miércoles, 29 de julio de 2020

“Andalucía era la joya de la corona del mundo romano” granadahoy.com

Emilio del Río, vestido de romano, con su nuevo libro
 sobre las manos. 
M. G.
ALBERTO GRIMALDI

Apasionado de la cultura clásica, Emilio del Río Sanz (Logroño, 1963) es, empero, polifacético. Doctor en Filología Clásica por la Complutense de Madrid –obtuvo el Premio Nacional de Estudios Clásicos por su tesis–, ejerce como profesor titular de Filología Latina en la Universidad de la Rioja. Estudioso e investigador en distintas universidades, Del Río fue senador y diputado, por el PP, así como consejero y portavoz del Gobierno de La Rioja. Excelente comunicador, acaba de publicar Calamares a la romana (Espasa, 2020), un divertido libro sobre lo romanos que somos. 
–¿Su libro es la plasmación de que todos los caminos conducen a Roma?
–Una contribución de los romanos fue el sistema de calzadas por todo el imperio. Sobre ese sistema está trazada la red de autopistas de Europa. Y no sólo todos los caminos conducen a Roma, es que somos romanos, aunque no nos demos cuenta.
–Se lo preguntaba por eso, porque Calamares a la romana está plagado de referencias a cosas que nos son cotidianas que tienen un origen romano.
–Vivimos, reímos, amamos incluso insultamos como ellos. Entre las grandes contribuciones de los romanos, además de la escena memorable de los Monty Python en La vida de Brian –los regadíos, la educación, la carreteras, el vino, la paz...–, están el latín, el Derecho y el humor. Se reían de todo y de sí mismos. Andalucía es un buen exponente de ello. Era la joya de la corona del mundo romano. Y por tanto a la hora de hablar de los romanos, la mejor forma de hacerlo es, como hacían ellos, con humor. Y riéndose de uno mismo.
–El libro tiene ese tono y algún moderno puede descubrir que el after work lo inventaron los romanos.
–Exactamente. Inventaron el after work, las food truck, los servicios de comida rápida, las zonas de concentración de bares. Los romanos vivían en bloques de pisos, de seis o siete alturas. Y como no tenían luz eléctrica, ni cocinas, hacían la vida en los bares. De ahí nos viene la pasión por esos locales y por hacer la vida en la calle. Seamos hipters o no. Son inventos romanos que han vuelto miles de años después.
–Usted que ha pasado por la política...
–Nadie es perfecto (ríe).
–... ¿Reconoció aún algo de los romanos?
–Para bien y para mal somos romanos. En la manera de entender la vida y a nosotros mismos y también en los vicios. Y la política tiene las virtudes y los vicios de los romanos, aunque creo que sí hemos perdido algo, que es la extraordinaria capacidad oratoria de la política romana. Ahora ya no hace falta convencer para que te voten, lo hacen por disciplina de partido.
–Eso sí que es un cambio negativo, ¿no?
–Claro. Hay alguno más. Para los romanos, los mayores eran claves en su sociedad. O asimilaban que del fracaso podía surgir algo bueno. De Eneas, un derrotado en Troya, nació el Imperio. Nuestra sociedad no tolera el fracaso. Hay una escultura de Bernini brutal en la que Eneas lleva a su hijo de la mano y su padre, enfermo, sobre el hombro. Y en nuestra sociedad acabamos de ver que no es así. Las residencias de ancianos son los arcenes de la sociedad. Para ellos los mayores eran clave en su organización social.
–Usted fue un senador no muy sénior.
–Fui senador júnior (ríe).
–Esa institución veneraba experiencia y senectud.
–Claro. De ahí viene el nombre, de senex, anciano. Sénior decimos ahora. Tenemos que aprender muchos mensajes del mundo clásico y recuperar algunos valores. Por ejemplo, el matrimonio homosexual, que existía en Roma, ha tardado miles de años en nuestro país. O el divorcio, que era normal en el mundo romano. Hay otras cosas en las que hemos mejorado. Ahora no hay pena de muerte. Lo digo con ironía porque hay muchos países en los que sí existe. Un valor muy importante, que nos traslada a la Roma clásica, es que el progreso no es infinito. Y por muy sólida que pensemos que es nuestra civilización, puede desaparecer. Ha tenido que llegar un virus microscópico de China para darnos cuenta que somos muy vulnerables. Que nuestro progreso no es infinito, que tenemos que vigilar nuestra civilización. Y lo más importante, que nos lo enseñaron los romanos, que ante eso hay que vivir la vida: carpe diem. Ése es el mensaje del confinamiento. Me pongo serio y el libro es muy divertido.
–¿Por qué decidió llamarlo Calamares a la romana?
–Porque quería jugar con el humor y que tuviera un título de coña. Y porque siempre he querido entrar en una librería y decir: “¡Una de calamares a la romana!” y que no me echaran.
"EN ALEMANIA, INGLATERRA Y FRANCIA ESTUDIAN MÁS LATÍN QUE EN ESPAÑA, PARA SER MEJORES DEBERÍAMOS HACERLO"
–¿Nos interesamos poco por lo clásico en España?
–España es un gran país. Me siendo muy orgulloso de ser español. Pero creo que hay otros grandes países, incluso mejores que el nuestro: Alemania, Inglaterra, Francia... En todos se estudia más latín que en España. En dos de ellos su cultura no proviene del latín aunque les influyese mucho. Para ser mejores, como ellos, tenemos que estudiarlo más.
–¿Somos más romanos que los italianos?
–Lo somos igual. Pero ellos estudian más latín. Un romano de Hispalis, de Corduba, de Malaca o de Gades que paseara ahora por esas ciudades, quitando la luz eléctrica y los coches, se sentiría como en casa.
–Antes dijo que Andalucía fue la joya del Imperio. ¿Lo dice por el aceite, por el garum o por qué?
–Por eso y por todo. Por sus escritores. Porque el primer emperador romano que hubo de Hispania fue Trajano. Y el siguiente Adriano. Es una muestra de la potencia que tenía la Bética en el conjunto de Hispania y del Imperio. Es un déficit de nuestro país, no haber recuperado estas figuras. O Séneca, que es un gigante de la cultura occidental. Todo eso lo tenemos por explotar.
–¿Recuperaremos ese esplendor?
–Creo que Andalucía es una tierra espléndida, con una gente y un nivel de desarrollo extraordinarios. Ahí están los datos, ascendiendo puestos en todos los rankings. Ahora con un proyecto de un empuje impresionante. Dicho esto, todo se puede hacer mejor. Y para hacerlo en Andalucía, como en España, lo que tendríamos que hacer es estudiar más latín: nos haría más libres y nos ayudaría a conocernos mejor y a tener mejores resultados.

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