La rectora podía, puede y podrá ver si cierra este trozo de corazón de la ciudad. Rectificar es de sabios, y de sabias
Llegué a Casa de Porras en busca de libertad expresiva y la encontré. De eso hace ahora 22 años. La mitad de una vida, al menos de la mía. También de otros muchos con anemia de libertad. No es poco que una Universidad sea canal del espíritu. Es un lujo de la alta cultura moral.
Luego hice cosas más garbanceras. Escribí en periódicos por dinero. Publiqué novelas y libros. Fui padre. Viví en Murcia, Málaga o Motril. Y añoré la libertad de Casa de Porras y allí volví como profesor de escritura creativa a seguir una década con alumnos que liberaban su voz de las cadenas mentales que la oprimían. Fue bonito.
Llegué a creer, iluso de mí, que ese hilo frágil de la creatividad, de la libertad expresiva no se cortaría. Pero en eso llegó un burócrata estilo Trump, perdido en detalles legales y sin idea de lo que es un huerto urbano donde crecen las azucenas; ni unas clases de pintura frente a la Alhambra, ni lo que es bailar tango en el Albaicín; ni saborear el tai chí o el pilates; ni el privilegio de ser un ser humano libre dando vida al Albaicín por la ridiculez de 52,50 al trimestre, sin notas pero con matrícula, tasa, diploma y un crédito que nos daba risa.
Hay gente que guarda como un tesoro el tiempo vivido en Casa de Porras. A Dani Rovira le cambió la vida, como a las ochocientas personas que este trimestre sienten que les han quitado un trozo de esa belleza que salva vidas, como a los cuarenta profesionales parados y perdidos este invierno sin unos cursos rentables en un edificio histórico con uso social para un barrio comido de turistas.
Pero con nuestra magnífica rectora muchos creímos que, al ser la primera mujer, traería sentido. Ella podía, puede y podrá ver si cierra este trozo de corazón de la ciudad. Es imaginativa para dar una solución original a un sitio tan especial. Rectificar es de sabios, y de sabias.
Sentiré no ir a dar mis clases de escritura este invierno allí. Alguien lo ha hecho mal y ni sabe el qué pero rompió el hechizo. Vale, había una licitación y tal y tal, pero con la poesía no se juega y la Casa de Porras lo era. No tiene arreglo esta ciudad. O se cargan a los poetas o a la poesía viva. Y luego piden la capitalidad cultural. Ja. Con las cosas del corazón no se juega pues la ciudad pierde la partida.
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