Jordi Savall recreó en el Palacio de Carlos V la historia musical medieval granadina
JOSÉ ANTONIO LACÁRCEL | GRANADA
Jordi Savall estrenó anoche en el Palacio de Carlos V el encargo de la Granada milenaria que le había sido realizado. :: GONZÁLEZ MOLERO
Recordaba anoche, mientras sonata la música preparada por Jordi Savall en el recinto del Palacio de Carlos V, una excelente película que ví hace muchos, muchos años, en los cines de arte y ensayo, película que se desarrollaba en la Edad Media y que se titulaba, creo que con gran acierto 'Paseo por el amor y la muerte'. Pues bien en la noche del lunes, asistimos a un paseo musical, histórico y literario que nos ha propuesto Jordi Savall, contando con los ya clásicos Hespérion XXI, con la Capella Reial de Catalunya y con un nutrido grupo de intérpretes invitados, que han colaborado decisivamente a establecer este nudo gordiano que nos ha conducido por un paseo entre la historia, la leyenda, la música y la literatura. Y como fondo Granada, el milenario reino granadino, pasando por todos los avatares, por todos los acontecimientos que han configurado su historia, tan peculiar, tan única, que la convierten en una especie de bastión, de algo que resulta intangible y al mismo tiempo, gran paradoja, bien concreto.
Dos partes, varias etapas
Pero no divaguemos. Un larguísimo programa que se ha dividido en dos partes que abarcaban otras siete partes más pequeñas. En la primera se evoca la época zirí, en la segunda hay una cita con la época bereber, con la presencia en tierras granadinas de los almorávides; la tercera etapa estaba dedicada a los almohades, la cuarta a la época nazarí, la quinta a la dinastía de los Muhammad, la sexta al fin del reino nazarí de Granada y la séptima al dominio castellano.
Si un servidor de ustedes quería que esta humilde crónica llegara a tiempo tenía que prescindir de escuchar el final, coincidente con el dominio castellano y las presencias tan importantes, de Carlos V, o hechos históricos como el descubrimiento de América, o el doloroso decreto de la expulsión de los judíos. En fin, me he quedado sin ese final, pero a cambio he podido escuchar y admirar la muy seria propuesta que ha hecho Jordi Savall, conduciéndonos, guiándonos con inteligencia, y con asepsia histórica por los grandes acontecimientos que configuraron la creación de un reino: Granada.
Su propuesta musical ha sido muy interesante. Se puede si acaso reprochar la irregular utilización de instrumentos, algunos de ellos alejados de la época por la que va transcurriendo la historia. Pero no hay que desdeñar el serio compromiso que Savall adquirió con Granada y ese homenaje, brillante, sentido, que ha sabido ofrecer a una ciudad y a su historia. Se han sucedido los romances, las canciones de dolor, de tristeza, los aires de triunfo, los avatares continuos de la guerra. Los nombres históricos se entrelazan y van configurando, recreando lo que nos ha llegado a través de la historia, de los romances, de los cantares. Ha sido un espectáculo verdaderamente interesante, ha sido un hermoso homenaje a la historia, a la música, a lo que es y lo que ha significado Granada. Desde las Cantigas, a los lamentos arábigos andaluces, o las canciones de los sefardíes. Romances que se han ido desgranando, que nos han hecho revivir hechos históricos pero que siempre deben estar presentes en nuestra memoria, para que no venga luego nadie inventándose la historia.
Hermoso homenaje, donde la música ha sido la gran protagonista y donde Granada ha sido el eje central de todo lo que Jordi Savall ha ideado en este encargo del Milenio.
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