Chef
Foto: ISTOCK |
El 2017 empezó con unos 800 millones de personas pasando hambre alrededor del mundo. Incluso en mi tierra natal, Perú, un país de abundancia, conocido por su biodiversidad y su gran cocina, todavía tenemos muchos niños que viven en condiciones de desnutrición. Parece increíble, y es realmente inadmisible, que el género humano aún no haya podido vencer esta batalla primordial para asegurar que todos y cada uno tengan, cada día, acceso a una alimentación saludable y sustentable. Ha llegado la hora en que esta tarea, históricamente postergada, ya no se puede aplazar más.
Al adoptar la Agenda de Desarrollo Sostenible, cuyo segundo objetivo "Hambre Cero" prevé la erradicación del hambre para el año 2030, los gobiernos del mundo se han comprometido a poner fin a este problema y asegurar que se logre la seguridad alimentaria para todos, que se mejore la nutrición y se promueva la agricultura sostenible.
Para enfrentar este reto, se requiere la participación de un poderoso trinomio: los poderes públicos, con su accionar político, el sector privado, con su capacidad de emprender e innovar, y la academia, con sus sólidas bases de conocimiento y sabiduría. Es más, se requiere que cada persona sobre este planeta entienda que el bienestar de todos es el mejor camino para alcanzar el propio, y que todos, con nuestras actuaciones y elecciones de cada día no solo podemos, sino que debemos de contribuir.
Aunque parezca un esfuerzo titánico, la meta está a nuestro alcance. Promover y poner en valor la diversidad de los cultivos y empoderar a los pequeños agricultores para que su producción pueda llegar a los mercados, son pasos fundamentales para poder declarar al mundo libre de hambre.
Los cocineros, por la propia naturaleza de nuestro trabajo, tenemos que estar al frente de esta lucha. En el Perú tenemos una hermosa experiencia de cómo los cocineros pueden volverse actores de cambio y la cocina puede ser promotora de integración social y cultural, avances económicos y unión. Gracias a la labor de un grupo comprometido de cocineros, unidos a agricultores, pescadores, artesanos y autoridades, la cocina se ha convertido en un factor de unión y orgullo en una nación tan diversa como Perú, y ha contribuido al desarrollo del país, llegando a ser conocida y apreciada en todo el mundo.
Los que tenemos la maravillosa responsabilidad de nutrir a los demás desde nuestras cocinas - seamos chefs en restaurantes , madres de familia o responsables de comedores escolares - tenemos un gran poder para impulsar cambios en el mercado y promover una cultura de la alimentación basada en los principios de la sostenibilidad y de la diversidad. Podemos elegir ingredientes locales y rescatar del olvido especies tradicionales dejadas atrás por un mal entendido progreso. Podemos privilegiar la agricultura familiar que quizás no responda a los estándares estéticos del mercado pero contribuye a fortalecer a los pequeños agricultores que trabajan sus tierras con amor y sabiduría.
Si logramos utilizar la cocina como un vehículo para recuperar la memoria, los valores, el gusto por aquello que está a nuestro alrededor, vamos a poder dar una contribución valiosa a las batallas que estamos librando en este momento y llegar finalmente a un mundo con Hambre Cero.
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