por sí mismas.

El que presta atención

Muchas chicas, especialmente adolescentes, suelen contarme cómo sus padres intentan conectar o relacionarse con ellas. Comienzan las conversaciones con "Cuando tenía tu edad...", a lo que las chicas han aprendido a responder con una sonrisa educada, el ocasional asentir con la cabeza y "Sí, ajá", esperando con impaciencia el final de la historia. Sienten que interrumpir la "conversación" con sus padres solo lo alarga, pero si no dicen nada, es como si no hicieran caso.
Los estereotipos culturales han enseñado a las niñas a ser amables y respetuosas y a callarse su opinión. Nunca dirían directamente qué es lo que las vuelve locas, pero, según mi experiencia, los padres que hablan demasiado de sí mismos hacen que las adolescentes estén como una cabra. Este comportamiento le quita su historia y lo que más le importa. Los padres que buscan atención tienen que recordar que ahora son los que la dan. Las chicas necesitan atención, tiempo y concentración: no quieren saber todo sobre ti.
Hay muchos tipos y nombres de paternidad, y puede ser confuso qué tipo de padre ser. Voy a hacerlo fácil: preséntate, dale toda tu atención y comprensión empática, y pregúntale qué es lo mejor para ella, sabiendo que está madurando y creciendo en su propia identidad e independencia, aunque todavía te necesite.
Lindsay Sealey es autora de 'Growing Strong Girls: Practical Tools to Cultivate Connection in the Preteen Years', ya disponible en Amazon y Audible. También es fundadora y CEO de Bold New Girls, y vive en Vancouver (Canadá).

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