- La localidad pasó a una posición de primer plano en la defensa del reino nazarí
- Hoy día acoge a un pueblo de calles empinadas y llenas de flores y es conocida por el Cristo del Paño
Moclín, el centinela
Desde Puerto Lope la carretera zigzagueante recorre un paisaje de almendros y olivos hasta vislumbrar el cerro donde se ubica la altiva fortaleza, la Atalaya de la Solana, a la izquierda, ya ha dado el aviso de mi llegada. Un paisaje de postal nos dan la bienvenida mientras las cámaras no paran de hacer fotos. La fortaleza encaramada en lo alto del cerro fija su mirada como el viejo soldado. Al norte Alcalá, al sur Granada. No en vano la llaman Las Pupilas. Mientras tanto la ermita de San Antonio, residencia del patrón del pueblo, mira de reojo al río Velillos.
Moclín pasó a una posición de primer plano en la defensa del reino nazarí. Grandes batallas conocieron sus campos de nombres alusivos, como el de la Matanza o Fuente de Malarmuerzo. Fue conquistada definitivamente por los Reyes Católicos en 1486. Hoy día acoge a un pueblo de calles empinadas y llenas de flores, que se acurruca a los pies de la Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación, santuario del Santísimo Cristo del Paño, famoso por sus milagros. Moclín posee varios senderos como el del Gollizno, que transita por la ribera del río Velillos, hasta llegar a Olivares.
Durante el recorrido por el pueblo se puede apreciar la belleza del paisaje desde sus cuatro miradores o cruzar el río Velillos por el puente colgante. Pasear por la pasarela peatonal recientemente restaurada es todo un placer, y si hay tiempo visitar las pinturas rupestres cercanas a la Fuente Corcuela es una alegría para los sentidos.
El Hostal Rural-Albergue de Moclín, antiguo cuartel de la Guardia Civil, es una magnífica opción para pernoctar por estas tierras. Vanesa Cruz me mostró el Centro de Interpretación Comarcal ubicado en el mismo edificio. Allí se encuentra, presidiendo el piso superior, un mosaico romano encontrado en Tiena la Alta de unos cuarenta metros cuadrados. Sala dedicada a la cultura íbero-romana, alberga colecciones de monedas y cerámica junto con otras piezas romanas aparecidas en el municipio. Numerosos paneles informativos ilustran al visitante sobre el paso de esta civilización por estas tierras. Otra de las salas que se recomiendan es la dedicada a la fotografía, con modelos de cámaras antiquísimas, así como curiosas fotografías correspondientes a sus épocas.
Moclín celebra sus fiestas el 17 de enero con motivo de San Antón y 5 de octubre la Romería del Cristo del Paño.
Cuenta la leyenda que el día fue asomando claro y soleado. Los preparativos para la entrada triunfal en la Villa de Moclín por parte de los Reyes Católicos se estaban ultimando cuando corrió la voz por todo el campamento que los cautivos habían sido ejecutados antes que se rindiera la plaza. La noticia cayó como un mazazo en María, que después de un año y tres largos días de asedio a la Villa, por fin iban a poder entrar en el pueblo y rescatar a su querido Andrés, entre los cautivos de la batalla de la Matanza.
Hacía poco menos de un año que su prometido Andrés fue reclutado como peón por los soldados del Conde de Cabra a fin de tomar por la fuerza el pueblo de Moclín.
Corría el año de nuestro señor 1485 y la guerra contra los granadinos se iniciaba doblegando las fortalezas fronterizas y tras el descabro de Alhama se decidió que la primera en tomarse por las armas sería Moclín, debido a su enclave estratégico para el control de acceso a la vega granadina por el norte.
María recordaba todos los detalles del día que se despidió de Andrés junto al camino de Granada. Con lágrimas en los ojos le suplicó que se mantuviera vivo y volviera sano y a salvo.
Andrés acariciando su mejilla le dijo.
-María, en el pabellón de los reyes encontraras un estandarte con un lienzo de Jesús Nazareno del que dicen los soldados que es milagroso. Yo le he rezado esta mañana para que me dé suerte en la batalla. No dejes de encomendarte a él, presiento que velara por nosotros. Adiós amada mía. -y dándole un beso se despidió camino de Moclín.
¡Ay de los confiados... porque ellos convertirán sus huesos en abono de los campos!
Así pues El Zagal, Sultán de Granada, listo como el lobo y muy diestro en el arte de la guerra, conociendo de primera mano las intenciones del Conde de Cabra, Diego Fernández de Córdoba, trazó un plan. Al amparo de la noche, situó estratégicamente a sus soldados en unos pequeños montículos cercanos a los campos de Moclín. Allí esperó pacientemente a que alzara el día para descubrir la encerrona que había preparado a los cristianos. Cuentan las crónicas que la matanza que infringió a los soldados cristianos fue horrorosa, hasta tal punto que el arroyo que atravesaba aquellos campos en vez de llevar agua llevaba sangre. El mismo Conde, herido por tiro de espingarda, huyo vergonzosamente y se refugió con su desbaratado ejército en Alcalá. María buscó entre los que volvieron sin encontrar a su amado. Entonces se dirigió a los campos de la matanza temiendo lo peor. Allí le comentaron que El Zagal, después de la batalla, se llevó a muchos prisioneros a las mazmorras de la fortaleza de Moclín.
La esperanza de que hubiera sobrevivido animó a María, pues no era lo mismo muerto que prisionero. Desde ese momento no faltó ni un solo día a rezarle al estandarte de Jesús Nazareno. Así, un día que estaba de rodillas orando ante Cristo y sin que se diera cuenta, una mano se posó en su hombro y la voz de una mujer le habló.
-Te he observado en estas últimas semanas y no has faltado a tu cita diaria con el nazareno, ¿qué pena o promesa es la tuya?
Al mirar a quien preguntaba vio con asombro que su interlocutora era la mismísima reina Isabel de Castilla. María relató a la reina su desventura, prometiendo ésta que haría lo que estuviese en su mano para recuperar a su amado.
Con la mediación de unos monjes que se dedicaban a rescatar prisioneros de los moros, la reina supo que Andrés estaba vivo. La mala noticia era que El Zagal no liberaría a ningún prisionero de las mazmorras.
En apenas un año Moclín fue conquistado por los cristianos y la alegría llenó el corazón de María. Por fin sería rescatado su amado. Todo estaba preparado para la entrada triunfal en la villa cuando llegó la funesta noticia de la ejecución de los prisioneros. El cielo se le cayó encima y las piernas temblaron hasta caer de rodillas. En ese preciso momento el estandarte portado por los soldados cristianos pasó junto a ella. El Nazareno estaba intentando levantarse apoyando una mano sobre el tronco mocho de un árbol, el peso de la cruz en la espalda, una cuerda atada al cuello y la mirada firme pero acogedora. Entonces comprendió que tenía que seguirlo hasta el final.
Al entrar la comitiva en la villa cantando el 'Te Deum', una voz de ultratumba les sorprendió, escuchando un eco que provenía del subsuelo de la fortaleza que repetía el mismo cántico. El corazón de María se desbocó de alegría y mirando a la reina, le pidió permiso para abandonar la comitiva. La reina ordenó a uno de sus capitanes que la escoltara y ayudara a encontrar a quien daba por perdido.
Así fue como la boda se celebró en la recién bendecida y reconvertida mezquita. Fue apadrinada por los reyes de Castilla, Fray Hernando de Talavera los unió y el estandarte del Nazareno se quedó para siempre en la villa de Moclín, hoy muy conocido como Cristo del Paño, pero eso lo dejaremos para otra leyenda.
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