El catedrático de Historia Medieval Antonio Malpica presenta 'Las últimas tierras de Al-Ándalus'
Antonio Malpica, en el uso de la palabra, en la presentación del libro que contó con la presencia del rector de la UGR, Francisco González Lodeiro, y de la delegada de la Junta, Sandra García.
Las últimas tierras de Al-Ándalus (Eug) es un trabajo que, de alguna manera, refleja el pensamiento político de Malpica. La nueva investigación del catedrático de la UGR explica la sociedad nazarí desde sus raíces, concretamente las de los cultivos que conformaron el paisaje del último bastión musulmán de la península. Es un trabajo en el que la historia se explica a través de las relaciones, de la economía y del sudor de los personajes más anónimos, que en la teoría de Malpica de la historia tienen más peso que las dinastías reales y los grandes generales.
Las últimas tierras de Al-Ándalus examina a través del paisaje y del poblamiento lo que significó el reino nazarí, con un contexto físico que va desde la alta montaña a la zona llana y la costera, desde zonas de una pluviometría muy elevada -como en el Campo de Gibraltar- a parajes prácticamente desérticos -como Cabo de Gata o el desierto de Tabernas-. "Pero todas estas tierras conforman un paisaje muy característico porque el curso del agua es fundamental, la agricultura irrigada hizo que el paisaje fuese muy homogéneo pese a las condiciones tan distintas", señala el catedrático de Historia Medieval.
En este mundo de contrastes hay paisajes "interesantísimos" como los del Altiplano, donde la parte superior es desierto, pero con una fecundidad "asombrosa" en los márgenes de los ríos. "Incluso en medios poco óptimos se consiguieron articular unos mecanismos óptimos de explotación", subraya sobre un mundo nazarí que creció alrededor del agua. Pero, ¿hubo una planificación agrícola por parte de los dirigentes nazaríes? "Esta agricultura se muestra tan rica y con tantas posibilidades económicas que el mismo estado la desarrolla", responde Malpica. Una economía rural de esas características "necesita pasar por el mercado" porque la productividad de los productos de huerta es muy elevada y no podía ser absorbida por el consumo interno. "Esta producción no se puede conservar, nadie puede secar las alcachofas, por ejemplo, así que se seleccionan unos productos que se insertan en el mercado europeo, como los frutos secos, el azúcar y la seda", detalla Malpica sobre los productos con 'denominación de origen' de la época. Respecto al fruto de la vid, la uva pasa es muy importante, pero el vino no tiene especial protagonismo. "Beber vino se bebía, claro, porque el pecado está siempre pegado al hombre", afirma Malpica en una concesión a la filosofía. Así que la sociedad nazarí tiene una esencia agrícola, con un paisaje por el que discurre el agua, aunque la ganadería tiene un peso importante, sobre todo corderos, cabras y, en menor medida, vacas. "Eso determina que en zonas de frontera se arrenden los pastos a los cristianos, como pasó en la Sierra de la Sagra, la de Castril o la franja que va de Lorca a Vera", explica Malpica.
En este contexto se dio un notable desarrollo urbano porque todos los territorios están más o menos controlados por ciudades, incluso en la costa, donde destacan Málaga, Almería y Almuñécar. En la zona intermedia del reino están poblaciones como Baza, Guadix, Granada, Loja, Alhama, Antequera y Ronda. "Toda esta zona está repleta de restos arqueológicos que demuestran cómo eran esos poblamientos, que eran de tres tipos: ciudades, estructuras amuralladas que son mecanismos complejos de defensa y, finalmente, las zonas abiertas de producción, que hoy en día se ven menos en el paisaje porque no han generado tantos restos arqueológicos".
Y por encima de la discutida convivencia entre culturas, el dato que realmente sitúa al reino nazarí como una sociedad adelantada a su tiempo es que las tierras están, en su mayoría, en manos de propietarios campesinos, en pequeñas o medianas explotaciones, casi nunca latifundios. El eslogan de la Transición de "la tierra para quien la trabaja" se cumplía casi a rajatabla hace siglos. "No es una sociedad feudal, no se basa en la explotación de los hombres de forma directa", explica Malpica sobre una época en la que los 'señoritos' no campaban a sus anchas por sus dominios. En este punto, Malpica recuerda las palabras de un amigo al que llevó a visitar la Alhambra. "Se nota que los poderosos son poderosos, pero no estaban en contra de los menos poderosos". En resumen, la sociedad de Las últimas tierras de Al-Ándalus tiene más que ver con el Norte de África que con la Europa de su tiempo, una sociedad más norteafricana y oriental que occidental. "No tiene la estructura tan fuerte de una sociedad feudal, no hay que olvidar que el capitalismo no nace de estas sociedades, nace del feudalismo", continúa el profesor, que completa este panorama con el dato de que, incluso a nivel militar, en el reino nazarí no hay una casta militar como en el mundo cristiano, hay un grupo de mercenarios. Y aunque había muchos impuestos, "no se trataba de rentas como en el mundo feudal", ni eran de aplicación directa como del diezmo, "entre otras cosas porque la producción de regadío no se puede calcular como la de cereal, no se puede calcular cuantos ciruelos vamos a producir".
