viernes, 20 de septiembre de 2019

Irresponsabilidad política granadahoy.com

JUAN PABLO LUQUE MARTÍN

Me pregunto si alguna vez la esencia y finalidad del actuar político respondería a procurar que la gente viva mejor

uchos años hace desde que Max Weber nos recomendaba en su Ética de las convicciones aquello de "obra bien y deja el resultado en manos de Dios". Fue lo que primero me vino a la cabeza cuando vi el anuncio plenario (por el salón que todos ocupaban), de un nuevo espacio escénico para nuestra ciudad. Es esa foto que hoy aparece en página impresa la que me hizo pensar en el insigne filósofo, economista, jurista, historiador, politólogo y sociólogo alemán, y en aquellas palabras que, sin duda, definían con exactitud los criterios de la irresponsabilidad política.
Vaya por delante que no se trata de ninguna descalificación u ofensa, líbreme Dios. No hablo de políticos irresponsables. No es ese el caso. Me refiero más bien a acciones y proyectos cuyo único soporte es la firme convicción de quien las realiza, lo que puede ser loable, pero no plausible, ya que, a la postre, no hacen sino justificar una exoneración de sus propios actos. Dicho de otra manera: la irresponsabilidad por convicción.
Desconozco el estudio de la inversión, el informe de viabilidad, las opiniones recabadas, si el Consejo social ha opinado, qué consultas se han verificado. Desconozco incluso si hay algún estudio económico acerca del futuro mantenimiento y gestión ordinaria del espacio escénico sin duda, en gran medida, de cargo municipal. Desconozco si una administración aquejada de un endeudamiento crónico, líder del ranking de consistorios endeudados, será capaz de asumir los costes ordinarios que provocará.
Me pregunto si alguna vez la esencia y finalidad del actuar político responderá, ni más ni menos, a procurar que la gente viva mejor. Dice Weber que eso no es tan importante. La ética del actuar por convicción navega río abajo e impide, por criterios de oportunidad política, corregir decisiones tomadas. Ni aprendemos del pasado, ni tampoco tenemos porqué predecir el futuro. En la convicción de que será bueno, anunciamos un gasto de setenta millones en un espacio escénico para una ciudad que cuenta con un Auditorio municipal (considerado de los de más nítida acústica de Europa), un teatro municipal, un Palacio de Congresos y Exposiciones de participación municipal con dos salas de dos mil y seiscientas localidades, y un espacio con aforo de cuatrocientas personas como el Lorca. Y el Teatro Alhambra de la Junta. Y el Palacio de Deportes de forma ya no tan excepcional. Y la Plaza de Toros. Y recintos privados… ¿De verdad es necesario?
No me pregunten porqué me metí hoy en este jardín, tan impopular por otro lado, de negar una inversión para Granada. Si alguien concluyó así, se equivoca. Solo pido un orden de prioridades. Que definamos necesidades y urgencias entre todos. Lo pedí antes y lo pido ahora. Que analicemos si podemos o no asumir el gasto ordinario que provocará a un Ayuntamiento endeudado. Es verdad que Granada no cuenta con espacio para la ópera. Pero hace años se realizó un proyecto de remodelación de la Sala Lorca del Palacio de Congresos para otorgar cabida a espacios operísticos. ¿Coste? Menos del diez por ciento de la propuesta actual. Y En el centro de la ciudad.
Y ahora, definamos lo que hacemos con el resto, con los otros cincuenta millones. Y si no, hablemos. Necesidades, muchas.

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