El escritor presenta su nueva novela, el drama de una saga familiar que abarca dos siglos de la historia de Brasil
G. CAPPA GRANADA
Cuando Silvana, una amiga brasileña, le contó a Manuel Villar Raso retazos de la historia de las mujeres de su familia por tierras del Paraná, una saga que abarca desde finales del XVIII al XX, el escritor quedó tan fascinado que le preguntó si podía novelar esta historia. "Llevaba años escribiendo sobre hombres y no es que me aburrieran mis personajes masculinos, pero había descubierto que las mujeres son mucho más incisivas y de psicología mucho más compleja e interesante que la de los hombres", explica sobre la génesis de Las señoras del Paraná (Autores Premiados), la novela que ayer presentó en el Paraninfo de la Facultad de Derecho. Y lo hizo con la presentación de María Dueñas, la autora que actualmente reside en Taiwan y que está enfrascada en su tercera novela . "Sira, la protagonista de El tiempo entre Costuras, hace exactamente lo mismo que Gabriela, ambas son una cumbre explosiva de feminidad que les lleva a un compromiso auténtico con la vida y las modas de la época. Eliana, su hija, en cambio sólo llevó en vida un vestido de Organdí negro. No es de extrañar que Césare San Geminiano su marido la engañara con todas las mocitas del lugar, pero Eliana tenía un genio endiablado", apuntó Villar Raso para emparentar a la protagonista de la novela de María Dueñas con la de Las señoras del Paraná.
Así que el catedrático jubilado de Literatura Norteamericana de la UGR dejó a sus personajes masculinos en sus tierras africanas y le propuso a su hijo Eloy si estaba dispuesto a acompañarle a Brasil para 'localizar los escenarios de la novela. Eloy, al punto compró media docena de mapas. En feliz compañía viajaron a Rio, Sao Paulo y Curitiba. Allí alquilaron un coche y descendieron a Paranaguá, la tercera ciudad portuaria del Brasil, "que no parecía haber salido del hambre, la miseria, la sarna y los piojos y seguía anclada en el siglo XVIII". Es precisamente en las Isla de la Miel, junto a Paranaguá, donde comienza la novela. "Las mujeres de la novela, Gabriela, Eliana, Marcela y Rossana, que es quien cuenta la historia familiar, son mujeres desquiciadas a lo divino, que se casan con quienes no quieren y aman a quienes no deben, con amores tan pasionales que trastocan sus vidas, unas vidas donde la tragedia y el ensueño conviven con el odio y el amor más desaforado", comenta el escritor.
Gabriela no ama a don Ignacio, pero le da 14 hijos. Eliana tampoco ama a Césare San Geminiano y lo echa de su vida después de darle dos hijos. Ella expresa su verdadero amor en carta a su amante Ralph, después de muerto, un investigador que le ayuda a crear los exclusivos dulces de su cafetería junto a la Universidad Federal. "Uno lee la novela y, aunque sea de otra época, parece que sucedió ayer, como cuando se escucha una canción de Charles Aznavour, sin ser consciente del tiempo que hemos perdido y la imposibilidad de recuperarlo, salvo con la lectura", continúa Villar Raso sobre una saga familiar que abarca casi dos siglos. "Ese es el futuro de la buena novela, imperecedera en el tiempo y no en el nuestro. Esa es la verdad de la literatura. Su vida es así, para que podamos recordarla y contar una y otra vez. Sean reales o no, Las Señoras de Paraná serán para siempre mis señoras, como lo será Sira, la protagonista de El tiempo entre costuras para María Dueñas", concluye el novelista bajo su sempiterno sombrero, bajo el que se refugia un alma viajera.
Así que el catedrático jubilado de Literatura Norteamericana de la UGR dejó a sus personajes masculinos en sus tierras africanas y le propuso a su hijo Eloy si estaba dispuesto a acompañarle a Brasil para 'localizar los escenarios de la novela. Eloy, al punto compró media docena de mapas. En feliz compañía viajaron a Rio, Sao Paulo y Curitiba. Allí alquilaron un coche y descendieron a Paranaguá, la tercera ciudad portuaria del Brasil, "que no parecía haber salido del hambre, la miseria, la sarna y los piojos y seguía anclada en el siglo XVIII". Es precisamente en las Isla de la Miel, junto a Paranaguá, donde comienza la novela. "Las mujeres de la novela, Gabriela, Eliana, Marcela y Rossana, que es quien cuenta la historia familiar, son mujeres desquiciadas a lo divino, que se casan con quienes no quieren y aman a quienes no deben, con amores tan pasionales que trastocan sus vidas, unas vidas donde la tragedia y el ensueño conviven con el odio y el amor más desaforado", comenta el escritor.
Gabriela no ama a don Ignacio, pero le da 14 hijos. Eliana tampoco ama a Césare San Geminiano y lo echa de su vida después de darle dos hijos. Ella expresa su verdadero amor en carta a su amante Ralph, después de muerto, un investigador que le ayuda a crear los exclusivos dulces de su cafetería junto a la Universidad Federal. "Uno lee la novela y, aunque sea de otra época, parece que sucedió ayer, como cuando se escucha una canción de Charles Aznavour, sin ser consciente del tiempo que hemos perdido y la imposibilidad de recuperarlo, salvo con la lectura", continúa Villar Raso sobre una saga familiar que abarca casi dos siglos. "Ese es el futuro de la buena novela, imperecedera en el tiempo y no en el nuestro. Esa es la verdad de la literatura. Su vida es así, para que podamos recordarla y contar una y otra vez. Sean reales o no, Las Señoras de Paraná serán para siempre mis señoras, como lo será Sira, la protagonista de El tiempo entre costuras para María Dueñas", concluye el novelista bajo su sempiterno sombrero, bajo el que se refugia un alma viajera.
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