Por último, el profesor sostiene que, en el contexto contemporáneo, no se puede decir que la sociedad actual sea deudora de los hombres que habitaron el Reino de Granada hace siglos. "El salto a América significó el abandono de las líneas comerciales habituales. A partir de ese momento, el reino cayó en una decadencia progresiva de la que prácticamente no se ha recuperado", concluye.
Las últimas tierras de Al-Ándalus examina a través del paisaje y del poblamiento lo que significó el reino nazarí, con un contexto físico que va desde la alta montaña a la zona llana y la costera, desde zonas de una pluviometría muy elevada -como en el Campo de Gibraltar- a parajes prácticamente desérticos -como Cabo de Gata o el desierto de Tabernas-. "Pero todas estas tierras conforman un paisaje muy característico porque el curso del agua es fundamental, la agricultura irrigada hizo que el paisaje fuese muy homogéneo pese a las condiciones tan distintas", señala el catedrático de Historia Medieval.
En este mundo de contrastes hay paisajes "interesantísimos" como los del Altiplano, donde la parte superior es desierto, pero con una fecundidad "asombrosa" en los márgenes de los ríos. "Incluso en medios poco óptimos se consiguieron articular unos mecanismos óptimos de explotación", subraya sobre un mundo nazarí que creció alrededor del agua. Pero, ¿hubo una planificación agrícola por parte de los dirigentes nazaríes? "Esta agricultura se muestra tan rica y con tantas posibilidades económicas que el mismo estado la desarrolla", responde Malpica. Una economía rural de esas características "necesita pasar por el mercado" porque la productividad de los productos de huerta es muy elevada y no podía ser absorbida por el consumo interno. "Esta producción no se puede conservar, nadie puede secar las alcachofas, por ejemplo, así que se seleccionan unos productos que se insertan en el mercado europeo, como los frutos secos, el azúcar y la seda", detalla Malpica sobre los productos con 'denominación de origen' de la época. Respecto al fruto de la vid, la uva pasa es muy importante, pero el vino no tiene especial protagonismo. "Beber vino se bebía, claro, porque el pecado está siempre pegado al hombre", afirma Malpica en una concesión a la filosofía. Así que la sociedad nazarí tiene una esencia agrícola, con un paisaje por el que discurre el agua, aunque la ganadería tiene un peso importante, sobre todo corderos, cabras y, en menor medida, vacas. "Eso determina que en zonas de frontera se arrenden los pastos a los cristianos, como pasó en la Sierra de la Sagra, la de Castril o la franja que va de Lorca a Vera", explica Malpica.
En este contexto se dio un notable desarrollo urbano porque todos los territorios están más o menos controlados por ciudades, incluso en la costa, donde destacan Málaga, Almería y Almuñécar. En la zona intermedia del reino están poblaciones como Baza, Guadix, Granada, Loja, Alhama, Antequera y Ronda. "Toda esta zona está repleta de restos arqueológicos que demuestran cómo eran esos poblamientos, que eran de tres tipos: ciudades, estructuras amuralladas que son mecanismos complejos de defensa y, finalmente, las zonas abiertas de producción, que hoy en día se ven menos en el paisaje porque no han generado tantos restos arqueológicos".
Y por encima de la discutida convivencia entre culturas, el dato que realmente sitúa al reino nazarí como una sociedad adelantada a su tiempo es que las tierras están, en su mayoría, en manos de propietarios campesinos, en pequeñas o medianas explotaciones, casi nunca latifundios. El eslogan de la Transición de "la tierra para quien la trabaja" se cumplía casi a rajatabla hace siglos. "No es una sociedad feudal, no se basa en la explotación de los hombres de forma directa", explica Malpica sobre una época en la que los 'señoritos' no campaban a sus anchas por sus dominios. En este punto, Malpica recuerda las palabras de un amigo al que llevó a visitar la Alhambra. "Se nota que los poderosos son poderosos, pero no estaban en contra de los menos poderosos". En resumen, la sociedad de Las últimas tierras de Al-Ándalus tiene más que ver con el Norte de África que con la Europa de su tiempo, una sociedad más norteafricana y oriental que occidental. "No tiene la estructura tan fuerte de una sociedad feudal, no hay que olvidar que el capitalismo no nace de estas sociedades, nace del feudalismo", continúa el profesor, que completa este panorama con el dato de que, incluso a nivel militar, en el reino nazarí no hay una casta militar como en el mundo cristiano, hay un grupo de mercenarios. Y aunque había muchos impuestos, "no se trataba de rentas como en el mundo feudal", ni eran de aplicación directa como del diezmo, "entre otras cosas porque la producción de regadío no se puede calcular como la de cereal, no se puede calcular cuantos ciruelos vamos a producir".
Por último, el profesor sostiene que, en el contexto contemporáneo, no se puede decir que la sociedad actual sea deudora de los hombres que habitaron el Reino de Granada hace siglos. "El salto a América significó el abandono de las líneas comerciales habituales. A partir de ese momento, el reino cayó en una decadencia progresiva de la que prácticamente no se ha recuperado", concluye.
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