La Facultad de Derecho está a punto de estrenar su nueva biblioteca, en la calle Duquesa, que viene a paliar la falta de espacio y la dispersión de fondos
A. ASENSIO GRANADa
Más de un año de obras, dos meses de mudanza, un presupuesto de 3,9 millones de euros y capacidad para acoger más de 125.000 volúmenes. La Biblioteca de la Facultad de Derecho está a punto para abrir sus puertas, a falta únicamente de los últimos trámites administrativos. Por fuera, mantiene la fisonomía de la que fuera sede de la Delegación de Educación en la calle Duquesa. La misma fachada discreta y de tonos ocres. Por dentro, llama la atención la luz, la blancura y lo diáfano que resulta el espacio, un proyecto a punto de culminar y que nació y se desarrolló para dar otra vuelta de tuerca al concepto de biblioteca. No es tal -o por lo menos no es sólo eso-, sino "un centro de recursos para la investigación, la docencia y el aprendizaje". Sus beneficiarios serán alumnos, profesores y cualquier granadino que quiera estudiar y formarse en esta sede, que pretende ser un foco de atracción, un "referente", dentro del campus centro de la Universidad, según explica la directora de la Biblioteca Universitaria del Hospital Real, María José Ariza
El apéndice del edificio San Pablo de Derecho viene a solucionar el problema de espacio que durante años ha sufrido la Facultad de Derecho. Además, aúna todos los volúmenes de la Facultad en un único espacio, un edificio de cinco plantas y 3.100 metros cuadrados. Antes, los fondos estaban repartidos entre los departamentos, lo que hacía algo incómodo hacer uso de los recursos bibliográficos de este centro universitario.
Todos los espacios están abiertos para los usuarios. En este espacio hay, por supuesto, estanterías, mesas y sillas -con 480 puestos de lectura-, pero también tres zonas de estudio, 84 puestos informatizados, una zona de formación -que puede habilitarse como zona de estudio-, un aula de informática dotada con trece equipos, salas de trabajo individuales y en grupo y un espacio para escanear fondos. Un punto de autopréstamo permitirá, además, agilizar la cesión de materiales.
Cuenta, además, con recursos de apoyo al aprendizaje. Evidentemente, pueden consultarse los fondos de la Facultad de Derecho, pero también los de otras facultades a través de los medios digitales. El papel de la tecnología ha sido clave para configurar esta sede bibliotecaria. Hay tomas de corriente en cada mesa, pantallas que proyectarán información sobre las actividades de la biblioteca, y el edificio, en sí, está pensado para ser totalmente autónomo. Tiene su pulmón en la azotea, donde un inmenso motor se encarga de caldear, refrescar o iluminar -entre otras funciones- las cinco plantas del edificio. Por las especiales características de gran parte del contenido -libros- la temperatura siempre ronda los 20 grados. El edificio está programado para ser, además, eficiente. Una sofisticada red de sensores es la encargada de encender o apagar luces en función de la presencia de usuarios. Es también un edificio diseñado para ser inclusivo, un concepto que adapta el espacio a usuarios con cualquier tipo de discapacidad. Otra característica de la nueva biblioteca es que es autosuficiente, ya que cuenta con depósitos de agua y con una fuente de energía alternativa para sortear los posibles cortes en el suministro.
La única zona vetada al paso de los usuarios está en la planta sótano -si en la azotea está el corazón, en los bajos podría estar el cerebro-, donde se guardan los compactos, estanterías que van sobre guías y permiten almacenar 70.000 volúmenes. Se puede acceder a estos fondos a través de los bibliotecarios.
"Las bibliotecas en el centro tienen una gran demanda", explica Ariza, que lanza el mensaje de que este edificio de Derecho está "abierto" a toda Granada, no sólo a la comunidad universitaria. Por ejemplo, este espacio podrá utilizarse para actos como la Noche en Blanco.
