La permanencia de la nieve en sierras, bosques y umbrías pone en marcha sistemas para aprovechar y sobrevivir a las bajas temperaturas
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J.E. GÓMEZ | GRANADA
Supervivencia. Una flor de pensamiento intenta sacar sus pétalos de la capa de nieve. :: FOTOS: J. E. GÓMEZ
La imagen blanca ha desaparecido en las calles de la ciudad, pero en las sierras de altura media, en barrancos, vaguadas y umbrías, la nieve persiste y se mantendrá durante semanas. Las últimas nevadas han creado un nuevo esquema en el ecosistema del final del invierno, la vida animal y vegetal tiene que buscar formas para adaptarse y aprovechar la situación porque para ellos, la nieve y el frío puede significar la vida o la muerte. A principios de marzo, muchas especies han empezado ya a producir sus primeros brotes, y algunas de ellas están en plena floración. Para unas supone la pérdida de gran parte de sus posibilidades de reproducción; para otras, una ayuda para crecer con mayor fuerza. En el reino animal significa que hay que mantener los periodos de hibernación durante más tiempo, e incrementar el consumo de energías (ralentizadas durante el invierno) para conseguir más comida con la que pasar un mayor tiempo a la espera de condiciones más cálidas.
Algunas florecillas que hasta hace unas semanas poblaban los prados en sierras del entorno de la ciudad han desaparecido, han quedado sepultadas bajo la nieve. En lugares donde el manto es más superficial, logran perforar la capa blanca y salir al exterior; en otros, simplemente mueren o esperan.
Cubiertas de nieve podría pensarse que tienen cubiertos sus requerimientos hídricos, pero la realidad es que la nieve no será agua hasta que se derrita y el suelo no esté helado. Mientras eso ocurre, algunas plantas acabarán deshidratadas, una paradoja que está sustentada en que por debajo de cero grados el plasma de los vegetales se hiela y forma pequeños cristales que con el deshielo y la llegada del líquido elemento, no llegan a ser reabsorbidos y la deshidratación es irreversible. Se quedan como una maceta que no se riega.
En otros casos, si la nevada les ha sorprendido en el momento en que las semillas empiezan a desarrollarse, como ocurre en esta época, incrementarán sus periodos de espera y aprovecharán una curiosa situación térmica: bajo la nieve hace menos frío que en el exterior. La energía que desarrollan las plantas y que emana del propio suelo, genera una capa con ambientes más cálidos que permiten el desarrollo de gran parte de la vida que se ve obligada a permanecer bajo la nieve. Las temperaturas que se registran, suelen estar por encima de cero grados.
En las cumbres
La adaptación de las plantas y otros organismos a la nieve tiene un especial significado en las altas cumbres de Sierra Nevada, donde tienen que convivir con un manto helado durante la mayor parte del año. Viven bajo la nieve sin problemas. Reducen su actividad hasta hacerla casi nula, y esperan la llegada del verano. Las semillas aguantan temperaturas impensables, algunas de ellas no se congelan ni siquiera con 200 grados negativos. Las que tienen porte superficial, como gramíneas y especies arbustivas, como las sabinas, adquieren formas almohadilladas para soportar la nieve y el efecto del viento. Y entre los cascajales vive el topillo nival, que se mantiene todo el año, incluso bajo cinco metros de nieve, al igual que algunos invertebrados, como las mariposas. Sus huevos se mantienen a pesar de las temperaturas, a la espera de mejores tiempos.
En los jardines y parques, las plantas de flor, como los pensamientos (propios de esta época), no podrán resistir la presencia de la nieve durante varios días, pero las nevadas en la ciudad, no duran tanto. Pierden sus flores, pero, pronto, vuelven a florecer.
Sangre
Los animales de sangre fría, como tortugas, ranas y serpientes, es decir, anfibios y reptiles, se enfrentan a la bajada de temperaturas y a la presencia de la nieve con inactividad. Si ya estaban en sus primeros días de actividad al final del invierno, vuelven a buscar un lugar donde refugiarse, posiblemente el mismo en el que estaban y volverán a ‘dormir’. Solo despertarán cuando la temperatura vuelva a subir o, en este caso, cuando la nieve se retire de la superficie.
Los animales de sangre caliente, mamíferos y aves, poseen un sistema regulador de la temperatura interna que les ayuda a mantenerla constante y que el frío, si no es muy extremo, no les afecte demasiado, pero para que el sistema funcione tienen que disponer de comida, de energías para regular su propia temperatura. Eso significa incrementar considerablemente el esfuerzo en la búsqueda de alimento, que con un manto de nieve en el exterior de sus nidos y madrigueras, no es tan fácil de conseguir. Aquellos que ya estaban a punto de iniciar su primavera adelantada, con sus despensas semivacías, han tenido que volver a llenarlas, como las ardillas y ratones de campo, que tienen que corretear sobre la nieve, lo que aprovechan depredadores como zorros y gatos monteses para incrementar sus salidas de caza.
Tras la retirada de la nieve, poco a poco, la vida vuelve a resurgir en su plenitud. De hecho algunas plantas, como el azafrán de Sierra Nevada (Crocus nevadensis), perfora la capa de hielo para salir a la luz. Ha aprovechado la nieve para acelerar su crecimiento.
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