Especialistas de Medio Ambiente crían miles de alevines que se repartirán por cauces de alta montaña de Andalucía
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JUAN ENRIQUE GÓMEZ | GRANADA
Un ejemplar de trucha en el cauce de un arroyo de alta montaña.:: J. E. GÓMEZ
Se han convertido en la esperanza para la pervivencia de su especie en el sur de la península Ibérica. Los alevines de trucha común, son minúsculos, miden entre tres y cinco milímetros, de color gris con una curiosas bolsas de color anaranjado y ojos saltones. Han sido criados en el Centro de Conservación y Cría de Especies de Aguas Continentales de La Ermita, junto al río Fardes, en pleno corazón del Parque Natural de la Sierra de Huétor. Forman parte del programa de recuperación de una especie muy conocida por todos, la trucha común (Salmo trutta), pero que en Andalucía está protegida y calificada como en peligro de extinción, ya que solo quedan poblaciones en algunos ríos de alta montaña de la provincia de Granada y Jaén, puesto que en Sevilla y Córdoba, las truchas que viven en la naturaleza son ya parte del fruto de los programas de recuperación iniciados en Granada.
Según los datos del departamento de Gestión del Medio Natural, en el centro de La Ermita trabajan este año con algo más de 10.000 huevos de trucha común y con alevines. «Es una cantidad menor a la que ya teníamos el pasado año, que llegamos a 21.500 huevos que se convirtieron en alevines en un porcentaje muy alto y que, en el momento en que lograron alimentarse por sí mismos, fueron soltados en cauces de ríos de diferentes puntos de la geografía andaluza, entre ellos el río Alcázar en la zona de Jerez del Marquesado», dice el responsable de este departamento, Borja Nebot.
En la campaña de este año, el trabajo se centra en la fecundación y desarrollo de los huevos, con el objetivo de lograr una producción de trucha que llegue a convertirse en juveniles, no solo alevines, de forma que cuando se hagan las sueltas, los ejemplares tengan más posibilidades de sobrevivir y generar poblaciones estables en los cauces de los ríos. «El objetivo a medio plazo es conseguir una producción de alrededor de 50.000 ejemplares anuales en cautividad, de forma que la repoblación pueda ser realmente efectiva».
Cuidados
En el centro de La Ermita, donde también se lleva a cabo el programa de cría y recuperación del cangrejo de río autóctono, con resultados muy positivos, hay una serie de instalaciones con cubetas y sistemas de tratamiento de aguas, que permiten la pervivencia de miles de alevines a los que se hace un exhaustivo seguimiento. «Mientras presentan la coloración anaranjada los alevines no necesitan una alimentación exterior, su alimento está en los sacos vitelinos que llevan adosados a su cuerpo, es esa mancha de color naranja que les rodea. Lo que sí es necesario es un constante aporte de agua de calidad», dicen los especialistas que llevan a cabo el programa de recuperación de la trucha común.
Uno de los objetivos inmediatos es la posibilidad de conseguir huevos y poder fecundarlos en las instalaciones del centro, en cautividad, sin tener que acudir a los ríos a capturar ejemplares con ese objetivo y realizar su fecundación 'in situ', «sino que sean ejemplares que se han criado en cautividad los que nos los aporten». Hasta ahora, para la obtención de los huevos fecundados se ha requerido de un cuidado proceso de producción, que en primer lugar necesitó la extracción de esperma y huevos a ejemplares que se encontraban en el medio natural, concretamente en el río Castril. «Se trataba de una extracción para fecundarlos y después devolver a los peces al río. En la sala de alevinaje del centro conseguir su desarrollo hasta la eclosión y el nacimiento de los alevines y su crecimiento». El proceso dura alrededor de dos meses hasta la reabsorción del saco vitelino, que es el momento en que se considera que la trucha ya puede ser soltada en el medio natural.
Amenazas
La situación de la trucha común en Granada y en Andalucía es de peligro de extinción debido a la desaparición de numerosas poblaciones a causa de la alteración de cauces por diversos motivos. El principal de ellos es el incremento de la contaminación de las aguas por vertidos, tanto domésticos, aguas debajo de los pueblos, como industriales, por lo que las truchas solo podían perdurar en aguas situadas más arriba, en ríos y arroyos de montaña. Otra causa de disminución de las poblaciones ha sido la alteración de los cursos de los ríos por construcciones, carreteras y conversión de zonas naturales en espacios para cultivos, extracciones de aguas para riego y también a causa de la pesca furtiva.
En los próximos años, la trucha común podría volver a ser una realidad palpable, al menos en los cauces de alta montaña, gracias a la producción que ahora se hace en La Ermita de la Sierra de Huétor.
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