La historia personal de Weiwie lo ha superado como artista pero ahora hemos tenido la ocasión de contemplar una cuidadísima exposición suya en los espléndidos espacios de la Cartuja de Sevilla.
La historia personal de Ai Weiwei (Beijing, 1957) lo ha superado como artista. Es más, muchos conocen sus penalidades, sus circunstancias de preso político -arresto domiciliario y paradero desconocido, además de la imposibilidad, lógica si estás detenido o no se sabe dónde se encuentra, de abandonar China-, de instigador contra la política y los políticos chinos y, también de ser, probablemente, el único artista chino de quien se tiene noticias; todo esto es, más o menos, sabido; sin embargo, pocos son los que conocen su obra; a lo más, se tienen noticias mediáticas de sus famosas pipas cerámicas expuestas en la Sala de las Turbinas de la Tate Modern de Londres en el año 2010; montañas de pipas que dieron infinitamente de qué hablar y por eso se hicieron famosas. Ahora hemos tenido la ocasión de contemplar de primerísima mano una cuidadísima exposición suya en los espléndidos espacios del recinto de la antigua Cartuja y fábrica de losa.
Con la comisaría de Luisa Espino y Juan Antonio Álvarez Reyes, el espectador se hace una idea bastante completa de cuáles son los registros conceptuales y artísticos de este chino nacido en la que siempre, hasta las Olimpiadas, fue Pekín, Además, como no podía ser menos en quien dirige el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, la exposición se nos presenta con una acertadísima estructuración museográfica situando las piezas en los lugares estratégicos del recinto monacal -capilla de Colón, iglesia, sala de profundis, refectorio…-. Las amplias propuestas artísticas de Weiwei (vídeo, fotografía, escultura y, sobre todo, cerámica) se hacen presentes en una muestra que unifica diversos criterios y estéticas, que lejos de crear contraposiciones estéticas y conceptuales, se yuxtaponen posibilitando una feliz argumentación complementaria. Básicamente, y en un primer estadio identificativo, la obra de Ai Weiwei parte de un esencial criterio minimalista y con muchas derivaciones hacia lo conceptual. Algo que se plantea por ese tránsito del artista entre su calidad de mero creador y participante activo de una sociedad convulsa a la que él cuestiona desde su posición comprometida de crítico hacia el régimen de su país.
La muestra presenta obras que realizan constantes guiños a la cultura tradicional china, a su sistema político y a su realidad existencial. Así, en Descending Light, una gran lámpara realizada con pequeños cristales rojos -el color rojo es el símbolo de China y de su régimen comunista - aparece como tirada violentamente en el sueño; con ello la alusión al sistema de gobierno chino es clara. En Sunflower seeds, la famosa montaña de pipas de girasol que le dio la fama, la Sala de Colón se ha cubierto de pipas, cada una de ellas es una pieza única realizada en porcelana y pintadas a mano. La obra se hizo en 2009 y la llevaron a cabo 1600 artesanos; con ella quiere poner en sintonía la forma de producción artesanal tradicional y la producción en masa de la actualidad. Al mismo tiempo, las pipas hacen alusión al símbolo de la Revolución Cultural China. Muy significativo es el trabajo de Ai Weiwei en porcelana, siguiendo la tradición de la artesanía de su país. En la exposición nos encontramos, además de las pipas, varios Pilares y hasta una realista Sandía, así como varias piezas de vajillas. De mucha trascendencia en este sentido es Ghost Gu coming down the mountain (El fantasma Gu bajando la montaña). Ai Weiwei alude a una pieza de cerámica antigua donde se reflejaba la leyenda de un guerrero, Gu. Ahora, el artista instala 96 vasijas -falta una que se rompió por un accidente causado por el tropiezo de una visitante- pintadas de blanco con leves pinceladas de rojo que forman un cuadrado para ser observado desde todos los puntos de vista.
