Cuando en estos tiempos de reformas planteamos cambios en nuestro modelo constitucional no podemos olvidar a Newton
A menudo, para referirse al franquismo se suele utilizar la expresión cuarenta años de dictadura, cuarenta años oscuros desde el golpe de estado de 1936 hasta el referéndum de reforma política de 1976. Pues bien, a partir del martes podemos oponer a ese largo periodo, otros cuarenta años de democracia. El 13 de junio se cumplen cuatro decenios de las primeras elecciones tras el franquismo.
Las elecciones de junio de 1977 no se desarrollaron en unas condiciones perfectas, obvio es recordarlo. Desde que entró en vigor la Ley para la Reforma Política, en enero de 1977, hasta el día de las elecciones, hubo que hacer innumerables cambios normativos: reconocer derechos; ratificar tratados internacionales; suprimir el partido único de la dictadura, el Movimiento Nacional, o legalizar a todos los partidos políticos, también al comunista. Con ello se cumplían las condiciones mínimas para celebrar unas elecciones libres pues la voluntad de democratizar el sistema político resultaba indiscutible.
A partir de esas elecciones, han transcurrido cuarenta años de democracia. Como se ha dicho, los resultados ayudaron a la consolidación del sistema político. En primer lugar, porque todas las opciones que representaban a la España real tuvieron su sitio en el Congreso, desde los sectores más vinculados al régimen franquista, Alianza Popular, hasta el recién legalizado Partido Comunista, así como los grupos nacionalistas de Cataluña y País Vasco, con fuerte influencia en esos territorios. Además, tanto en la derecha como en la izquierda, las opciones más moderadas (UCD en la derecha que procedía del régimen y PSOE en la izquierda que venía del exilio) se impusieron sobre las más extremas. Esto facilitó posteriores acuerdos, necesarios para hacer una Constitución de todos y, en definitiva, construir un nuevo país. Por más voluntad de acuerdo que tuvieran Fraga y Carrillo (que la tenían), es difícil pensar que lo hubieran alcanzado pues sus visiones de España eran antagónicas. Sin embargo, Suárez y González, y lo que cada uno representaba, si fueron capaces de consensuar un proceso constituyente.
La historia de la España contemporánea había sido una sucesión de largos periodos autoritarios con breves episodios de libertad. Ahora, por primera vez, cumplimos cuarenta años ininterrumpidos de vida en libertad. Por ello, cuando en estos tiempos de reformas planteamos cambios en nuestro modelo constitucional no podemos olvidar a Newton. Para avanzar más lejos hay que hacerlo desde los hombros de estos cuarenta años de democracia.
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