Profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad Pompeu Fabra y director de 'Fair Play. Revista de Filosofía, Ética y Derecho del Deporte'
En un tuit la alcaldesa de Barcelona manifestaba "Vergüenza de estado aquel q celebra un genocidio, y encima con un desfile militar que cuesta 800.000€", el cual se hace merecedor de varios comentarios, empezando por el lamentable empleo de la ortografía por la más alta representante de una institución como el Ayuntamiento de Barcelona.
Pero dejando de lado la cuestión ortográfica y yendo al fondo de asunto cabe preguntarse qué entiende la señora alcalde por "genocidio", y en segundo lugar, si es verosímil que la fiesta del 12 de Octubre vaya dirigida a celebrar un genocidio.
Con relación al primer punto, cabría recordarle a la alcaldesa que la noción "genocidio" es un neologismo que debemos a Raphael Lemkin, un jurista polaco que a la vista de las matanzas masivas, sistemáticas, deliberadas y anticipadas -recuérdese el "Mein Kampf" de Hitler- que estaban llevando a cabo los nazis sobre determinados colectivos decidió calificar tales actos con ese nuevo término. Y es que en su opinión, era la primera vez en la Historia que se producía una masacre intencionada sobre un colectivo sobre la base de compartir un determinado rasgo -raza, etnia, nacionalidad, etc.
A partir de ahí, con alguna modificación, se introdujo en el Convención sobre Prevención y Sanción del delito de genocidio de 1948, donde se establece claramente que para que haya genocidio debe haber una intención especial de destruir a un determinado grupo humano.
Ahora cabe preguntarse si la muerte de millones de personas, de indígenas, a raíz de la conquista llevada a cabo por los españoles puede caracterizarse como genocidio. Y es aquí donde surgen las legítimas dudas, pues sin negar que hubiera una conexión entre la conquista y la muerte de millones de nativos, la cuestión clave es si existía la intención de exterminio, cuestión difícil de probar, y si no sería más bien que las muertes fueron como consecuencia de un hecho también lamentable pero no genocida: la guerra de conquista y la transmisión de enfermedades por parte de los españoles -en forma de virus y bacterias- a una población carente de defensas para tales contagios. Por lo tanto, a la alcaldesa le recomendaría ir con tiento a la hora de valorar hechos del pasado con esquemas del presente.
Vayamos ahora al segundo punto: ¿qué se celebra el Día de la Hispanidad? Evidentemente el genocidio, no. Simplemente, porque no lo hubo, pero es que si hubiera existido ¿cree la alcaldesa que la comunidad internacional, empezando por los países víctimas, se quedaría impasible? ¿que los gobernantes de aquellos países se quedarían con la boca cerrada y no expresarían gestos de desaprobación?
Pero entonces, ¿qué se celebra? Pueden ofrecerse varias interpretaciones: ¿se festeja una conquista? ¿la transmisión de una lengua y una cultura a todo un continente? ¿la existencia de un patrimonio lingüístico y cultural que es aceptado positivamente por los actuales países que en su momento fueron conquistados?
Sea cual sea la respuesta, la alcaldesa debería saber que por mucho que le pese, no es algo propio del Estado español. Casi todos los países tienen celebraciones similares e incluso, en su ciudad, hay calles que llevan el nombre de las tropas almogávares y sus principales líderes (Roger de Flor, Entenza, Rocafort) por sus proezas en forma de conquista por el Mediterráneo. Y haría bien la alcaldesa en preguntarle a los griegos qué recuerdos les traen esas valientes tropas catalanas.
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