La bailaora inaugura el X Flamenco Festival en el teatro Sadler's Wells con el estreno mundial de 'Ay!' La obra es una reflexión sobre la maternidad, el silencio y el miedo
FRANCISCO CAMERO LONDRESLos cantaores José Valencia, Enrique el Extremeño y Jeromo Segura acompañaron a Yerbabuena y al guitarrista Paco Jarana sobre las tablas.
El ecléctico público que abarrotaba el teatro Sadler's Wells la noche anterior, la del viernes, despidió puesto en pie y con una larguísima ovación a Eva Yerbabuena tras una cita muy especial tanto para ella como para los responsables del Flamenco Festival, que celebra este año su décimo aniversario en Londres. Lo era también para la bailaora, encargada de inaugurar esta edición, pero no sólo por esto sino también, fundamentalmente, porque suponía su regreso con una nueva creación tras el paréntesis que supuso el nacimiento de su hija Marieta, a la que ha dedicado ¡Ay!, espectáculo que celebra estos días su estreno mundial en el hermoso teatro de la capital británica.
Todo ese tiempo le sirvió para tomarse un descanso que llevaba años deseando, pero que se le resistía, pero sobre todo para "mirar las cosas de otro modo", decía ayer en su camerino del Sadler's Wells, apenas hora y media antes de ofrecer la segunda de las tres funciones de ¡Ay! programadas por el festival. Tranquila, mucho más que la noche del viernes y acompañada por su hija mayor, Manuela, Yerbabuena aún asimila las sensaciones del estreno.
"En ocasiones así siempre tengo la sensación de que estoy... pero no estoy. Hay mucha responsabilidad, muchos nervios, siempre pendiente de que todo vaya fluyendo lo mejor posible, y entonces se termina el espectáculo. Tenía un pellizco grande por inaugurar el festival, por regresar a Londres, donde sabía que había ganas de volver a verme. Cuando acabamos un estreno, siempre le digo a Paco [Jarana, su pareja, que también es el guitarrista y el director musical de este trabajo]: 'Mañana tocaremos, bailaremos y cantaremos', dice entre risas. "Estoy contenta -añade- porque la gente respondió bien, y me han dicho también que algunas partes resultan muy emocionantes, así que aunque sé que hay cosas que pulir de momento me conformo con eso".
Para su regreso, la bailaora presentó un espectáculo muy esencial, mucho más sencillo y directo que algunas de sus coreografías anteriores: sin cuerpo de baile, ella sola llevando todo ese peso escénico, apenas un par de elementos sobre las tablas -una silla de proporciones deformadas y una mesa que en un momento de la función se quiebra por la mitad-, junto con el citado Jarana, el percusionista Antonio Coronel, los cantaores Enrique el Extremeño, José Valencia y Jeromo Segura, y la colaboración especial del violinista de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla Vladimir Dimitrenco. "Cuando estás 13 meses retirada, aunque tengo a Paco, y a mi hija, y entonces a Marieta dentro de mí, hay muchos momentos en los que piensas y sientes en soledad, y esos momentos dan para mucho. Reflexioné, desconecté... Al fin y al cabo, supongo que era irremediable que me apeteciera volver de la misma manera que he estado, prácticamente sola".
Todo arrancó, continúa, con Dimitrenco, y antes, mucho antes, con la añorada Pina Bausch. "El violín es el instrumento que más me gusta, desde siempre. Empecé un proyecto con Pina. Mi ilusión, como la de tanta gente, era poder tener algo, un trabajo, aunque fuera pequeñito, con ella. Tuvimos una reunión, empezamos a enfocarlo... pero desgraciadamente no pudimos continuar", explica sobre la gran coreógrafa alemana, fallecida en 2009 y una de las figuras más trascendentales de la danza en el último siglo. "Y una de las cosas que ella siempre me decía -prosigue Yerbabuena- era que pensara en un sonido agudo, en un sonido agudo de violín. Yo no sé por qué me lo decía tanto, pero esta vez lo vi claro y me dije que ya era hora de hacerlo. Que por algo me lo diría aunque no llegó a explicármelo nunca...".
A partir de ahí surgió todo lo demás, con la única idea previa de que no hubiera "cortapisas". "No había ninguna idea preconcebida, simplemente me apetecía encerrarme en el estudio y ver qué salía, qué estaba pasando por dentro. Primero me encerré con Vladimir. Le dije: 'Mira, no me apetece una melodía ya hecha ni nada de eso, sólo quiero que nos provoquemos mutuamente y a ver qué pasa". Luego se fueron uniendo los demás. Paco era el que veía una silla torcida; yo más bien veía una mesa que en un momento dado se parte, justo cuando necesitas un apoyo...', explica la bailaora y coreógrafa sobre los elementos "simbólicos" del espectáculo: "A veces -dice al respecto- no ves las cosas como deberían de estar, crees que están derechas pero no; de ahí surge un poco también este trabajo" en el que baila seguiriyas, nanas, tarantas o sus admiradísimas y potentes soleás. De alguna manera, dice, siente que con esta obra "han desaparecido algunas limitaciones", pero a cambio, ay, de "provocar otros miedos". "Pero hay que jugar, hay que experimentar. Es inevitable si queremos que el flamenco esté vivo".
Aunque cada uno a su manera, lo mismo podían decir Israel Galván y Rocío Molina, dos de los representantes más contemporáneos y radicales del baile flamenco de nuestros días, ambos también presentes en la programación del Flamenco Festival, creado por Miguel Marín hace 13 años en Nueva York. Antes que el sevillano (domingo 24) y que la malagueña (el próximo miércoles), actuará Farruquito, hoy mismo, para presentar su Abolengo, un homenaje a su saga (los Farruco) y a la de los Amaya. Estrella Morente, que trazará de nuevo su Autorretrato en Londres mañana lunes; Tomatito; el Ballet Flamenco de Andalucía con la Metáfora creada por de Rubén Olmo; y una gala final conducida por Ángel Rojas y en la que participarán Antonio Canales, Belén López, Carlos Rodríguez, Jesús Carmona y Sol Picó, engrandecen la oferta (20 funciones hasta el 27 de marzo) de una cita que en sus nueve años precedentes atrajo a más de 200.000 espectadores.
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