Para los trabajadores, según la jefa de la sección de la biblioteca de Derecho, María Angustias Pertíñez, la nueva sede abre la puerta a "la satisfacción de poder dar a los usuarios lo que necesitan. Vamos a poder cumplir con las expectativas". Pertíñez ha sido una de las responsables del traslado de fondos, dos meses de mudanza que han obligado a reclasificar los libros con nueva nomenclatura y que, además, ha permitido sacar a la luz algunos documentos valiosos que permanecían en los departamentos. Esos no han sido trasladados a la calle Duquesa, sino al Hospital Real, donde la universidad guarda sus tesoros de papel.
Ahora, los libros, ordenadores, las mesas y las sillas únicamente esperan que el Ayuntamiento de Granada dé luz verde a los últimos trámites administrativos para que comience a escribirse una nueva página en la larga historia de la UGR.
El apéndice del edificio San Pablo de Derecho viene a solucionar el problema de espacio que durante años ha sufrido la Facultad de Derecho. Además, aúna todos los volúmenes de la Facultad en un único espacio, un edificio de cinco plantas y 3.100 metros cuadrados. Antes, los fondos estaban repartidos entre los departamentos, lo que hacía algo incómodo hacer uso de los recursos bibliográficos de este centro universitario.
Todos los espacios están abiertos para los usuarios. En este espacio hay, por supuesto, estanterías, mesas y sillas -con 480 puestos de lectura-, pero también tres zonas de estudio, 84 puestos informatizados, una zona de formación -que puede habilitarse como zona de estudio-, un aula de informática dotada con trece equipos, salas de trabajo individuales y en grupo y un espacio para escanear fondos. Un punto de autopréstamo permitirá, además, agilizar la cesión de materiales.
Cuenta, además, con recursos de apoyo al aprendizaje. Evidentemente, pueden consultarse los fondos de la Facultad de Derecho, pero también los de otras facultades a través de los medios digitales. El papel de la tecnología ha sido clave para configurar esta sede bibliotecaria. Hay tomas de corriente en cada mesa, pantallas que proyectarán información sobre las actividades de la biblioteca, y el edificio, en sí, está pensado para ser totalmente autónomo. Tiene su pulmón en la azotea, donde un inmenso motor se encarga de caldear, refrescar o iluminar -entre otras funciones- las cinco plantas del edificio. Por las especiales características de gran parte del contenido -libros- la temperatura siempre ronda los 20 grados. El edificio está programado para ser, además, eficiente. Una sofisticada red de sensores es la encargada de encender o apagar luces en función de la presencia de usuarios. Es también un edificio diseñado para ser inclusivo, un concepto que adapta el espacio a usuarios con cualquier tipo de discapacidad. Otra característica de la nueva biblioteca es que es autosuficiente, ya que cuenta con depósitos de agua y con una fuente de energía alternativa para sortear los posibles cortes en el suministro.
La única zona vetada al paso de los usuarios está en la planta sótano -si en la azotea está el corazón, en los bajos podría estar el cerebro-, donde se guardan los compactos, estanterías que van sobre guías y permiten almacenar 70.000 volúmenes. Se puede acceder a estos fondos a través de los bibliotecarios.
"Las bibliotecas en el centro tienen una gran demanda", explica Ariza, que lanza el mensaje de que este edificio de Derecho está "abierto" a toda Granada, no sólo a la comunidad universitaria. Por ejemplo, este espacio podrá utilizarse para actos como la Noche en Blanco.
Para los trabajadores, según la jefa de la sección de la biblioteca de Derecho, María Angustias Pertíñez, la nueva sede abre la puerta a "la satisfacción de poder dar a los usuarios lo que necesitan. Vamos a poder cumplir con las expectativas". Pertíñez ha sido una de las responsables del traslado de fondos, dos meses de mudanza que han obligado a reclasificar los libros con nueva nomenclatura y que, además, ha permitido sacar a la luz algunos documentos valiosos que permanecían en los departamentos. Esos no han sido trasladados a la calle Duquesa, sino al Hospital Real, donde la universidad guarda sus tesoros de papel.
Ahora, los libros, ordenadores, las mesas y las sillas únicamente esperan que el Ayuntamiento de Granada dé luz verde a los últimos trámites administrativos para que comience a escribirse una nueva página en la larga historia de la UGR.
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