De tremenda importancia es también el testimonio fotográfico en la obra del autor chino. Con esta tendencia artística Weiwei crea unas inquietantes imágenes haciendo partícipes de su particularísimo planteamiento social y artístico.
La exposición nos conduce por el trabajo de un artista muy importante al que descubrimos y llegamos a conocer -también a entender- de primera mano y no por las referencias mediáticas. Además, con la muestra se nos ofrece toda una magnífica lección de estructura museográfica con toda una adecuadísima selección espacial para unas obras que crean una conjunción perfecta entre continente y contenido, entre tradición y modernidad, entre plástica, estética y concepto. Todo en una realidad expositiva llena de sentido y emoción.
Con la comisaría de Luisa Espino y Juan Antonio Álvarez Reyes, el espectador se hace una idea bastante completa de cuáles son los registros conceptuales y artísticos de este chino nacido en la que siempre, hasta las Olimpiadas, fue Pekín, Además, como no podía ser menos en quien dirige el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, la exposición se nos presenta con una acertadísima estructuración museográfica situando las piezas en los lugares estratégicos del recinto monacal -capilla de Colón, iglesia, sala de profundis, refectorio…-. Las amplias propuestas artísticas de Weiwei (vídeo, fotografía, escultura y, sobre todo, cerámica) se hacen presentes en una muestra que unifica diversos criterios y estéticas, que lejos de crear contraposiciones estéticas y conceptuales, se yuxtaponen posibilitando una feliz argumentación complementaria. Básicamente, y en un primer estadio identificativo, la obra de Ai Weiwei parte de un esencial criterio minimalista y con muchas derivaciones hacia lo conceptual. Algo que se plantea por ese tránsito del artista entre su calidad de mero creador y participante activo de una sociedad convulsa a la que él cuestiona desde su posición comprometida de crítico hacia el régimen de su país.
La muestra presenta obras que realizan constantes guiños a la cultura tradicional china, a su sistema político y a su realidad existencial. Así, en Descending Light, una gran lámpara realizada con pequeños cristales rojos -el color rojo es el símbolo de China y de su régimen comunista - aparece como tirada violentamente en el sueño; con ello la alusión al sistema de gobierno chino es clara. En Sunflower seeds, la famosa montaña de pipas de girasol que le dio la fama, la Sala de Colón se ha cubierto de pipas, cada una de ellas es una pieza única realizada en porcelana y pintadas a mano. La obra se hizo en 2009 y la llevaron a cabo 1600 artesanos; con ella quiere poner en sintonía la forma de producción artesanal tradicional y la producción en masa de la actualidad. Al mismo tiempo, las pipas hacen alusión al símbolo de la Revolución Cultural China. Muy significativo es el trabajo de Ai Weiwei en porcelana, siguiendo la tradición de la artesanía de su país. En la exposición nos encontramos, además de las pipas, varios Pilares y hasta una realista Sandía, así como varias piezas de vajillas. De mucha trascendencia en este sentido es Ghost Gu coming down the mountain (El fantasma Gu bajando la montaña). Ai Weiwei alude a una pieza de cerámica antigua donde se reflejaba la leyenda de un guerrero, Gu. Ahora, el artista instala 96 vasijas -falta una que se rompió por un accidente causado por el tropiezo de una visitante- pintadas de blanco con leves pinceladas de rojo que forman un cuadrado para ser observado desde todos los puntos de vista.
De tremenda importancia es también el testimonio fotográfico en la obra del autor chino. Con esta tendencia artística Weiwei crea unas inquietantes imágenes haciendo partícipes de su particularísimo planteamiento social y artístico.
La exposición nos conduce por el trabajo de un artista muy importante al que descubrimos y llegamos a conocer -también a entender- de primera mano y no por las referencias mediáticas. Además, con la muestra se nos ofrece toda una magnífica lección de estructura museográfica con toda una adecuadísima selección espacial para unas obras que crean una conjunción perfecta entre continente y contenido, entre tradición y modernidad, entre plástica, estética y concepto. Todo en una realidad expositiva llena de sentido y emoción.
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